El 2020 será recordado como el año del COVID-19. La pandemia que ha puesto a prueba al mundo que conocíamos ha evidenciado cosas que preferíamos ignorar y nos ha recordado otras que habíamos olvidado, por ejemplo, aquellas clases de ciencias naturales en las que seguramente aprendimos la diferencia entre un virus y una bacteria, pues —a juzgar por los debates que se suscitan en Twitter— es probable que el 90 % de usuarios de dicha red lo olvidara o haya faltado a la escuela cuando se dictó esa lección.
Acudimos a esa figura porque es una de las preguntas más frecuentes que recibe el doctor Elmer Huerta (@drhuerta en Twitter), médico y comunicador peruano que reside y trabaja en Estados Unidos, y que ha asumido voluntariamente una labor pedagógica no solo en los medios de comunicación en los que colabora (RPP y este diario), sino también en redes sociales. Día a día se da el trabajo de responder todo tipo de dudas. Por estos días, el 100 % de las preguntas son sobre el nuevo coronavirus, como es de entender.
Lo hace de buena gana, aunque se traten de ataques, dudas sinceras, otras descabelladas o curiosidades que nacen tras sumergirse en Google. Sin embargo, no deja de abogar para que la ciencia ocupe un mejor lugar en nuestro sistema educativo y en el imaginario de la gente. “El público debe tener una educación científica básica y esta se debe dar en la escuela y la universidad. Diferenciar virus y bacterias, por ejemplo, debe ser como diferenciar el Sol y la Luna”, afirma.
Al alcance del púbico
El doctor Huerta es el mayor influencer científico de nuestro país. ¿Cabe el término cuando se habla de ciencia? Sí. Según el marketing, un influencer es una persona con credibilidad sobre un tema concreto y que se dirige una comunidad determinada por medio de las redes sociales: Instagram, Twitter, YouTube, Facebook, etc.
La figura del influencer está relacionada más con la publicidad, pero, en ese sentido, los influencers científicos tienen la batalla perdida —aunque tampoco es una batalla que quieran luchar—. “No se trata de promocionar medicamentos o marcas. Los divulgadores científicos lo que queremos es acercar a la gente al conocimiento”, sostiene la científica peruana Alejandra Ruiz León, quien maneja el canal de Instagram @mitocondria.CC.
Ella es graduada en Bioquímica por la Universidad de Navarra, magíster en Comunicación Científica por la Pompeu Fabra, y en Historia y Patrimonio de la Ciencia por la Universidad Autónoma de Barcelona, y es doctorando en Historia y Sociología de la Ciencia y Tecnología en Georgia Tech en Atlanta. “No es por exhibir títulos, sino porque es necesario dejar en claro que me tomo en serio compartir el conocimiento y que estoy académicamente preparada para ello. Es bueno que la gente sepa que le daré información confiable. ¿Sabes? Muchas veces han dudado de mí y de lo que comunico por ser mujer y ser joven”, cuenta.
Lo cierto es que ella —tiene 28 años— maneja con gran profesionalismo y éxito desde hace un año el citado canal de Instagram —con más de 13.200 seguidores—, y su empresa de comunicación científica y ambiental del mismo nombre. “Hacemos proyectos que conecten la ciencia con la sociedad. Hemos trabajado convocatorias públicas, con universidades, haciendo talleres de comunicación para científicos e investigadores, y con centros médicos para mejorar la comunicación con los pacientes. El canal de Instagram es nuestro espacio de difusión”, explica.
Los temas que la ocupan son diversos (“¿Diferencias entre el ADN y el ARN?” es uno de los últimos que abordó), pero, desde la explosión de la pandemia, ha dedicado su canal a cubrir la mayor cantidad de temas posibles relacionados al COVID-19. Entrando a su cuenta, podemos encontrar publicaciones que desmienten que ya exista vacuna contra el mal y otras fake news; y muchas otras sobre cómo sobrellevar la cotidianidad de la cuarentena abarcando distintos aspectos: desde el cuidado que se debe tener con el maquillaje hasta cómo manejarse en las áreas comunes de un edificio.
