Volver al futuro
Volver al futuro
Redacción EC

Siempre hemos vivido fascinados por los misterios del futuro, y lo demostramos consumiendo con avidez desde predicciones astrológicas hasta taquillazos cinematográficos. Desde magos vestidos con pieles hasta pitonisos hi-tec, pasando por Nostradamus, Jules Verne, Isaac Asimov, Philip K. Dick, Los Supersónicos o Futurama, el espíritu humano siempre se ha sentido intrigado por el porvenir y por sus efectos en nuestra vida. 
     Cuando pequeños, muchos creímos que con el nuevo milenio llegarían los autos voladores, y ciertamente no sucedió. Otros fantaseábamos con la posibilidad de comunicarnos en tiempo real a través de una pantalla y… apareció Skype. Hace 20 o 30 años —una microscópica fracción de la historia del hombre— nadie podía imaginar la asonada tecnológica que íbamos a vivir, y que ha transformado de manera dramática y transversal nuestra forma de ser, de comportarnos y de relacionarnos con los demás. Haga el experimento: asombre a un muchacho hablándole de una vida sin Internet y todo lo que conlleva, ni celulares, tabletas, computadoras personales, televisión por cable, videojuegos, cámaras digitales. Los expertos coinciden en que estamos solo en el amanecer de una nueva era, de una revolución que nadie puede predecir con certeza por temor a ser superado por una realidad que lo único que parece tener de permanente es su continua modificación. Sin embargo, hagamos el ejercicio de conjeturar el futuro. Podemos imaginarnos la vida dentro de cien años.
     Partiendo de la premisa de que “los economistas disponen de mejores herramientas que los escritores de ciencia ficción para predecir el futuro”, el español Ignacio Palacios-Huerta, de la London School of Economics, convocó a nueve colegas más (incluyendo a tres premios Nobel) y dio forma a un libro llamado "In 100 Years: Leading Economists Predict the Future". Recurriremos a algunas de sus conclusiones y las combinaremos con las de un estudio realizado por la BBC en colaboración con el futurista inglés Ian Pearson; las del físico-teórico estadounidense Michio Kaku, reunidas en su libro "La física del futuro"; y con las proyecciones de tres destacados científicos peruanos —Modesto Montoya, Rolando Páucar Jáuregui y Jorge Heraud— para darnos una idea de ese mundo que verán nuestros nietos (y nuestros hijos, y algunos de nosotros, si las predicciones médicas y genéticas se cumplen).

Telepatía, computadoras y súper cerebros
“La selección genética ya no se hará por la fuerza sino por las neuronas”, dice el físico nuclear Modesto Montoya, y lo que viviremos será un paraíso de ciudades inteligentes y de comunicación telepática. El estudio de la BBC afirma, por su parte, que “recoger pensamientos y reproducirlos en otro cerebro no será más difícil que almacenarlos en Internet”, y que “la telepatía sintética es completamente posible, siempre y cuando la comunicación se entienda como señales eléctricas y no como palabras”. 
     Sin ir tan lejos, hoy se puede controlar una silla de ruedas a través de aparatos que traducen ondas cerebrales. Algunos científicos ya mapean el cerebro para extraerle imágenes e incluso se estudia la posibilidad de grabar los sueños. Es muy posible que para el 2116, con el desarrollo de las neurociencias y la nanotecnología, se logrará aumentar poderosamente nuestra capacidad cerebral. El cambio será tan notable que se creará una división social entre quienes tengan cerebros aumentados y quienes no. También podremos conocer lo que piensan los demás. Con ello, el último resquicio de nuestra intimidad podrá ser vulnerable. Hace unos años el psicoanalista Alberto Péndola decía que al hombre contemporáneo solo le quedaban “sus pensamientos” como territorios privados e irreductibles. ¿Eso llegará a su fin? Los estudios aseguran que captando los impulsos eléctricos que circulan entre nuestras neuronas se podrá controlar con la mente las computadoras. 
     “En cien años ya tendremos computadoras cuánticas que harán en un segundo todo lo que es capaz de hacer hoy la más potente”, vaticina Montoya. Y con ello se abrirá una puerta insospechada: “Se podrán resolver problemas que hoy parecen imposibles, como la predicción de los fenómenos naturales o de catástrofes ambientales, pues las máquinas serán capaces de trabajar algoritmos y variables de gran complejidad”, explica el físico nuclear peruano.

