“Para mí el cine es aquello que nació en un café en París y cuya experiencia replicamos en una sala de cine hoy. El streaming es otra cosa”. Son las palabras de Gisella Barthé, pero es el pensar de millones de cinéfilos alrededor del mundo; y de casi todas las productoras, distribuidoras, organizadores de festivales y de un buen puñado de reconocidos cineastas. La discusión cine vs streaming, antes de la pandemia, había intentado zanjarse con medidas tipo “si una película producida por una plataforma virtual (Netflix o Amazon, por ejemplo) quiere participar en un festival, tiene que haber pasado primero por una sala de cine”. Y punto. Pero llegó el COVID-19.
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El miércoles 6 de mayo llegó una nota de prensa que hace unos meses hubiera sido imposible: la distribuidora de películas BF, relacionada con la cadena Cineplanet, anunciaba el estreno virtual de una película de terror. “BF Distribution tiene el agrado de comunicarles que hoy 6 de mayo se estrena en iTunes y Google Play Los rostros del diablo, una película de terror coreana, del director Hong-seon Kim. El precio de lanzamiento de esta aterradora película será de 3.94 dólares americanos”, dice el documento.
Semanas atrás, la misma distribuidora había empezado a promocionar en su página web algunas películas que se pueden encontrar también en iTunes y Google Play. Sabemos que el coronavirus ha afectado la industria cinematográfica y que los espectadores, sin poder salir de casa y con la perspectiva de que los cines no podrán abrir hasta fines de año, en el mejor de los casos, se han volcado a buscar entretenimiento en los servicios de streaming. Por ello, no son pocos los cineastas, distribuidores, productores y hasta actores que han acudido a este medio que pasó de ser visto como un servicio menor frente a la experiencia de la sala de cine a convertirse en una pequeña tabla salvavidas para la industria cinematográfica.
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“Hay que aceptar que el streaming tiene y tendrá un poder determinante en nuestras vidas, aunque aún lo veo como un bien de lujo para países como el Perú, donde la conectividad no es buena y no todos tienen acceso a los dispositivos que les permiten acceder a estos espacios”, comenta, acertadamente, Gisella Barthé.
La guerra de pantallas
La “guerra”, recordemos, se declaró en 2017, cuando Okja, película dirigida por el coreano hoy ganador del Óscar Bong Joon-ho y producida por Netflix, llegó a la competencia del Festival de Cannes. Podríamos resumir la polémica citando al presidente de turno del jurado de la Palma de Oro, el cineasta español Pedro Almodóvar, quien dijo que le resultaría paradójico que una película que no sería exhibida en salas ganara el principal trofeo del festival más prestigioso del mundo.
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Desde entonces se escucharon argumentos a favor y en contra, pero no fue sino hasta un año después cuando se hizo otra vez evidente el asunto. Durante los Premios Óscar de 2019, cuando Roma ( 2018 ), película de Alfonso Cuarón, producida también por Netflix, ganó tres premios —fotografía, dirección y película extranjera—, se rumoreó que Steven Spielberg había hecho lobby para que dicho filme no se llevara la estatuilla a mejor película. Cierto o no, este comentó en una entrevista que “una vez que te comprometes con el formato televisivo, eres una película de TV. Si ofreces un buen show, mereces un Emmy, pero no un Óscar”.
Y fue la última temporada de premios la que volvió a avivar el debate, cuando el gran Martin Scorsese compitió en 10 categorías con El irlandés, una historia sobre el crimen organizado en Estados Unidos que contó con las actuaciones de Al Pacino, Joe Pesci y Robert De Niro, y salió de la ceremonia sin un solo premio, aunque con aplausos del auditorio entero.
“Ninguna productora quiso financiar la película por cinco o siete años. Netflix tomó el riesgo”, le había dicho Scorsese a la revista Vogue. Aunque la Academia nunca ha sido muy justa con el director de Taxi Driver, en esta ocasión se hablaba no de la derrota de Scorsese, sino de la derrota de Netflix. No hubo tiempo para más debate. Mientras Boon Jon-ho regresaba a Corea con sus cuatro estatuillas a cuestas, el coronavirus se expandía por el mundo con la intención de cambiar la realidad tal como lo conocíamos.
