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La poesía de Jorge E. Eielson en el libro "Habitación en Roma" - 1
Redacción EC

SANTIAGO BULLARD (escritor y periodista)

El talento poético de Eielson no se redujo al ámbito de lo verbal. Como Blanca Varela, y buena parte de la obra de Luis Hernández, sus versos se nutren de los silencios, de todo aquello que por no decirse habla con mayor claridad. Esto, al menos en el Eielson de “Habitación en Roma”, quien veía en la desolación de las viejas ruinas de lo que alguna vez fue un gran Imperio, una ausencia presente, un vacío tangible de piedra y mármol. En ese libro, como dice Ricardo González Vigil, “se cuestiona acerbamente la expresión verbal hasta su aniquilamiento”. 

EL LÍMITE DE VERBO

Tal aniquilamiento no tiene nada de sanguinario; muy por el contrario se presenta como algo natural y hasta con chispazos de humor. 

En un siglo en el que el lenguaje se ha adueñado de la reflexión filosófica y del credo literario, Eielson (que en este sentido fue un poco el San Juan de la Cruz del siglo XX) apuntó hacia una vivencia no verbal de la realidad, casi una mística sin dioses ni paraíso. 

Mucho antes que la tan celebrada posmodernidad se popularizara entre los artistas conceptuales latinoamericanos, él ya hablaba de “invalidar la palabra, en el caso de la escritura” y “el cuadro, en el caso de la pintura”. 

Para Eielson se trataba de un retorno, a través de lo que no dicen las obras de arte, hacia la experiencia misma del mundo. “Una toma de conciencia –decía-  mediante la cual uno ve que escribir, como cualquier actividad solitaria, puede ser una forma de castrarse”. 

Esta faceta del poeta recuerda a la actitud del filósofo Wittgenstein (cuya obra, dicho sea de paso, fue una lectura capital para Eielson). Ambos se preocuparon por los límites reales del lenguaje, la función de la metáfora, la expresividad del silencio, el ámbito de lo que está más allá de lo que puede decirse, de la extrañeza que puede generarle a uno su propia corporeidad, tan bien expresado en el poema “Via Veneto”: “me pregunto / si verdaderamente / tengo dos manos / si realmente poseo / una cabeza y dos pies / y no tan sólo guantes / y zapatos y sombrero / y por qué me siento / tan puro / más puro todavía / y más próximo a la muerte / cuando me quito los guantes / el sombrero y los zapatos / como si me quitara las manos / la cabeza y los pies”. 

VIDA Y LENGUAJE

Los poemas de “Habitación en Roma” son testimonio de un hombre que vivió intensamente el sentido del lenguaje y su relación con la vida. Si no fuera así, ¿para qué iba a dedicarle a esta cuestión algunos de sus versos más logrados y desgarradores? 

Tal es el oficio del poeta que reflexiona sobre el vacío del que se nutre su obra. Reina aún el silencio en los rincones de ese monumento que son sus versos. 

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