Terrence Malik: La línea entre el bien y el Malick
Terrence Malik: La línea entre el bien y el Malick

“¿Eres recto? ¿Amable? ¿En eso se basa tu confianza? ¿Eres amado por todos? Sé que yo también lo fui. ¿Crees que tu sufrimiento será menor porque amaste la bondad, la verdad?”. La voz parece salir de la mirada muerta de un joven soldado japonés que yace casi enterrado bajo los escombros, tras un sangriento combate. En aquella colina hay fuego, sangre, confusión, dolor. Solo la mirada compasiva del soldado Witt hacia el occiso parece calma.

Un humo denso y leves rayos de sol que bajan por las copas de los árboles separan los dos ejércitos de un nuevo enfrentamiento. Todo ocurre lentamente, en apariencia. Hay tensión, hay suspenso, hay miedo, hay silencio, sí, pero, sobre todo, hay poesía. Hay en esta escena también otros elementos recurrentes del universo de Terrence Malick: reflexión constante, voces en off que filosofan, piensan o recuerdan a través de flashbacks.

Esto es parte de un proceso cuidadoso y obsesivo hasta llegar a los límites de la compulsión —además de escribir los guiones de sus películas, filma mucho más metraje del que requeriría un guion normal, y puede pasar meses editando para al final ‘desaparecer’ a algún actor—, un rasgo que le ha valido sus mayores elogios, a la vez que sus mayores críticas.

Por La delgada línea roja (1998), su extraordinaria película sobre la batalla de Guadalcanal, a la que le pertenece la descripción y el texto inicial, recibió siete nominaciones al Óscar… y no ganó ninguno. Esto es una muestra de otra característica del cine de Malick: algunas de sus virtudes pueden fascinar a la Academia pero, finalmente, no termina de entenderlo. Quizá porque es un outsider (o tal vez lo sea por aquel motivo). Aquel mismo año, sin embargo, el Festival de Berlín lo premió con el Oso de Oro.

Malick, un cineasta con vocación de Salinger que no da entrevistas desde 1979, que rehúye de las fotos o las apariciones públicas, y que alguna vez pasó 20 años sin dirigir un filme, ha tenido en este siglo, sin embargo, un ritmo intenso de trabajo —estrenó cuatro películas y ha concluido su gran proyecto documental sobre el universo, Voyage Of Time—; y hasta se ha dado tiempo para sorprender a todos con una reciente aparición pública en el festival South By Southwest, junto a Richard Linklater y Michael Fassbender, para hablar de Song to Song, su nueva película, que retrata la escena musical de Texas, y es protagonizado por Fassbender, Rooney Mara, Ryan Gosling, Natalie Portman y Cate Blanchett. Es un buen momento para recordar la trayectoria de Malick y preguntarse, tras esta aparición inesperada, ¿abandonará a los 73 años su vida casi ermitaña?


Trailer de Song to song, la última película de Terrence Malik.


— El gran silencio —

“Los estadounidenses se sienten con derecho a la felicidad, y una vez que logran encontrarla, es como si les perteneciera […]. Si sienten que se les ha quitado, se imaginan que han hecho algo mal. Como una canción de Dylan: han celebrado el mundo en sus manos y dejado que se les escurra entre los dedos”, dijo Malick en aquella última entrevista de 1979 —brindada a Yvonne Baby para Le Monde— en la que promocionaba Days Of Heaven, su segundo largometraje, que obtuvo el premio a mejor director en Cannes.

En 1973 había sorprendido a la crítica con Badlands, cuando ni Sissy Spacek había sido Carrie ni Martin Sheen había vivido aún la locura coppoliana en Apocalipsis Now. Ambos son la pareja protagonista de esa sangrienta road movie, en la cual Malick dejaría claro que poseía una personalidad visual autónoma, profunda y de amplios alcances, que le valió la admiración de muchos, aunque otros no fueran capaces de entenderlo. Así, Malick ya empezaba a plasmar en hechos las palabras del filósofo Martin Heidegger: “El problema de la filosofía no es la verdad sino el lenguaje”.

Pero a ambos filmes les siguieron inexplicables años de silencio. Según algunas fuentes, este texano graduado de Filosofía en Harvard, estuvo trabajando como profesor en París durante algunos de esos 20 años que hubo de hiato entre Days of Heaven y La delgada línea roja. Esta última y El árbol de la vida (2011) pueden considerarse el resumen audiovisual de una propuesta filosófica propia, que enfrenta al hombre al mundo, pero también ve a ambos encontrarse, reunirse o disolverse. Con Malick, la felicidad siempre será cuestionada y estará en riesgo.

En 2005 dirigió El nuevo mundo, donde reunió a Christopher Plummer, Colin Farrell y la peruana Q’orianka Kilcher en su propia versión de la historia de Pocahontas. El 2012 hizo To the Wonder, ambas con críticas mixtas. Y es que la debilidad reflexiva de Malick puede no gustarle a muchos, pero tampoco los dejará indiferentes. Malick sabe que pensar es mucho más saludable.

“Sería difícil para mí hacer una película sobre la América contemporánea. Vivimos en tiempos muy oscuros y hemos ido perdiendo nuestros espacios abiertos. Siempre tuvimos la esperanza, la ilusión, de que había un lugar donde pudiéramos vivir, donde se podía emigrar e ir aún más lejos”, dijo también en aquella entrevista de 1979. Pese a que ya retrató lo contemporáneo en Knight of Cups (2015) y que también hay un mundo actual en la nueva Song to Song, lo cierto es que la polémica no lo abandona: tras el corte final de edición, el director decidió eliminar a Christian Bale y a Benicio del Toro. Arde Hollywood.