Retos del clima
Es muy posible que el cambio climático genere grandes olas migratorias. Fenómeno que ya se inició en este siglo como explica el antropólogo Teófilo Altamirano en su libro "Refugiados ambientales: cambio climático y migración forzada". Ahí cita cifras, desde las más moderadas, que afirman que para el 2050 alrededor de 150 millones de personas en el mundo serán migrantes ambientales; hasta las más catastróficas, que aseguran que esta cantidad podría llegar al billón. Se prevé que el calor transformará territorios como Canadá y Siberia, que se volverán cultivables, lo que posibilitará la población de dichos espacios. También se cree que los desiertos se convertirían —por necesidad— en bosques tropicales. Extraeremos minerales, petróleo y gas de la Antártida (si no se derrite antes), aunque su dominio pueda generar conflictos bélicos. 
     Las proyecciones aseguran que en la Tierra ya no habrá suficientes recursos para alimentar a 10 mil millones de personas y se comenzará a cultivar en el mar: las algas servirán para alimentarnos y producir energía renovable y materias primas. Hoy se sabe que el fondo marino, debido a su biodiversidad, puede convertirse en una gran fuente de recursos alternativos (lo que, lamentablemente, podría generar una explotación brutal).
     Lo que provoca el cambio climático es irreversible: ante la destrucción de la mayoría de hábitats naturales, podremos revivirlos solo a través de ambientes simulados, como museos de realidad virtual (los más pesimistas aseguran que el mundo entero sería preservado como estímulos eléctricos programados en nuestro cerebro). 
     “El avance tecnológico ha traído el agotamiento de los recursos: la escasez del agua, la contaminación del aire y las catástrofes ambientales nos hacen pensar incluso en el colapso de la civilización”, dice el doctor Jorge Heraud, director del Instituto de Radioastronomía de la Universidad Católica. Por ello afirma el hombre buscará nuevas fronteras más allá del planeta. “Casi tan igual como sucedió hace millones de años atrás cuando la vida salió del mar y pobló la Tierra, hoy vivimos algo similar y nos proyectamos hacia el sistema solar, y quizá más allá. Una aventura que traerá una transformación genética que hará que quienes emigren al espacio ya no puedan volver al planeta, aunque eso no sucederá en cien años sino en mucho tiempo más”, agrega Heraud.

Robótica
“El mal sueño de una economía en la que los robots hagan todo el trabajo, incluso el de crear robots” parece que se concretará el 2116, según el Nobel de Economía Robert Solow. Otros, más optimistas como Edward Glaeser, de la Universidad de Harvard, sostienen que ello permitirá que los humanos ya no realicemos trabajos duros y mecánicos; esto provocará un cambio en la educación, la cual se reorientará más hacia las habilidades emocionales. 
     El físico estadounidense Michio Kaku cree que los robots del futuro serán modulares y no tendrán, como muchos imaginamos, forma humana, sino que cambiarán de apariencia según el problema técnico que deban solucionar: algunos se usarán como cirujanos de gran precisión. También habrá robots “emotivos”: estos podrán evaluar y emitir juicios sobre cómo reaccionar y a quién salvar, digamos, durante un incendio. El inglés Ian Pearson cree posible que alcancemos la inmortalidad digital: lograríamos descargar nuestra conciencia a una máquina por tiempo ilimitado. 
     La nanotecnología robótica permitirá crear aparatos microscópicos que recorrerán nuestros cuerpos como en las más alucinadas películas de ciencia ficción. “El actual resonador magnético más avanzado no será nada ante máquinas tan precisas que viajarán por nuestro organismo para corregir anomalías, curar enfermedades hoy imposibles o cambiar genes”, dice el físico nuclear peruano Rolando Páucar Jáuregui, quien es presidente del Instituto de Investigación para la Energía y el Desarrollo. 

