Frankenstein o el moderno Prometeo
Frankenstein o el moderno Prometeo
Redacción EC

RAÚL MENDOZA CÁNEPA

Mucho se sabe del popular monstruo creado con piezas de cadáveres por  el doctor Víctor Frankenstein. Su historia ha dado para recrearlo múltiples veces en sucesivas adaptaciones en el cine. ¿Pero, cuánto sabemos de las ilusiones y miedos que hubo detrás de la creación de este personaje?

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Muchos años antes de esta celebrada novela de Mary Shelley (“Frankenstein o el moderno Prometeo”) la búsqueda de la inmortalidad se había ensayado en ranas e, incluso, llegó a experimentarse en seres humanos.


La imposibilidad de resignarse al fin de la vida llevó a muchos, en los albores del siglo XIX,  a depositar su fe en el galvanismo. Luigi Galvani, científico italiano, había experimentado la aplicación de la electricidad en los cuerpos de las ranas, logrando contracciones musculares  y algunas dosis de esperanza en la resurrección orgánica. 

En 1803, un sobrino de Galvani, aplicó la teoría de su tío a un ser humano, George Foster, quien había sido ejecutado públicamente por asesinar a su familia. Ante el asombro de todos, el cadaver  sobre el piso se sentó abruptamente por medio de un impulso eléctrico. 

Ambiente tétrico


Cuando Mary Shelley elaboró la novela, ya sabía de esta historia y de otras similares. Fue Anthony Carlisle, amigo de su padre, quien las contó más de una década atrás en su casa. La galvanización de cadáveres en la cárcel de Newgate impresionó a  la pequeña Mary. Pero para que decidiera volcarlas en el papel necesitaba las circunstancias adecuadas. Se dieron algunos años después. 


Con  Percy Shelley, su marido, Mary  visitó la casa del poeta Lord Byron. A orillas del lago Lemán contemplaría el cielo ensombrecerse entre tormentas. Había erupcionado el volcán Tambora en Indonesia y todo se llenó de frío y horror.


Sumó  a todas sus influencias, una pesadilla en la que un monstruo yacía tendido al lado de una máquina. Las conversaciones y retos literarios del grupo giraron en torno a  historias de terror. Mary se empeñó en escribir una trama en la que la electricidad y la maquinaria volvían a la vida a un  ser que no era más que un conjunto de retazos de miembros de otros hombres. El monstruo trajo grandes males a su creador, quien luego  lo perseguirá. 


Frankenstein como creación obedece  al contexto general de la búsqueda de la prolongación de la vida, al emergente y avezado maquinismo y al contexto particular de una autora atrapada debajo de un cielo espeso y nuboso, inexplicablemente oscuro y aterrador a la orilla del Lemán. 


De ese conjunto de piezas dispersas habrá de nacer el Prometeo moderno, el que le robó a los dioses la luz y con ella la potestad de crear la vida y, acaso, de preservarla para siempre.

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