Negocios en línea
¿Qué es el streaming? Es una tecnología de transmisión a través de redes de medios continuos (principalmente audio y video) en que no existe descarga de datos a un disco local: se envía la información a través de la red y el cliente la reproduce en tiempo real al recibirla. Sí, eso es lo que hacen Netflix, Amazon Prime o HBO Go.
Pero es evidente que Netflix se convirtió en la manzana de la discordia en la industria cuando decidió embarcarse también como productora de películas y empezó a competir con las majors. Mientras funcionaba como catálogo de películas online, la fiesta estaba en paz. En octubre de 2015 Netflix estrenó Beasts of no Nation y no hubo vuelta atrás.
A finales de diciembre de 2019, la compañía de streaming más famosa del mundo estaba presente en más de 190 países y contaba con más de 167 millones de suscriptores a nivel global. Al finalizar marzo, la compañía reportó que los suscriptores superaban los 183 millones. Casi 20 millones de personas más, y aún no se conocen los reportes del mes de abril.
Pero el dinero no se quedó en su bolsillo. En la carta de inversionistas del primer trimestre de 2020, se lee que la compañía ha destinado 150 millones de dólares para apoyar a la industria paralizada por la pandemia global. El monto incluye donaciones al Fondo de Desastres COVID-19 de la Fundación SAG-AFTRA, y apoyo para las industrias de Estados Unidos, Canadá, Reino Unido, Italia, Francia, España, Países Bajos, México y Brasil. El 5 de mayo la Academia Colombiana de Artes y Ciencias Cinematográficas anunció que ellos recibirían 500 mil dólares de parte de Netflix.
Y ya que el streaming demostró ser rentable y no solo el futuro, sino también el presente de la producción audiovisual, antes de la pandemia, el propio Steven Spielberg invirtió su dinero en Quibi, plataforma fundada y presidida por Jeffrey Katzenberg, presidente de Disney durante diez años y uno de los fundadores de los estudios DreamWorks Animation. La plataforma tiene 51 producciones originales listas para ver según la demanda y otras 120 en diferentes fases de producción para estrenar solo durante el primer año. Los contenidos incluyen películas en capítulos de entre siete y diez minutos (equivalentes a una serie web), series documentales o de entretenimiento, y programas de noticias de entre cinco y seis minutos.
Con una inversión de 1.750 millones de dólares y cobrando más de 6 millones de dólares por hora de filmación, Quibi no es un proyecto marginal, sino una de las grandes apuestas del futuro. ¿Más nombres involucrados en la plataforma? Guillermo del Toro, Sam Raimi, Ridley Scott, Steven Soderbergh, Reese Witherspoon, Christoph Waltz, Sophie Turner, Laura Dern.
Amazon Prime sí produce series y películas, pero no parece darse por enterada de la gran pelea. HBO, por su lado, sigue produciendo películas para televisión y no parece interesarse en el anuncio de la Academia de permitir la competencia de películas estrenadas en streaming en los próximos Óscar, por lo que —se supone— su nicho seguirá siendo la televisión. Tratando de buscar una declaración de dicha compañía, se confirmó que el proyecto de servicio de streaming ampliado, HBO Max, programado para lanzarse este mayo, no llegará aún a Latinoamérica. Lo mismo sucede con Disney+, el servicio que, por el momento, solo está activo en Estados Unidos y Europa.
El ojo de América Latina
A pesar de la globalización, pareciera que a esta parte del mundo las novedades llegan siempre tarde. Pero ¿por qué desesperar por HBO Max o Disney+ si tenemos Netflix, HBO Go, Amazon Prime, Google Play o iTunes? Y a esa oferta podemos sumarle los servicios de streaming que ofrecen la cineteca de la Universidad de Chile; Cine.Ar; Retina Latina —la maravillosa página de cine latinoamericano fruto de un acuerdo logrado por los ministerios de cultura—; la recientemente estrenada Qubit.tv; o Cineaparte, la plataforma de cine peruano.
Si no sabe de lo que le hablo, amable lector, por favor, vaya a su dispositivo más próximo y acérquese a Google. Las tres primeras opciones son gratuitas, mientras que Qubit.tv es un servicio argentino de cine más independiente que comercial, cuya suscripción bordea los cinco dólares al mes, y Cineaparte es el Blockbuster peruano de nuestros días.