El lenguaje
En un artículo publicado en The Wall Street Journal, el doctor en Lingüística John H. McWhorter afirma que “es probable que notemos dos cambios: uno, habrá muchos menos idiomas; y dos, las lenguas serán menos complicadas que lo que son hoy, más en su forma hablada que escrita”. Afirma también que, de las 6.000 lenguas que hoy hablamos, sobrevivirán unas 600. El idioma predominante sería el inglés, ya que el chino mandarín, pese a su crecimiento imparable, es muy difícil de aprender por un adulto no nativo. McWhorter asegura que “si los chinos gobiernan el mundo, es probable que lo hagan en inglés”. El tercer idioma en uso sería el español.
     Cuando viajemos a un país y hablemos con nativos, los entenderemos con los subtítulos que aparecerán en nuestros lentes de contacto. En la Universidad de Carnegie, en Pensilvania, ya se han creado prototipos para traducir del chino al inglés colocando electrodos en el cuello y cara de la persona que habla: estos captan las contracciones musculares y con mensajes electrónicos se traduce lo que se está pronunciando.

Medicina
Angus Dean, de la Universidad de Princeton, da por hecho que se encontrarán remedios para males como el cáncer, sobre todo a partir de los avances de la genética. Según Modesto Montoya, en un siglo es probable que la gente acuda a cirujanos para modificar sus genes, eliminar enfermedades o mejorar su descendencia. “Será algo cotidiano”, asegura. Gracias al desarrollo de nuevas y mejores vacunas desaparecerán también enfermedades virales que hoy son incurables. Así como hace 40 años desapareció la polio, el sida también pasaría a ser un problema menor. 
    
Lamentablemente la otra cara de la moneda será la aparición de nuevos males, sobre todo los causados por bacterias o virus que seguirán también su ruta evolutiva. Como ha sucedido en los últimos tiempos, los virus que afectan a los animales pasarán a los humanos. Esto se contrarrestará, sin embargo, con mejores diagnósticos médicos. Michio Kaku asegura que estos se harán con programas informáticos robotizados que permitirán tener hasta un 95 % de acierto en enfermedades comunes. Asimismo, un “doctor informático” dispondrá de un mapa con los genes de sus pacientes, y ordenará tratamientos acordes con sus características genéticas y sus historias clínicas. También cree que será posible el uso directo de células madre, capaces de transformarse en cualquier tipo de célula del cuerpo humano. Estos mecanismos de reparación celular serían los que nos mantendrían vivos por 100 o más años. Lo que nos lleva a un asunto sobrecogedor: Kaku afirma que, contra lo que pueda parecer, lo natural en la vida puede ser la inmortalidad: el ADN es una molécula que apareció hace tres o cinco millones de años, y es la misma que existe hoy. Morir quizá sea para lo que estamos programados, pero quizá también podamos reprogramarnos para continuar viviendo. 

Estilos de vida
Uno de los grandes cambios del futuro será la tecnología basada en el grafeno. Rolando Páucar explica que este cristal de carbono reemplazará al silicio actual y, por sus cualidades espectaculares como semiconductor, permitirá crear películas tan delgadas que transformarán totalmente las pantallas bidimensionales de estos días. Todo esto hará común el uso de hologramas y como en la ciencia ficción actual podremos mover los dedos y hacer aparecer pantallas de 360° que nos hagan ingresar a un mundo virtual. Estas pantallas cubrirán paredes enteras, serán flexibles y ultradelgadas. Y no resulta de más decirlo, Internet estará en todo: en muebles, mochilas, gorros, lentes. Parpadearemos y estaremos conectados. “Lo que hoy vemos como magia será realidad en el futuro”, reflexiona Jorge Heraud, citando a Arthur C. Clarke. 
     Los autos quizá no lleguen a volar, pero sí se conducirían solos.

