Hace más de 20 años, Morgana Vargas Llosa y Jaime Travezán coincidieron en Madrid. No se conocían, pero empezaron a conversar sobre D’Artagnan y Alfalfa, sus mascotas, e inmediatamente se hicieron inseparables. Tres meses después, partierona la antigua Yugoslavia para cubrir uno de los conflictos más terribles de la historia reciente: la guerra de Kosovo, donde las fuerzas separatistas albanesas se enfrentaron a la milicia serbia.
A finales de los noventa, cuando la OTAN decidió declarar la paz que pondría fin a la limpieza étnica, Vargas Llosa y Travezán regresaron a Yugoslavia. Durante varios días recorrieron zonas minadas, fotografiando las huellas del horror dejadas por la intolerancia y el sentimiento de superioridad.
Más de una vez tuvieron que refugiarse en un viejo hotel de la ciudad de Pristina para escapar de los paramilitares serbios, quienes buscaban impedir que la prensa extranjera relatara las barbaridades que ahí sucedían. Caminar con extremo cuidado, pisando las huellas dejadas por otros para evitar la explosión de alguna mina antipersonal, se volvió una recurrencia. Un día llegaron hasta una casa quemada. Se disponían a tomar fotografías cuando oyeron un inconfundible sonido metálico a sus espaldas. Corrieron sin mirar atrás por el campo, sin necesidad de voltear para confirmar que aquel era el sonido de las armas siendo rastrilladas por los paramilitares. Afortunadamente, en medio de la huida se toparon con un tanque italiano enviado por la OTAN, donde encontraron refugio. Aquellas experiencias límite transformaron una amistad entrañable en una a prueba de balas.
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Varios años después, el recuerdo de la guerra seguía presente. Ya habían sido testigos de demasiada brutalidad, así que decidieron cambiar de rumbo, enfocarse en el lado optimista de la vida. Fue así que ambos se unieron al productor David Tortora para crear “Mírame, Lima”, un proyecto compuesto por 50 fotografías de gran formato que da cuenta de la gran diversidad étnica, cultural y religiosa que compone nuestra desbordada capital.
“Funcionamos bien porque cada uno aprendió cuál es su función dentro del equipo. Morgana y yo nos dedicamos a planificar la imagen que queremos captar, y nos
ocupamos de los materiales que se requieren para cada retrato; mientras que el trabajo de posproducción queda en manos de David”, nos cuenta Jaime Travezán. Y aunque no siempre coincidan por unanimidad en la visión del trabajo final, Vargas Llosa nos explica que este “es un trabajo de a tres, donde todos ponemos nuestro punto de vista por el bien de la imagen”.
Ahora, esta exposición monumental se inaugurará en el marco de la segunda edición del Hay Festival Arequipa, y se podrá visitar del 12 de diciembre al 31 de enero del próximo año en la Galería del C. C. Peruano Norteamericano de dicha ciudad (Melgar 109, Cercado). Al respecto, los fotógrafos nos dicen que están muy entusiasmados porque “Mírame, Lima” sea incluida en esta gran celebración de las artes y las ideas. Además, nos cuentan que están preparando un proyecto similar, llamado “Made in España”.
“‘Made in España’ nace porque a una empresa española le encantó ‘Mírame, Lima’, y quería ver cómo se podía adaptar un proyecto similar a su realidad. Por cuestiones de tiempo y de geografía, pensamos hacer algo más corto, pero recorriendo todo el país”,
explica Vargas Llosa. “Estamos enfocándonos en los cambios sociales que ha habido ahí en los últimos 50 años, como la incorporación de la mujer al ejército, la aprobación del matrimonio homosexual con derechos plenos como la adopción de niños, la ola migratoria que se dio desde los cinco continentes a la península, entre otros”, sigue.
La otra ruta
Jaime Travezán y David Tortora se unieron de nuevo. Esta vez, se encuentran terminando un nuevo proyecto de 15 retratos de personas ciegas, quienes han reinventado sus vidas para continuar sus sueños dentro de las limitaciones que conlleva la incapacidad visual. “Para desarrollar este proyecto, me hice voluntario en una asociación de ciegos en Londres, con el fin de conocer cómo se sobrevive, en medio de un mundo tan visual, sin poder ver”, nos dice Travezán. Entre los retratos, destaca una mujer nacida en Irán que perdió la visión a los tres años. Pese a sus limitaciones, logró no solo llegar a Londres, sino completar una carrera profesional y criar a sus hijos con la ayuda de su esposo. (Para más información sobre el proyecto, haga click aquí)
Morgana Vargas Llosa, por su parte, nos cuenta que se encuentra realizando, junto a Micaela Llosa y Verónica Ramírez, una serie de pequeños documentales llamados “La otra ruta”, donde buscan mostrar las historias de héroes y heroínas anónimas que trabajan incansablemente por el progreso de sus comunidades diseminadas por todo el país. “Lo que queremos es que los jóvenes conozcan estas iniciativas y se animen a replicarlas; o que si viajan por esas zonas, puedan visitar y conocer su extraordinario trabajo”, explica la fotógrafa y activista social.
“Siempre trataré de ayudar en lo que pueda. Hace nueve años, cuando regresé a vivir a Lima, me chocó mucho comprobar que el racismo y la discriminación continúan muy vigentes. Por eso, desde mi trabajo trato de contribuir con la tarea de acabar con tan grandes males. El activismo es muy importante para cambiar las cosas. Una sociedad civil fuerte es fundamental. He visto cómo en otros países esta ha conseguido cambios reales; no le podemos dejar esa chamba solo a los políticos, todos tienen que mojarse un poquito. Todos tenemos que salir a hablar, a decir lo que pensamos, y a exigir como ciudadanos coherentes y decentes nuestros derechos; no podemos simplemente criticar, sino proponer alternativas”, concluye Vargas Llosa.