Jorge Valenzuela ha publicado un nuevo volumen de cuentos, Ficciones continuas (Garamond, 2021), en el que se permite ficcionalizar sobre algunos episodios de la vida de un puñado de intelectuales como Bárbara D’Achille, Ricardo Palma, Abraham Valdelomar, Mario Vargas Llosa, José María Arguedas, Julio Cortázar y Franz Kafka, y los vincula con temas afines a su narrativa: la violencia política y las relaciones de pareja. Así, resumidos, los cuentos de este nuevo libro han sido calificados de metaficcionales, atendiendo a que la especulación narrativa elige como personajes a artistas; sin embargo, los textos, más que aludir a su quehacer literario, optan por desarrollar facetas de su intimidad.
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Como miembro de la generación del ochenta, Valenzuela ha mostrado especial interés en desarrollar historias que reflexionan sobre la violencia política y, como no podía ser de otro modo, este tema abre el volumen, aunque con un tono novedoso en su acervo. En “Los apóstoles de Linneo”, la hija de Bárbara D’Achille repasa las últimas horas de la vida de su madre, al mismo tiempo que un narrador describe, con tono elegante e informativo, la suerte de los llamados ‘apóstoles’ de Carl Linneo, quienes perdieron la vida en cumplimiento de su labor científica. El lazo entre las dos líneas narrativas permite celebrar la labor de los hombres y mujeres de ciencia y su aporte al progreso de la humanidad.
“El espejo de Palma” es el único texto sobrenatural del conjunto de relatos, en tanto el juego de espejos entre el protagonista, Rónner, y Palma plantea varias preguntas al lector sobre su identidad: ¿es Palma un fantasma o una manifestación del deterioro mental de Rónner? ¿Es este último una reencarnación de Palma? La especulación narrativa parte de un profundo conocimiento de los últimos años de la vida de Palma —años sombríos y de disputas intelectuales con González Prada— para entregarnos una reconstrucción de la personalidad del tradicionalista, alejada del tono socarrón que acostumbramos a endilgarle a partir de su trabajo literario.
En el nombre del padre
En “Los otros”, se establecen patrones comunes a partir de lo que sabemos de Valdelomar, Vargas Llosa y Arguedas y la relación con sus padres. El personaje principal, Augusto, participa de un conversatorio en una posada en Cieneguilla donde se aborda la obra de los escritores mencionados y, al mismo tiempo, recuerda pasajes de su niñez marcados por las visitas a una casa similar a la el evento. Esta similitud lo llevará a una epifanía que le revelará las condiciones del abandono que sufrió de niño.
En “Cortázar”, Valenzuela reconstruye con mucho oficio la escena de uno de los cuentos más aplaudidos del escritor argentino, dotándola de espesor y realismo. Alejándose el componente fantástico de “Continuidad de los parques”, nuestro autor se detiene en los componentes de extrañeza y de suspenso de la escena —hay una alusión a Psycho, de Hitchcock— y hace suya la inquietud que Cortázar traslada a Jean Bernabé en la carta del epígrafe del cuento: “Estaba harto de los juegos estéticos, harto del relato fantástico, de la perfecta relojería del cuento […]” (p. 72). Hábil cultor del policial, Valenzuela pone en boca de uno de sus personajes una línea que es, quizá, la brújula del cuento: “A mí un policial existencialista me resulta decepcionante” (p. 75). Por ello, el tópico de la infidelidad revela la dicotomía realidad/ficción que late en el segundo plano de este relato.
El volumen se cierra con un díptico kafkiano que celebra al autor checo y especula sobre distintas facetas de su biografía. “Las fotos de Franz Kafka”: una aproximación a una afición por la pornografía; y “Las cartas de Kafka”: un contrapunto entre la conocida tensión entre Kafka y su progenitor.
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