De Cineaparte nos hablan sus creadores, Laslo Rojas y Rafael Abarca, quienes lanzaron la plataforma en julio de 2017 con solo cinco películas. Pero esta suerte de filmoteca peruana en línea ha ido creciendo con el tiempo. Hoy su catálogo se divide entre películas libres y películas de alquiler. Entre largos, cortos y medios, cuentan con unas 600 películas disponibles, 40 de ellas en alquiler pagando desde cinco soles.
Para que una película llegue a Cineaparte, se requiere de un trato entre los representantes de la plataforma y los directores y productores. El requisito técnico indispensable, sobre todo para productos en alquiler, es que el producto se encuentre digitalizado. Y este es un problema al que se enfrentan muchos directores: no tienen las cintas digitalizadas y no están en condiciones de costear el proceso. Aun así, el catálogo es variado y el aislamiento social ha traído como consecuencia que el número de visitas a su página se triplique. ¿Y cuál ha sido la película más vista en esta pandemia ? “El limpiador, de Adrián Saba. Supongo que es el contexto adecuado para verla”, responden Laslo y Rafael.
Cineaparte es la opción para quienes miran con cierta envidia las plataformas de cine chileno y argentino. En el Perú, aún no es posible replicar esa experiencia, aunque el Ministerio de Cultura fue una de las instituciones que lanzó Retina Latina hace más de cuatro años. Pierre Emile Vandoorne, jefe de la Dirección del Audiovisual, la Fonografía y los Nuevos Medios (DAFO) del Mincul, destaca la participación del Perú en Retina Latina, pero reconoce que es una tarea pendiente el tener un repositorio de películas patrimoniales.
“Es el resultado de décadas de ausencia de una política de preservación audiovisual y la estamos asumiendo como una tarea compartida. Involucra al Estado principalmente, sin duda, pero también a las personas y organizaciones que mantienen archivos y colecciones audiovisuales. También a los productores que no siempre cuidan bien de sus propias obras después de que ellas han atravesado su circuito de exhibición”, refiere.
El Ministerio de Cultura lanzó hace dos años un fondo para proyectos de preservación audiovisual, lo que ha permitido identificar obras y colecciones que no estaban registradas, así como restaurar películas y colecciones audiovisuales de distintos tipos y épocas. Asimismo, están en curso proyectos para implementar un sistema de preservación audiovisual: la tan soñada cinemateca peruana.
Pero, ¿puede el cine peruano pensar en estrenos en streaming? Sabemos que la rentabilidad no es la misma, y que la principal aspiración de los creadores es llegar a una plataforma como Netflix después de su estreno en salas, pero esta realidad podría cambiar...lentamente. En esta pandemia hemos sido testigos de los esfuerzos que hacen instituciones como el CCPUCP, que ha transmitido de manera online algunas de las películas que estaban programadas para ser vistas en sus salas; o los mismos cineastas, por su cuenta, convocando a sesiones en línea previo pago de una módica suma, como lo hacen los hermanos Álvaro y Diego Sarmiento, creadores del documental Sembradoras de Vida en su perfil de Instagram.
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Hace un par de años DAFO lanzó un concurso de pilotos de serie para gestar proyectos destinados a televisión o plataformas digitales. También se cambiaron algunas características en los concursos de documentales —la duración mínima de las obras por ejemplo— para incluir proyectos pensados para formas de difusión y no sólo las salas de cine. Pierre Emile Vandoorne añade: “los apoyos a la distribución siempre han sido accesibles con proyectos de exhibición alternativa: en espacios públicos, centros culturales y salas alternativas. Pero sin duda el momento presente es propicio para pensar en la importancia de tener una mayor presencia de producciones nacionales en plataformas virtuales”.
Entonces, ¿el streaming ganó la batalla? Me atrevo a decir que sí...y no. Por un lado, no podemos ignorar que hace bastante se consolidó como espacio alternativo a la sala de cine, y que en esta pandemia ha sido salvadora para los cinéfilos y aún para los festivales: no olvidemos que Cannes tendrá su versión en línea, que la Academia de Hollywood ya anunció que aceptará que películas estrenadas vía streaming compitan en el Oscar. Pero, por otro lado, no hay cinéfilo sobre la tierra que no espere el día en el que se pueda volver a la butaca de la sala de cine y disfrutar de la experiencia única de la gran pantalla. ¿Con o sin pop corn? Esa es otra discusión.