Rómulo Gallegos, el civilizador
Rómulo Gallegos, el civilizador
Redacción EC

RICARDO GONZÁLEZ-VIGIL

Crítico literario

Como político Rómulo Gallegos asumió los ideales democráticos contra los regímenes dictatoriales, respaldados por los caudillismos y cacicazgos regionales. Aceptó postular para senador y fue elegido en 1930, pero renunció y se exilió cuando el Congreso enmendó la Constitución para convertir al dictador militar Juan Vicente Gómez en  presidente constitucional. Antes, en 1928, había protestado simbólicamente contra la represión sufrida por los estudiantes, guardando silencio durante una clase tras decir a sus alumnos: “La lección de hoy es sobre moral cívica”.


Muerto Gómez, volvió de su autoexilio y fue elegido diputado en 1937. A partir de ese año,  la política lo absorbió quitándole tiempo y energía a su vocación literaria. Fue elegido presidente de Venezuela, en 1947, al frente del partido Acción Democrática. Fue un triunfo efímero: asumió el cargo el 15 de febrero de 1948 y en noviembre del mismo año un golpe militar lo destituyó. Su nuevo exilio duró diez años. Derrocado Pérez Jiménez, regresó aclamado por la multitud, como un patricio democrático reverenciado por su pueblo.

EDUCACIÓN CIUDADANA
Una misión común alimentó la labor de Gallegos como escritor, educador y político: civilizar a su pueblo para erradicar la barbarie que, desde los tiempos coloniales, genera la plaga interminable de los caudillos y los dictadores, manteniendo al pueblo en la ignorancia y el atraso, víctima de represiones sanguinarias que no respetan leyes ni derechos.


Enemigo de la violencia revolucionaria, Gallegos optó por la educación y las reformas progresivas. El crítico José González Boixo sintetiza su meta civilizadora: “solo a través de una verdadera educación el pueblo venezolano conseguirá ser una sociedad justa y moderna [...]; por eso contrapone educación a ‘instrucción’ o simple acumulación de conocimientos”. 

REGIONALISMO
Autor de once novelas, una treintena de cuentos y tres piezas teatrales (aparte de una versión dramática de “Doña Bárbara” y el guión “La doncella”, sobre Juana de Arco), destaca como uno de los mayores novelistas hispanoamericanos de la primera mitad del siglo XX. Su fama reposa básicamente en tres obras: “Doña Bárbara” (1929, revisada y ampliada en 1931, y corregida para la versión definitiva de 1954), “Cantaclaro” (1934) y “Canaima” (1935).


Cabe ubicarlo dentro del Regionalismo, tendencia realista que abordó la problemática rural de los países latinoamericanos, con significativos rezagos románticos: la idealización del alma nacional, el color local y la misión civilizadora, heredada de Sarmiento y otros escritores del siglo XIX. Se trata de la “novela de la tierra”, ambientada en la cordillera andina.  Gallegos retrató los llanos venezolanos en “Doña Bárbara” y “Cantaclaro”, y la selva en “Canaima”.

COMPLEJIDAD Y ALMA LLANERA
Se ha exagerado afirmando que los personajes regionalistas son “planos”, carentes de complejidad psicológica, aplastados por una naturaleza indómita. Y a pesar de encarnar “ideas” al servicio de una “tesis” civilizadora, los personajes principales de Gallegos  también poseen nervio y entraña de honda humanidad, la cual reluce plenamente cuando los ilumina el amor: la atracción creciente entre Santos Luzardo y Marisela (con momentos de gran intensidad lírica), también la conmoción erótica que produce Santos en “Doña Bárbara”.


Con relación a esta novela, destaquemos la reformulación que plantea de la propuesta de Sarmiento destinada a acabar con la “barbarie” implantando una “civilización” moderna, tratando de poblar el país con lo que consideraba una raza superior: la sajona (ingleses y alemanes), la gestora del desarrollo industrial en Europa y Estados Unidos.


Al comienzo, Santos participa de las ideas de Sarmiento, pero se siente seducido primero por la Naturaleza y luego por el “alma llanera”, encarnada privilegiadamente por la “bella durmiente” (hay que despertar a Venezuela mediante la educación) que es Marisela (hija de Doña Bárbara), con quien se casa y restaura la propiedad familiar original, dividida por el caudillismo. Rómulo Gallegos comprende que la tarea civilizadora debe hacerse amando lo autóctono.

Contenido sugerido

Contenido GEC