Pocas escenas resultan tan íntimas y vitales como la de ver lactar a un niño del pecho de su madre. Y cuántas obras de arte se han dedicado a reflejar este motivo. Sin embargo, quien visite la sala Checán del Museo Larco, descubrirá que el propósito de estas representaciones propias de ceramios moches no tiene que ver con reflejar la vida diaria en el antiguo Perú, sino algo mucho más complejo. Como nos explica Ulla Holmquist Pachas, directora de la institución, estas figuras trascienden la mirada cotidiana y se instalan más bien en el nivel del rito: es un sistema circulatorio de fluidos que propicia el contacto entre los mundos. Una actividad tan típicamente materna como la lactancia se enmarca en todo ese circuito ritual.
Hablamos de la leche, pero también del agua, del líquido amniótico, de la sangre, de la chicha, de la lluvia, del fluido seminal o de los riachuelos que fluyen desde las montañas hacia la costa. El coito, el parto, la lactancia, no son, como advierte Giannina Bardales, curadora del museo y responsable del manejo de la colección, temas separados. Se trata de representaciones vinculadas a una comprensión cíclica de la vida. “Todos los líquidos son importantes dentro de esta lógica circulatoria: en este caso, la leche fluye a través del cuerpo materno para nutrir a su criatura, lo que finalmente dará continuidad a la comunidad”, explica.
En el Perú antiguo, señala Bardales, la maternidad no era entendida como una actividad individual. Tenía que ver más bien con la continuidad de la comunidad y la regeneración constante de la vida. “Hoy las maternidades suelen vivirse de manera sumamente individualista. Ya no tienes ese sentido de tribu, el apoyo del grupo. Y es por eso que hoy esta experiencia puede vivirse con angustia, sufrimiento o incluso culpa. Es importante destacar que en la cultura andina, la maternidad se expresa en un sentido mucho más comunitario. La reproducción de la vida social era más importante que el individuo como tal”, afirma.
Holmquist añade: “En ese sistema circulatorio, el rol del cuerpo femenino es esencial. Termina siendo el cuerpo de la Pachamama. En el mundo andino los cuerpos son comprendidos como canales. Somos una suerte de títeres temporales, una carcasa atravesada por fluidos”.
La Vía Láctea
Si bien estos mitos pueden verse como una expresión específicamente andina, Holmquist advierte también su diálogo con visiones universales. Es por ello que, en la sala, vinculada a estas mamás milenarias, aparece un óleo cusqueño que representa a la Virgen de la Leche y su niño. “Toda divinidad tiene una madre que lo nutre. Lo vemos en la tradición cristiana, pero también en Egipto con Isis y Horus, o en las sociedades no occidentales, como Krishna alimentado por Yashoda en la mitología india. El héroe es aún un infante indefenso que necesita ser cuidado hasta convertirse en el elegido que debe cumplir su destino”, explica la curadora del museo.
Los mitos antiguos están más presentes de lo que creemos. “Poniendo estas imágenes una al lado de la otra conseguimos que la gente entienda que no estamos frente a un arte “primitivo”, sino que se trata de piezas de un alto nivel de complejidad, con una narrativa mitológica detrás”, señala la directora del museo. Ambas madres, Holmquist y Bardales, no solo celebrarán hoy su efeméride en familia: este 18 de mayo, festejarán también el Día de los Museos, fecha que marca tanto la reapertura del Museo Larco, como la profunda renovación de su galería erótica Checán, hace dos años.
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