El “pase a examen médico”, otorgado por la Universidad Católica en 1951 a Luis Loayza, después de que este ingresara a dicha casa de estudios.
El “pase a examen médico”, otorgado por la Universidad Católica en 1951 a Luis Loayza, después de que este ingresara a dicha casa de estudios.
Miguel Sánchez Flores

Hoy 12 de marzo se cumplen dos años del fallecimiento en París de Luis Loayza, uno de los escritores más importantes y también más enigmáticos de nuestra narrativa. Poco se ha escrito sobre su insular obra, que incluye ensayos (El sol de Lima, Sobre el 900), cuentos (El avaro y Otras tardes) y una novela corta (Una piel de serpiente). Poco se sabe también de su vida: nació en Lima en 1934; estudió en la Universidad Católica; partió a Europa en 1958; tuvo dos hijos; regresó al Perú en 1961; y permaneció dos años para volver a salir, primero a Nueva York (donde le ganó una partida de ajedrez a Bobby Fischer), luego a Ginebra y, finalmente, a París, donde vivió en la Rue de Turenne. Apenas sabemos de él por testimonios de sus amigos de juventud: Abelardo Oquendo y Mario Vargas Llosa, quienes lo describen como un lector voraz, de un humor sutil y fanático de la obra de Borges, lo que le valió el apodo de “El borgiano de Petit Thouars”.

Pero existe una etapa de su vida aún más desconocida por la crítica y los lectores: los años en que Loayza terminó sus estudios secundarios e ingresó a la universidad. Vayamos tras sus pasos.

Volver a los dieciséis

A los 16 años, Luis Loayza terminó sus estudios en el colegio Santa María. Así lo certifica, en diciembre de 1950, el hermano George Lytle, director del colegio, quien destaca que el alumno había “observado durante su permanencia [en el plantel] muy buena conducta”. Un mes después, el 31 de enero de 1951, Loayza le solicita al rector de la PUCP, el padre Rubén Vargas Ugarte, S.J., que lo considere “como postulante para rendir el examen de admisión para el ingreso a dicha universidad en la Facultad de Letras”.

Entre otros documentos, presentaba sus certificados de notas. En quinto año, las mejores calificaciones las obtuvo en Literatura (19) y en Idiomas (16); la peor, en Educación Física (11). Las notas parecen anunciar su destino: su pasión por los libros y por los idiomas, que no solo le permitió acceder a muchos de los clásicos en su lengua original, sino que sirvió también para que fuera un destacado traductor internacional.

La prueba de admisión

Examen de admisión a la universidad del escritor Luis Loayza (Foto: Archivo PUCP)
Examen de admisión a la universidad del escritor Luis Loayza (Foto: Archivo PUCP)

A las diversas preguntas que incluían conocimientos de literatura (sobre todo de El Quijote y el Siglo de Oro español), se añadían algunas cuestiones gramaticales y lexicográficas. El reto de esta última parte consistía en construir oraciones a partir de palabras propuestas: lascivia, obcecación, estrabismo, reverberación. Llamó mi atención sapiente. El joven Loayza decidió escribir la siguiente oración: “Ha leído desde niño: hoy es un hombre sapiente”. Como si se tratase de una profecía, el examen de admisión parece no solo atestiguar algunas de sus primeras lecturas (Góngora, Arcipreste de Hita y Manrique), sino que anuncia su compulsión como lector.

Loayza ingresó a la PUCP con nota 14. Hizo un buen resumen de Las soledades, de Góngora, pero no supo responder sobre los ocho tipos de irregularidad verbal. Tampoco comentó un párrafo de El Quijote. ¿Se le habría acabado el tiempo? Eso no lo sabremos. Lo que sí sabemos es que, a los pocos meses, entablaría amistad con Luis Jaime Cisneros. “Estaba hecho de silencio y timidez. Había leído libros inverosímiles […] Citaba de memoria poemas enteros, fragmentos de novelas, cuentos fantásticos”, recordó alguna vez el maestro. Después, Loayza conocería a Oquendo (en las aulas de la Católica) y a Vargas Llosa (en el Cream Rica de Miraflores). Se hicieron grandes amigos. Juntos soñarían sus destinos de escritores en Europa.

Constancia de ingreso del escritor Luis Loayza a la universidad (Foto: Archivo PUCP)
Constancia de ingreso del escritor Luis Loayza a la universidad (Foto: Archivo PUCP)

En 1955, Loayza publicaría El avaro, una pequeña joya en la que, a diferencia de sus coetáneos Congrains y Ribeyro, elude la tentación de retratar Lima, y decide refugiarse en relatos sin geografía, a partir de la pulcritud y precisión de las palabras. Tres años después, dejaría el Perú. Volvería en la década de 1960 por un par de años y luego cada dos (sus vacaciones bianuales) para visitar a sus padres hasta que estos murieron. Pese a ello, el Perú estuvo en sus ensayos, cartas y ficciones, casi como una obcecación, aquella otra palabra también propuesta en su examen de admisión.

DATOS

En la edición Nº 69 de Hueso Húmero, de agosto de 2018, se publicaron, a manera de homenaje, seis prosas inéditas de Loayza encontradas por su familia luego de su muerte.

Luis Loayza, Abelardo Oquendo y Mario Vargas Llosa editaron la revista Literatura. Apareció en febrero de 1958 e incluía textos de César Moro, André Coyné, Carlos Germán Belli, entre otros. La publicación solo llegaría al tercer número.

Edición número uno de la revista Literatura (Foto: Biblioteca PUCP)
Edición número uno de la revista Literatura (Foto: Biblioteca PUCP)

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