La mañana es tranquila. Silenciosa. En su casa galería de Miraflores, Fito Espinosa se despereza, como si no hubiera descansado bien. “Tengo un hijo pequeño y me levanto temprano para atenderlo”, me dice a manera de saludo. En octubre cumplirá 20 años como artista plástico y prepara una exposición y un libro, que se titularán Introspectiva. “Es como darle la vuelta a la palabra ‘retrospectiva’, como si alguien se mirara hacia dentro luego de 20 años y viera todo lo que ha salido a la luz”, explica.
Lo que quiere demostrar es, en realidad, que en dos décadas ha pasado por distintas etapas hasta encontrar un estilo “naif y simbólico” —como él lo define—, cargado de reflexiones sobre el mundo y los objetos que lo rodean.
Empezaste estudiando Diseño y no Arte. ¿Cómo explicas ese proceso?
Yo vengo de una familia de clase media que no tiene ninguna vinculación con el arte. Entonces, mi acercamiento fue de manera indirecta a través de los libros, los discos. Veía las ilustraciones de las portadas —recuerdo una de Yes y otra de Iron Maiden— y copiaba esos dibujos y los mostraba en el colegio. Era lo máximo. Ahí me di cuenta de lo que podía hacer con algo tan simple como un lápiz. Sin embargo, cuando entré a la universidad [Católica] me pusieron un caballete gigante y un carboncillo grueso, y yo dije “¿qué es esto?”.
¿Cuánto te marcó la universidad?
Lo positivo fue que me dio una formación, aprendí la constancia de estar en un taller. No te enseñaban ninguna técnica para que no copiaras a nadie. Pero, por otro lado, era como una burbuja. Uno salía y descubría que haber sido un alumno destacado no servía de nada.
Sin embargo, ganaste algunos concursos…
Como no tenía amigos conectados con las galerías, la única posibilidad para mí era postular a los concursos. Gracias a eso [ganó Pasaporte para un Artista y el Salón Nacional de Pintura] comencé a salir en los medios. Ahí empezó mi carrera.
Perteneces a una generación que se atrevió a experimentar con la tecnología. Reproduces tus telas, por ejemplo, y eso es visto de manera negativa por alguna gente.
Sí, claro, muchos de mi edad piensan así. Yo tuve mis prejuicios al inicio, decía: “Cómo voy a colgar todo lo que hago en Internet; se van a copiar”. Pero era la única manera de mostrar lo que iba haciendo, de lo contrario tenía que encerrarme durante dos años a pintar y luego montar una exposición para que en un mes la vea solo un grupo de entendidos.
¿Tú querías llegar a más gente?
Es que yo tenía el chip del ilustrador. Quería transmitir ideas a través de una imagen y me fascinaba hacer algo que se pudiera reproducir y llegar a los medios masivos. Ese era mi sueño.
Hoy tienes un estilo reconocido y reconocible, sin embargo, algunos opinan que repites demasiado…
Yo creo que ahora todos critican todo [risas]. La gente cree que yo aparecí de la nada. Dicen “este pata comenzó a hacer sus dibujitos y ahora todo el mundo lo conoce”. Justamente, en octubre cumplo 20 años como artista y voy a hacer una retrospectiva y un libro para mostrar que en este tiempo he pasado por múltiples etapas. Yo empecé haciendo una pintura que hoy pocos reconocerían. Un estilo no aparece de la noche a la mañana... Y tampoco me pienso quedar para siempre acá.
Si tuvieras que definir tu carrera en estos 20 años, ¿qué dirías?
Diría que ha sido un proceso de aprendizaje, de conocimiento y de sanación también. Yo he tenido una etapa oscurísima, en la que estaba deprimido y lidiaba con mis propios monstruos. Yo creo que un artista debe hacer visible ese proceso.
Has domesticado a esos monstruos.
Creo al final los aceptas, en realidad. Al inicio uno cree que son terroríficos y no quiere verlos. Un ejemplo: si alguien odia a su padre y la sociedad le dice que eso no puede ser, entonces esconde ese sentimiento y se va convirtiendo en algo cada vez más feo; pero cuando lo entiende, acepta y perdona, entonces puede vivir tranquilo con ese monstruo [risas].
¿Cómo es el espectáculo con Make a Wish?
Hace tiempo quería hacer algo que pudiera llegar a más gente. Entonces la asociación Make a Wish, que recauda dinero para obras benéficas, me contactó para hacer Deseos que iluminan, una especie de día familiar, en el que puedo realizar todo lo que me gusta: objetos con niños, pintar y tocar música. Será el 11 de julio en el Hotel
Marriot y habrá venta de obras, músicos invitados y magia. El ingresó será con una donación de 10 soles.