Economía y geopolítica
La posible subcontratación a escala global y la deslocalización aumentarán la brecha entre países ricos y pobres, pero también propiciarán crecimientos económicos rápidos. El Nobel de Economía 2012, Alvin Roth, explica en "In 100 Years: Leading Economists Predict the Future" que la apertura de mercados no solo estimulará la competitividad entre empresas, sino también entre los trabajadores: “Para los que quieran competir, habrá desarrollos tecnológicos que los ayuden. Algunos de ellos, como las drogas que mejoran el rendimiento, ya están disponibles hoy en día, pero se perciben como repugnantes, una sensación que desaparecerá”. 
     Es posible que exista una única moneda electrónica global para facilitar las transacciones. ¿Y seguirán existiendo los países como los conocemos hoy? Algunos analistas creen que nacerá un gran gobierno global. Otros, como Ian Pearson, creen más en la aparición de pequeños países, incluso formados por corporaciones. Lo que es seguro es que seguirán los intentos separatistas y las guerras serán a control remoto. “Habrá hackers cuánticos de altísimo nivel —expresa Montoya—, esto podría generar una guerra tecnológica entre supercomputadoras”.

Amor y relaciones 
El Nobel Alvin Roth dice que, como viviremos más (alrededor de 100 años) y con mejor salud, experimentaremos con diferentes parejas. Asimismo, como los sistemas de mensajería instantánea crecerán hasta convertirse en hologramas hiperrealistas, solo necesitaremos proyectar a hombres y mujeres juntos para que hagan el amor. Por otro lado, con la aceptación del matrimonio gay (se prevé que por lo menos por el 80 % en Occidente), la unión tradicional declinará y se convertirá en contratos anuales. 
     Para el 2116 existirán formas muy sofisticadas de encontrar pareja, con gadgets y aplicaciones que cargaremos siempre para transmitir a las posibles parejas nuestra información y nuestra personalidad, y a través de los cuales podremos contactar con otro con quien podamos compartir nuestros deseos y caprichos. Respecto a la procreación, las mujeres se embarazarán tanto por un hombre o a través de inseminación artificial, esto promovido por la implantación pregenética, que permitirá que un embrión sea seleccionado sobre los demás, descartando, por ejemplo, los que tuvieran enfermedades congénitas o características físicas no deseadas.

Fusión nuclear y mundos (posibles)
En términos energéticos el gran cambio ya está en marcha. Se llama fusión nuclear y producirá energía limpia, a diferencia de la fisión nuclear actual, que genera desechos radioactivos. “En términos sencillos —explica Páucar— se trata de fusionar dos núcleos atómicos (de hidrógeno, por ejemplo), con lo que se generará tal cantidad de energía que será como traer un pedacito del Sol a la Tierra”. Existen ya tres proyectos para producir este tipo de energía y se cree que en 35 años se podrán tener los primeros resultados. “Será una energía sin precedentes. Solo se necesitaría de un reactor para alimentar toda 
Europa”, añade el  especialista. 
     “Esa es nuestra gran esperanza como humanidad”, asegura Jorge Heraud. “Esa energía que nos pueda servir por miles de años y que nos permita seguir adelante. Para ello la ciencia será crucial. Nuestra riqueza no está enterrada en una montaña, como se cree hoy, sino que está en nuestras mentes, en la organización de nuestras neuronas”. 
     Y esa energía inextinguible podrá llevar a la humanidad a territorios estelares. Según Heraud —dedicado al estudio del espacio a través de los radiotelescopios instalados en la Universidad Católica—, otro de los temas del futuro también será la búsqueda de vida en el espacio, algo que se inició científicamente a partir de 1960. “Nada es real para la ciencia si no se comprueba. Por ahora solo existen posibilidades de que no seamos los únicos en el universo. En el espacio profundo existen nubes de aminoácidos parecidas a las que originaron la vida aquí; entonces por qué no creer que haya vida estelar”. 
     El científico relata que hace poco volvió de una conferencia en California y el tema de moda fue Encélado, que es el nombre de una pequeña luna de Saturno donde puede haber alguna forma de vida. “Por efectos gravitacionales, esta luna dispara un gigantesco géiser de agua al espacio, un chorro que deja regadas en el vacío moléculas que por los primeros estudios contendrían las mismas sales que existen en los océanos terrestres”, explica. ¿Podrá haber vida microscópica ahí? Solo el tiempo lo dirá. 

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