Fuera de la era del COVID-19, los temas que más le consultan a la fundadora de @mitocondria.CC se relacionan con el funcionamiento del cuerpo humano, las células y los dinosaurios.
Ciencia en tiempos de guerra y paz
Aunque la pandemia ha revelado la necesidad de empaparnos más de los asuntos científicos —pues estos no están reservados solo para eruditos ni es solo cosa de países muy desarrollados—, hay esfuerzos, además de los ya mencionados, que se han consolidado en años anteriores. Uno de ellos es el de Aldo Bartra (@ldobartra en Twitter), youtuber creador del canal El robot de Platón y que el año pasado publicó el libro La guía del internauta, en que habla de cómo no caer en la trampa de las fake news. Y esa es justamente la lucha de los influencers científicos: contra la información falsa. Información que, lamentablemente, en este contexto han expandido no solo las redes sociales, sino también algunos líderes políticos que vivieron/viven en negación.
Entonces, ¿cómo luchar? El doctor Elmer Huerta considera que las redes sociales no son el espacio adecuado para discusiones, pero sí para difusión. Suena paradójico, ¿no? Para él, su participación en redes tiene como finalidad hacer pedagogía, responder preguntas como si el coronavirus se queda en el asfalto (no, no se queda) y dar a las personas fuentes confiables para que se informen. Entonces, ¿cómo enfrentar a quienes difunden noticias falsas o erróneas y confunden al público? “Las discusiones de este tipo necesitan un espacio más amplio. Los medios de comunicación, al ser masivos, son el mejor lugar para ello. Radio, televisión o medios impresos pueden propiciar la discusión científica entre pares. Yo no me puedo agarrar a tuitazos con un colega”, dice.
La información falsa también puede ser aquella incompleta o sesgada. Y por ahí va una de las luchas de la argentina Agostina Mileo (@bcientifica en Twitter), licenciada en Ciencias Ambientales, Máster en Comunicación Científica, Médica y Ambiental y doctoranda en Historia y Epistemología de la Ciencia. Ella es conocida como la ‘Barbie científica’, y desde el portal que maneja con ese nombre se ha comprado el pleito de desbaratar no solo las fake news, sino también el machismo en el campo de la ciencia. En su libro Que la ciencia te acompañe. A luchar por tus derechos habla del machismo en las investigaciones científicas en temas como el orgasmo femenino.
“En el mundo de la ciencia, a las mujeres se nos reconoció la capacidad de tener orgasmos más o menos al mismo tiempo que, en el mundo de la ciudadanía, se nos reconoció la capacidad de elegir a nuestros representantes políticos”, escribe. Se refiere al año 1947. Agostina Mileo tiene casi 33.000 seguidores en Twitter y más de 21.000 en Instagram (@labarbiecientifica). Lo suyo es desbaratar fake news desde el feminismo.
Son mucho más pacíficas e igual de populares las labores de divulgación de quienes apuestan por compartir su sabiduría sobre el reino animal o vegetal. Están, por ejemplo, las cuentas de Twitter de @cronicasdefauna que maneja el español Eugenio Fernández Sánchez, naturalista especializado en divulgación faunística; @BoixRichter, del catalán Alex Ritcher Boix, doctor en Biología y coeditor de la sección de anfibios del Boletín de la Asociación de Herpetología Española, que comparte diversas historias y curiosidades de la ciencia; o @BichoDatos, en que los biólogos peruanos Isabel Vaccari y Julio Rivera responden a diario a los internautas que envían fotos de los bichos que se encuentran a su paso, en interiores o exteriores, en Lima y alrededores.
La ciencia es cambiante y dinámica, por lo que realmente se necesita una base mínima educativa y luego recurrir a fuentes confiables y actualizadas. “Hace 500 años se pensaba que el ser humano amaba con el corazón, pero ahora sabemos que el ser humano ama con su cerebro y transmisiones cerebrales. Mucha gente se frustra frente a lo cambiante que es la ciencia, y es justamente por eso que debemos estar bien informados. Y para eso tienen que tener canales de información científica, con evidencia y fuentes”, dice el doctor Huerta. Por cierto, hay más de una diferencia entre un virus y una bacteria. Lo dice la ciencia y Google es testigo.