Rómulo Gallegos, un premio de novela
Rómulo Gallegos, un premio de novela
Redacción EC

RAÚL MENDOZA CÁNEPA 

“Los laureles son para los tallarines”, decía el poeta Lucho Hernández. Sin embargo, los premios no solo son ornamentos que sirven a la vanidad del creador, permiten ver la panorámica de los nuevos valores de la literatura y darles seguimiento. El Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos  contribuyó a tal fin desde que fue creado por decreto del Presidente venezolano Raúl Leoni el 6 de agosto de 1964.

Premiados

Al margen de las polémicas, el Premio aportó una mirada primigenia a la obra de varios autores importantes.  Tres años después de su creación, el primer lauro fue otorgado a Mario Vargas Llosa por “La casa verde”.  El autor dijo entonces en expresión de gratitud: “…otorgándome este premio que agradezco profundamente, y que he aceptado porque estimo que no exige de mí ni la más leve sombra de compromiso ideológico, político o estético, y que otros escritores latinoamericanos, con más obra y más méritos que yo, hubieran debido recibir en mi lugar. Pienso en el gran Onetti, por ejemplo, a quien América Latina no ha dado aún el reconocimiento que merece…”. El uruguayo había sido finalista con “Juntacadáveres”.

La segunda edición dio como ganador a por “Cien años de soledad”. Las obras finalistas que Gabo superó fueron: “Una meditación”, de Juan Benet (España), “Tres tristes tigres”, de Guillermo Cabrera Infante (Cuba), “Cuando quiero llorar no lloro”, de Miguel Otero Silva (Venezuela). El autor comulgó sosegadamente con la humildad y dijo en un memorable discurso: “Siempre he creído, en contra de otros criterios muy respetables, que los escritores no estamos en el mundo para ser coronados; siempre he creído y muchos de ustedes lo saben, que todo homenaje público es un principio de embalsamamiento. Siempre he creído  que los escritores no lo somos por nuestros propios méritos, sino por la desgracia de que no podemos ser otra cosa y que nuestro trabajo solitario no debe merecernos más recompensas ni más privilegios que los que merece el zapatero por hacer sus zapatos.”

En la tercera edición fue premiado por “Terra nostra”.  Logró dejar atrás a competidores grandes como Alejo Carpentier, Carlos Fuentes, Augusto Roa Bastos, Luis Goytisolo, Ernesto Sábato, Julio Cortázar, Adolfo Bioy Casares, entre otros.  En la cuarta edición Fernando del Paso se llevaría el lauro por “Palinuro”.

Abel Posse, por “Los perros del paraíso” ganaría la quinta edición. Posteriormente se llevarían el premio autores como Manuel Mejía Vallejo, Arturo Uslar Pietri, Mempo Giardinelli, Javier Marías, Ángeles Mastretta, Roberto Bolaño, Enrique Vilas-Mata, Fernando Vallejo, Isaac Rosa, Elena Poniatowska, William Ospina, Ricardo Piglia y Eduardo Lalo.  

Entre los finalistas peruanos destacan Alfredo Bryce Echenique (El hombre que hablaba de Octavia de Cádiz), Manuel Scorza (La tumba del relámpago), (País de Jauja) y Diego Trelles (Bioy). 

Años difíciles

Pese al objeto general de todo premio, este en particular se destinó  a perpetuar y honrar la obra del escritor venezolano Rómulo Gallegos.  Durante cincuenta años fue fecundo en descubrimientos literarios, no obstante, pasó por tramos accidentados.  En el 2005, el diario El País (España) publicó un artículo de Gustavo Guerrero, editor de Gallimard, en el que señalaba que “el premio fue creado en 1964 para honrar y perpetuar la memoria del autor de Doña Bárbara -y al mismo tiempo como alternativa o contrapeso a la creciente influencia de Casa de las Américas y la política cultural cubana-“. Decía luego Guerrero: “…en los últimos cuarenta años, había sido una de las instituciones más sólidas y acreditadas de nuestra república literaria, un concurso digno, liberal y abierto que, a diferencia de sus rivales cubanos, hacía gala de su independencia y no exigía ni a jurados ni a premiados una determinada afiliación política…” El crítico y editor denunció en aquel artículo que el jurado de entonces constituía un bloque político ideológico. 

Guerrero atribuyó la supuesta politización a que dos años antes Fernando Vallejo al recibir el galardón por ‘El desbarrancadero’ tuvo el atrevimiento de pronunciar un discurso en Caracas en el que ridiculizaba a Fidel Castro y de declarar que Bolívar y la Independencia habían sido un mal para nuestros pueblos. Guerrero cuenta, además, que el provocador Vallejo acabó entregando los 100.000 dólares ganados a la Sociedad Protectora de Animales.  En medio de las críticas desatadas desde España se llegó a pensar que el Premio desaparecería.

Sin embargo, el Premio siguió su curso.  Mantener la línea e ir en la búsqueda de promesas literarias es la única garantía para conservar su prestigio.

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