Catorce años han pasado desde que Índigo, galería de arte ubicada en San Isidro, abriera sus puertas. Es un espacio joven, sí, pero consolidado, pues sus salones han albergado trabajos de reconocidos artistas como José Tola o Gerardo Chávez, y el de nuevas y talentosas figuras como Joan Alfaro o César Caycho.
En esta ocasión, y celebrando justamente su aniversario, Índigo ofrece al público las muestras Maestras del alma, de María José Rodríguez Larraín, y Wako World 3 Psychedelia, de Rafael Lanfranco.
Decidimos dar una vuelta por la galería y detenernos a observar el trabajo de Lanfranco, quien ha preparado para esta exposición 70 piezas, entre esculturas, pinturas y grabados intervenidos, cuyo hilo conductor es la evolución de su personaje: el wako. Pero ¿qué es el wako?
El artista nos explica que es un personaje que nació de sus ganas de crear un juguete, uno que integrara lo peruano con el art toy. “Ese fue el inicio, pero naturalmente la pieza fue evolucionando. Siempre me interesaron el cine, la narrativa y los fenómenos sociales de nuestro país, así que eso se fue plasmando en el trabajo que, desde una pieza, empezó a arrojar un mundo que se va haciendo cada vez más
complejo”, detalla.
En Wako World 3 Psychedelia, Lanfranco nos lleva a su creación —el wako— a través de un viaje fantástico, en el que emprende la búsqueda del propósito de su existencia para lo que debe superar obstáculos y encontrar respuestas. Él usa la psicodelia como metáfora para definir este viaje del yo, aquel que nos permite guiar nuestra energía en este mundo que nos ha tocado habitar. “Creo que, en este momento, este es el núcleo de todo mi trabajo,
y además es una pregunta que va a atormentar mucho a las generaciones más jóvenes. Somos un país diverso, complejo, geográficamente difícil y en perpetua búsqueda de un nosotros que armonice las tensiones de sus distintos grupos sociales y componentes”, dice.
Según su percepción esta búsqueda nos está llevando a revalorizar lo peruano en todas sus dimensiones. “Una prueba de lo que te digo son los logros colectivos que estamos alcanzando internacionalmente. La gastronomía es un enorme ejemplo, y, en menor dimensión pero con mucho impacto, la clasificación del Perú al Mundial de fútbol y la inmensa cantidad de peruanos que fueron a Rusia ha sido otro”, agrega.
El trabajo de Lanfranco gira en torno a la creación de personajes que expresan narraciones psicológicas, mitológicas y arquetípicas emblemáticas de su tiempo. Las historias que cada uno de estos cuentan son una metáfora de la larga odisea emprendida por el artista para encontrar una suerte de sitio en el mundo.
Sus personajes se preguntan constantemente: “¿Para qué estoy aquí?”, “¿cuál es mi propósito?”, “¿qué debo hacer?”. Y, claro, todas estas obras dialogan entre sí.
El existencialismo pop de los wakos de Lanfranco convive armoniosamente con la otra exposición montada en Índigo, titulada Maestras del alma, de la artista María José Rodríguez Larraín, quien presenta 15 cuadros de gran formato en los que cuestiona también, de alguna forma, el sentido de la vida.
Rodríguez Larraín llama a sus pinturas “maestras” porque reconoce a través de ellas un aprendizaje. Estas obras representan —según sus palabras— un proceso de búsqueda espiritual, una sucesión de enseñanzas.
Ambos trabajos plantean preguntas y reflexiones que seguramente interpelarán a quienes traspasen las puertas de la galería sanisidrina.