La opción del periodismo literario
La opción del periodismo literario
Redacción EC

RAÚL MENDOZA CÁNEPA ()

 

Truman Capote concretó en “A sangre fría” una de las obras mayores del llamado “nuevo periodismo”, un reporte de la realidad matizado con técnicas de la ficción.

Philip Roth se quejaba de la “competencia desleal”  de la realidad, pues es dentro de ella más que en las fantasías de los escritores donde habitan los seres más complejos y tortuosos que podamos imaginar. Posiblemente, en su parecer, la inquieta señora Bovary, el torturado Raskolnikov o el ambicioso Julian Sorel no logran superar los tormentos, las crispaciones y los arrebatos de aquellos seres reales que pueblan las páginas policiales de los diarios. 


La investigación.


Dada la premura de la nota y del día a día, el periodismo no suele sondear en los recovecos del espíritu humano ni profundizar en las motivaciones y andanzas al detalle de personajes reales, que mirados a la luz de una profunda investigación pueden ser figuras tan o más extremas y patéticas que aquellas que las novelas nos suele exhibir como la absoluta personificación del mal. Bajo el objeto de capturar la realidad radical, Truman Capote hendió su cuchillo sobre un caso real para conocer con visos de verdad un hecho criminal y la psicología de sus perpetradores. Ellos, sin razón alguna, habían asesinado ferozmente a una familia (los Clutter) en las elevadas llanuras de Holcomb, un pueblo al oeste de Kansas.


Con “A sangre fría”, el escritor rompió el esquema de la narrativa tradicional, violentando su sustancia ficcional, para ahondar en los contenidos de una noticia publicada por el New York Times el 16 de noviembre de 1959: “Agricultor y tres miembros de su familia son asesinados”. Capote se centró en esa sencilla nota e intuyó que, a partir de ella, podía edificar una crónica perfecta. Siete años después la investigación daría sus frutos en un libro que se mantuvo por más de doce meses como el primero en ventas. 


Refiere el escritor que su material no derivaba de sus propias observaciones sino de los archivos oficiales y las entrevistas con personajes vinculados directamente a la historia para construir lo que llamó “una novela real” bajo el rigor de la verdad. Con ese fin  apiló seis mil páginas de notas, que debió ordenar luego para centrarse en la historia. Quizás uno de los atractivos de la obra es el extremo perfil de la maldad, que nos deja perplejos por carecer de motivación. Los autores del delito, Dick Hickcock y Perry Smith conjugaban la esencia del mal, inconmovible frialdad, la misma que la Justicia devolvió con un golpe de sangre fría: la horca. La condena transformó el espíritu de Capote, derruyéndolo. Creyó que ella sumaba inútilmente más cadáveres en la escena. 

Periodismo literario


La literatura crea un universo, no es, desde luego, un falseamiento de la realidad. El periodismo, por su parte, se erige sobre los fragmentos de los hechos para unirlos y mostrarle al público la verdad total, la más cabal. Capote no crea un nuevo plano desde los juegos de la invención, su misión no es fabricar ficciones sino revelar la realidad de los objetos y las percepciones. Norman Mailer decía que “A sangre fría” era acaso un fracaso de la imaginación. 


Se suele decir que es desde la crónica del fiero crimen en Holcomb que se va edificando el llamado “nuevo periodismo”, que  nace en los Estados Unidos durante los años 60. Pero, es justo advertir que tiene un antecedente en “Operación Masacre”, de Rodolfo Walsh (1957). Quizás “A sangre fría” sea un hito porque fue la más exitosa, el referente mayor para la construcción de un género en el que rutilarán nombres como los de Tom Wolfe, Norman Mailer, Hunter S. Thompson, Gay Talese o Tomás Eloy Martínez, entre otros.  


La búsqueda del género

Aunque Truman Capote, no se aventuró  a la búsqueda de un nuevo género periodístico sino de uno literario, lo cierto es que por su fin esencial, esta corriente sí puede ser considerada como un novedoso género periodístico, que hurta recursos literarios para reconstruir la verdad desgajada y mofarse a toda luz de quienes consideran al periodismo, equívoca y apuradamente, como una mal llamada “literatura menor”.

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