Los efectos de la pandemia global producto del coronavirus están provocando cambios en nuestra vida social, que incluyen nuevos patrones culturales debido al impacto de las nuevas tecnologías, desde el teletrabajo y el uso intensivo de smartphones a mecanismos transaccionales y de comercio electrónico. Estos cambios impactarán en nuestras formas de desplazamiento, lo que tendrá un efecto en la dinámica de las ciudades y en nuestra relación con el espacio público.
Pero la pandemia también ha revelado la fragilidad del sistema cultural, y en el caso peruano ha puesto de manifiesto el precario y casi inexistente uso de la tecnología en nuestros museos. Un levantamiento no exhaustivo de los museos peruanos revela que con la excepción del Museo Larco, el MUCEN (Museo del Banco Central de Reserva del Perú) y el MALI (Museo de Arte de Lima) no hay muchas colecciones disponibles al público de forma online. Para contrarrestar o apañar tal precariedad, muchas instituciones culturales vienen realizando eventos por Zoom, recorridos “virtuales” y han aumentado la producción de contenidos digitales. Sin embargo, nada de esto será relevante en el largo plazo si no se acompaña de cambios más sistémicos y profundos en el uso de la tecnología, no solo en el medio digital, sino también en el físico. La nueva normalidad que nos impondrá la pandemia generará una transformación tecnológica y cultural sin precedentes en los museos.
El museo –como espacio físico– se tornará más tecnológico y entenderá mejor el valor de obtener datos sobre su público. Antes de ingresar a los museos, cámaras térmicas detectarán la temperatura de los visitantes. Las cámaras en las salas utilizarán software de inteligencia artificial que verificarán el distanciamiento social y el uso de máscaras en los rostros de los visitantes. La limitación en el número de visitantes simultáneos exigirá a los museos ser muy eficientes en el manejo de sus públicos. El big data sumado a modelos matemáticos como la teoría de colas –utilizada desde hace décadas en el comercio y la industria– permitirá proponer mecanismos inteligentes y eficientes para la gestión de los visitantes. Estos datos se integrarán a sistemas de relacionamiento de visitantes y al uso intensivo del smartphone. Este dispositivo permitirá comprar tickets y establecer el horario de visita para evitar congestionamientos. El smartphone tendrá un papel decisivo para cumplir con las nuevas condiciones sanitarias, proporcionando tickets virtuales “libre de contacto” y reemplazando las audio guías por Apps como Smartify. Aunque no vaticinó esta necesidad ahora obligatoria, el MALI ya contaba con un App con audio guía desde que la re-inauguración de su colección permanente.
Sin embargo, donde drásticamente va a cambiar nuestra relación con los museos será en las experiencias digitales que deslocalizarán el espacio del museo, convirtiéndolo en un medio omnipresente. El museo digital opera dentro de un gran archivo que es a su vez un medio de distribución: el internet, que permite empaquetar, producir, reconfigurar, relacionar y distribuir contenidos. Pero dichas posibilidades no se generan de la nada, se requieren de plataformas –con contenidos digitalizados y organizados– lo suficientemente flexibles para que sus usuarios sean capaces de imaginar circuitos heterogéneos a los relatos formales, construyendo así originales narrativas. Las colecciones digitales de los museos –cuan enciclopedias universales del siglo XXI– cumplirán una función esencial conectando y recomendando contenidos afines, convirtiéndonos, como menciona Nicolas Bourriaud, en unos semionautas culturales. La experiencia de visitar un museo en el medio digital nos permitirá ir en búsqueda de aventuras que enriquezcan nuestras impresiones y percepciones.
Los datos de las colecciones digitales, así como las plataformas tecnológicas desarrolladas con el fin de gestionarlas, deberán estar disponibles de manera libre. Grandes museos como el Smithsonian, el Museo Británico o el Museo de Arte Moderno de Nueva York tienen sus librerías de datos disponibles en comunidades de desarrollo de software como GitHub, lo que permite modelos de innovación abierta donde los usuarios y otros museos les puedan encontrar nuevas usos. Abrir y compartir estos datos ayuda no solo a reducir costos, sino sobre todo a potenciar el valor de la colaboración, construyendo mayor confianza entre las personas, lo que a su vez permitirá un cambio de comportamiento hacia una sociedad más justa y participativa.
El Perú tiene una excelente Plataforma Digital Única del Estado Peruano, de la misma forma, los esfuerzos en la creación de contenidos locales –sobre todo los financiados con recursos públicos– deberán canalizarse en una Plataforma Digital Cultural Pública con mecanismos de e-learning para que estos contenidos sean utilizados por diferentes grupos, desde estudiantes escolares y universitarios, hasta profesionales que requieran capacitación continua. Esta plataforma deberá desarrollar estrategias de difusión eficientes pensando en nuestra compleja diversidad, en nuestras particularidades locales, lenguas y grupos etarios y utilizar estrategias de otros sectores culturales –como el cine o la música– que distribuyen eficientemente su contenido en otras plataformas establecidas.
Los cambios que se vienen para los museos son drásticos, pero si son bien implementados y consideran en todo momento al visitante como eje de la experiencia, pueden traer cambios positivos en los comportamientos de los ciudadanos, que combinarán la experiencia física con la digital de manera natural. Como reflexiona Frances Morris, directora del Museo Tate Modern de Londres –que este mes cumple dos décadas desde su apertura–: “Viajaremos menos, usaremos más la tecnología, haremos realidad nuestro compromiso con las colecciones permanentes y nuestras comunidades, y equilibraremos la nueva dependencia en comunicaciones digitales por un retorno al slow looking”. El slow looking al que se refiere Morris puede interpretarse como aquella mirada reflexiva que permite la visita sosegada en el espacio físico sumada a la profundidad en información y combinaciones infinitas que nos ofrece el medio digital.