Stanley Kubrick fue fotógrafo antes de ser cineasta. Por un tiempo trabajó como reportero gráfico de la revista Look, en Nueva York. [Foto: AFP]
Stanley Kubrick fue fotógrafo antes de ser cineasta. Por un tiempo trabajó como reportero gráfico de la revista Look, en Nueva York. [Foto: AFP]

La muerte de Stanley Kubrick, el 7 de marzo de 1999, fue repentina. Un ataque cardíaco lo sorprendió mientras dormía. Por la mañana su esposa, Christiane Harlan, despertó y descubrió el cadáver a su lado. Dicen los diarios que no pudo llorar.

Productivo y minucioso como era, el mundo ensaya ocasionalmente ucronías refiriéndose a él. ¿Qué habría hecho (o dicho) Kubrick si...? Por ejemplo, ¿qué pensaría del trabajo que hizo Steven Spielberg en la película Inteligencia artificial (2001), cuya idea Kubrick empezó a desarrollar en los setenta? Esta semana, el genio detrás de obras maestras de la cinematografía como La naranja mecánica, El resplandor, Espartaco, por mencionar algunas, hubiese cumplido 90 años. Y, como si el azar quisiera que recordáramos su cumpleaños y sigamos alimentando las fantasías kubrickianas, la semana pasada apareció la versión final de un guion que, lamentablemente, nunca se convirtió en película. Fechado el 24 de octubre de 1956, se trata de Ardiente secreto, una adaptación de la novela homónima del genial escritor austríaco Stefan Zweig, escrita en 1911.

                   —Un escritor llamado Stefan Zweig—
Nathan Abrams, profesor de cine en la Universidad de Bangor, en Gales, y estudioso experto en la obra de Kubrick, recibió la buena nueva y la difundió al mundo. Abrams le contó al diario El País que el mes pasado le escribió el hijo de un antiguo colaborador de Kubrick. Había encontrado el guion entre los papeles de su padre, que en su momento iba a trabajar en el proyecto, y lo había conservado. Es un documento de más de cien páginas, bajo el sello de Metro Goldwyn Mayer, y se trataría, siempre según Abrams, de una versión “lo suficientemente completa como para filmarse”.

Ardiente secreto no es una obra menor de Zweig. La primera edición de la misma, con una tirada de 10 000 ejemplares, se agotó rápidamente. La aceptación del público fue a la par de la de la crítica, y escritores como Hermann Hesse reconocieron su valor. Se trata de la historia de un joven barón que, de vacaciones en la localidad austríaca de Semmering, trata de sacudirse del aburrimiento intentando seducir a Matilde, una mujer judía. Para acercarse a ella, entabla primero amistad con su hijo Edgar, de 12 años, lo que da pie al desarrollo de una relación triangular de amor entre el barón y la madre; de celos, entre el niño y su madre, y de odio, entre el niño y el barón. La historia es contada, como era costumbre en Zweig, ahondando en los vericuetos de la psicología de cada personaje, y ofrece, así, un retrato complejo pero cercano de las emociones humanas.

En la versión de Kubrick —coescrita con el novelista Calder Willingham— la trama se traslada de Austria y la Primera Guerra Mundial a los Estados Unidos de los cincuenta. El barón se convierte en un depredador sexual, en la treintena, muy fascinante. El niño pasa a llamarse Eddie.

Sin embargo, Kubrick no fue el primero en inspirarse en dicha obra. En 1933 Robert Siodmak dirigió una película alemana basada en la novela y titulada Brennendes Geheimnis (que es el título original de Zweig). Tampoco es la primera vez que los libros de Stefan Zweig han inspirado proyectos audiovisuales. Historias como La paura, Carta de una desconocida o 24 horas en la vida de una mujer han sido adaptadas al cine en más de una oportunidad. La primera tiene en el trabajo de Roberto Rossellini, en 1954, la versión más memorable; mientras la última es el libro de Zweig que más ha fascinado a los directores. Destacan las adaptaciones de Robert Land (1931), Victor Saville (1952) o Dominique Delouche (1968).

                                  —El director ucrónico—
Ardiente secreto no es el único trabajo que Kubrick dejó en suspenso para alimentar los what if de sus seguidores. El más conocido de sus pendientes es la grabación de la historia de Napoleón, proyecto en el que pensaba recrear la vida y las batallas del emperador francés. Leyó centenas de libros y preparó minuciosamente los planos, el guion y las posibles escenas. Stanley Kubrick trabajó arduamente en la preproducción a finales de los sesenta, pero el plan finalmente no se concretó debido a sus descomunales costos: necesitaba 40 000 soldados, una ciudad para alojar a 50 000 personas, y lugares adecuados como campos de batalla.

Otro pendiente fue la realización de Inteligencia artificial. El proyecto fue concebido a principios de los setenta, pero la idea y el guion siguieron desarrollándose en los noventa. La película no se hizo realidad en las manos de Kubrick por diversos motivos, uno de ellos porque el director consideraba que las imágenes generadas por computadora no estaban lo suficientemente avanzadas como para crear a David, el protagonista. Él creía que ningún actor infantil podría interpretar al personaje con suficiente credibilidad. En 1995 Kubrick le otorgó I. A. a Spielberg, pero la película se filmó recién en el 2000. Fue como si Kubrick se sobreviviera a sí mismo.

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