Pintura de Proserpina, figura romana relacionada con la primavera. Se estima que la pintura data de 1565. Se encuentra en la Galleria Giorgio Franchetti alla Ca’ d’Oro, Venezia. (Foto: Getty)
Pintura de Proserpina, figura romana relacionada con la primavera. Se estima que la pintura data de 1565. Se encuentra en la Galleria Giorgio Franchetti alla Ca’ d’Oro, Venezia. (Foto: Getty)
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La es una figura recurrente en la literatura desde tiempos inmemorables. Es la protagonista de cientos, tal vez miles de poemas, y la figura relacionada con el renacer de la vida y la frescura de la juventud.

Esta forma de entender la primavera nace en la antigua Grecia, con la leyenda de Perséfone (llamada Proserpina por los romanos), la bellísima hija de Zeus y Deméter –la diosa de la agricultura y la cosecha– que fue raptada por Hades, el dios del inframundo.

Al percatarse su madre, Deméter, de la desaparición de Perséfone, empezó a buscarla sin descanso, desatendiendo sus obligaciones en el mundo. Entonces, el cielo se tornó plomizo, cayeron las hojas de los árboles, dejaron de brotar flores y frutos y se secaron las cosechas. Zeus, desesperado, acudió a su hermano Hades y le pidió que libere a su prisionera, pero él se negó, pues además de haberla hecho su esposa ella había comido seis granadas del inframundo y, según la leyenda, “nadie regresa al mundo de los vivos después de comer con los muertos”.

Zeus hizo un trato con Hades: Perséfone volvería a la superficie por seis meses y pasaría seis meses bajo tierra, un mes por cada granada que había comido. Hades aceptó y Perséfone volvió con su madre. Deméter explotó en alegría e hizo renacer las flores y la luz del sol. Había nacido la primavera.

Otros usos

La primavera también describe momentos en los que los pueblos se levantan contra tiranías. La primavera árabe del 2011, por ejemplo.

Adoptada por el arte

La primavera se convirtió así en la gran metáfora del nacer y renacer, donde la naturaleza y el alma de los seres humanos se abre a la posibilidad de un nuevo ciclo vital.

Caracterizada por ser la estación del florecimiento, la pintura y la poesía se apropiaron de ella. Escritores de la talla de Octavio Paz, José Martí, Antonio Machado o Gabriela Mistral han dedicado versos a esta estación.

La nobel de Literatura chilena, por ejemplo, escribió en 1924:


Doña Primavera

de aliento fecundo,

se ríe de todas

las penas del mundo…


Que así sea.

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