RAQUEL CHANG-RODRÍGUEZ
El “Primer nueva corónica y buen gobierno” (1615) del indígena peruano Felipe Guaman Poma de Ayala es una de las obras más excepcionales de la literatura iberoamericana. Sus 398 dibujos a tinta y 1.188 folios muestran cómo el autor asimiló la cultura europea y desde qué categorías mentales representó, en letra e imagen, el impacto de la llegada de los españoles a los Andes. Sus esfuerzos dan cuenta de un nuevo sujeto social, el indígena bicultural y multilingüe que con frecuencia –y este es el caso de Guaman Poma– maneja una compleja red de información y se propone como puente entre los diversos intereses que marcan la compleja sociedad colonial, separada en dos repúblicas, una de indios y otra de españoles.
Dirigida al rey de España, Felipe III, el manuscrito se terminó para 1615, como lo indica el autor en carta fechada en Huamanga (hoy Ayacucho), el 14 de febrero de 1615. Sabemos que en esa época algunos funcionarios coloniales así como otros cronistas tuvieron acceso al documento; este es el caso del mercedario Martín de Murúa, quien en las dos versiones de su crónica (c.1590; 1613) aprovecha imágenes e ideas de Guaman Poma.
“El primer nueva corónica” reapareció siglos después (1908) cuando el investigador alemán Richard A. Pietschmann la redescubrió en la Biblioteca Real de Copenhague donde el manuscrito reposa hasta hoy. En 1936 el antropólogo francés Paul Rivet publicó, con el auspicio del Institut d’ethnologie de la Universidad de París, un facsímil de la singular obra posibilitando así su estudio.
¿Quién era guaman poma?
Poco sabemos de la biografía de Guaman Poma a excepción de lo que él mismo nos dice en su obra o lo resumido de litigios suyos por posesión de tierras concluidos hacia 1600. Se cree que nació alrededor de 1535 pero se ignora dónde (¿San Cristóbal de Suntunto o Sondondo –como él mismo nota en el colofón de su obra–; Huánuco –como han señalado algunos críticos–).
Sí sabemos que vivió por un tiempo en el Cusco para después pasar a Huamanga y más tarde viajar a Lima. Según la información del cronista, tanto por parte de padre como de madre, proviene de un alto linaje –el materno lo emparentaría con la dinastía real de los incas, y el paterno con los yarovilca del Chinchaysuyo–; sin embargo, no hay evidencia documental para apoyar su reclamo a tan distinguida prosapia. Sí hay confirmación de su desempeño como intérprete porque hacia fines de la década de 1560 acompañó a Cristóbal de Albornoz en calidad de lengua en las campañas de extirpación de idolatrías en la zona de Huamanga; muy probablemente también trabajó como intérprete en el Primer Concilio Limense (1582-1583).
En libros pertenecientes a clérigos y misioneros con quienes alternó, llegó a familiarizarse con los escritos de importantes tratadistas de la época, por ejemplo, el dominico Bartolomé de las Casas. Esta información, conjuntada con la tradición oral andina tanto como su propia experiencia, constituyen las fuentes principales de este ‘magnum opus’ y le permiten al autor ofrecer interpretaciones y propuestas singulares sobre el dominio español en los Andes. El cronista enjuicia duramente el orden colonial y a quienes lo representan en el Perú, y propone un cambio radical. Al considerar qué aprecia o desprecia el autor, nos adentramos en una compleja red que incide tanto en su biografía como en su plan de “buen gobierno” donde los andinos desempeñarían un papel principal.
En la crónica, Guaman Poma reafirma la valía propia, de los suyos y de su cultura ante presuntos lectores u oyentes, sean estos europeos o andinos, indígenas o mestizos, alfabetizados o iletrados. Si bien la pluma transforma la palabra andina en letra e imagen, en ambas chocan, confluyen y se amestizan el saber tradicional y la moderna cultura europea. Conjuntadas de este modo, voz y letra, escritura e imagen, proponen una forma diversa de entender la realidad peruana y americana. El texto muestra la llaga cuando detalla las trágicas consecuencias de la conquista y del coloniaje.
Igualmente se proyecta como mensaje de esperanza cuando el autor indica qué se debe descartar, y aproxima soluciones fundadas en el mutuo respeto. Esa llaga y esa esperanza marcaron indeleblemente el pasado, y su memoria ahora signa el presente y el futuro de “Nuestra América” mestiza.