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Jorge Paredes Laos

Benito Taibo (Ciudad de México, 1960) es narrador, poeta, periodista y director de Radio UNAM, pero, sobre todo, un apasionado promotor de la lectura. Cuando habla de libros, agita las manos, se refiere a los personajes literarios como si fueran sus seres queridos. Aquella fascinación le viene de familia: su padre fue el escritor e historiador Paco Ignacio Taibo I, y su hermano mayor es Paco Ignacio Taibo II, también escritor y legendario creador del Festival de la Semana Negra de Gijón. Aunque ha escrito casi una decena de títulos —como Polvo (2010), Persona normal (2011) o Desde mi muro (2014)—, nunca presenta sus libros debido a un pudor que contrasta con su carácter desenfadado. Conversamos con él, hace unas semanas, en su oficina en la Universidad Nacional Autónoma de México, acerca de su participación en la próxima FIL Lima.


Creciste rodeado de libros, pero ¿en qué momento empezó tu interés por la lectura?

Estuve a punto de no ser lector debido a la obligatoriedad escolar: nos hacían leer textos que no eran adecuados para nosotros. Esos clásicos se transformaron en una especie de antídoto para el placer de la lectura. Lo peor que podemos hacer es obligar a una persona a leer. Sin embrago, tuve la enorme fortuna de que mi padre fuera un gran lector. Fue él quien, de manera muy amable y autónoma me acercó a la lectura. A los 12 o 13 años me volví lector, y decidí que eso era lo que quería ser en la vida.

¿Te consideras más lector que escritor?
Sí, por supuesto. No creo que pueda existir un escritor que no sea antes un lector. Aquel que se vanaglorie de serlo, me parece que es un cínico, y los cínicos no caben en este oficio. Yo soy, ante todo, un lector, un lector que escribe.

Me hace recordar una frase de Borges que dice: “Que otros se jacten de las páginas que han escrito; a mí me enorgullecen las que he leído”.
Ese es exactamente mi caso. Estoy mucho más orgulloso de los libros que he leído y siento más emoción por los que tengo todavía por leer. Hay más libros que estrellas; esto es un acicate para mí. La posibilidad del nuevo libro es siempre un atisbo de esperanza.

¿Qué libros actúan como faros en tu vida?
Sería una lista interminable, pero hay algunos que tienen que ver con el Perú, por ejemplo. A los 15 o 16 años leí Redoble por rancas e Historia de Garabombo, el invisible, de Manuel Scorza. Fue gracias a mi hermano que lo conocí, y me fascinó. Pero mi geografía literaria abarca el mundo entero… Los rusos, desde Dostoievski, Tolstói, Turguénev, hasta los norteamericanos, como Fitzgerald o Hemingway, me vuelven loco. Y el boom latinoamericano me vuelve triplemente loco. Particularmente, la literatura que nace a partir de él y que tiene que ver con México, como Jorge Ibargüengoitia, quien casualmente muere en el mismo avión que Manuel Scorza. Dos de mis ídolos mueren en el mismo vuelo. No sé si eso signifique algo, porque no creo en el destino, pero sin duda es una señal.

En el Perú, debido a los bajos índices de lectura, se vienen desarrollando iniciativas para fomentar este hábito, pero siempre sentimos que algo falla. ¿Cómo es tu experiencia aquí en México como promotor?
Creo que ese déficit del que hablas aplica también para México y el resto de Latinoamérica, y tiene que ver con la accesibilidad al libro. La mejor estrategia de fomento de la lectura es dejar que los libros estén cerca de las personas; esto quiere decir que sean baratos, que haya más bibliotecas y librerías, que en la escuela los jóvenes puedan leer sin tener que pagar por ello. Creo que ese es el primer paso, y lo demás tiene que ver con demás tiene que ver con el contagio benévolo y maravilloso que sucede desde tiempos inmemoriales —desde que el libro es libro como objeto cultural al alcance de todos gracias, primero, a Johannes Gutenberg [el padre de la imprenta] y luego a la revolución industrial—, que viene aparejado con la recomendación. Muchos leemos con esa brújula: ese otro parecido a ti que un día viene y te dice “toma, no has leído a Bryce Echenique y te lo estás perdiendo”.

¿Desde que te convertiste en este “espécimen que lee”, ves el mundo de una forma distinta?
Sin duda. El libro tiene un poder de transformación insuperable. Además, un lector no solamente lee libros, lee su mundo, lee su alrededor, lee al otro, lee a los que están junto a él.

Benito Taibo posa para la foto junto a fanáticos de Star Wars durante la presentación de un libro sobre la última película de la serie en el Feria Internacional del Libro de Guadalajara del 2015. (Foto: AFP)
Benito Taibo posa para la foto junto a fanáticos de Star Wars durante la presentación de un libro sobre la última película de la serie en el Feria Internacional del Libro de Guadalajara del 2015. (Foto: AFP)

En una entrevista contaste que cuando eras niño, en la escuela castigaba a los chicos enviándolos a la biblioteca…
Sí, eso sucedió durante muchos años en México. La biblioteca era un lugar de castigo donde mandaban a aquellos que se habían portado mal, y se lo pasaban fatal porque nadie les había explicado que ahí estaban rodeados por el universo, y que con solo estirar el brazo podían encontrar la maravilla, la pasión, el asombro, las esperanza, las lágrimas, la risa, el dolor que encierra cada una de las obras literarias. Y es que el enfoque hacia la conversión del no lector a lector pasó por muy malas estrategias. Pero hoy esto ha empezado a cambiar, y hay herramientas absolutamente poderosas que están contribuyendo al cambio, una de ellas es el Internet. Hoy nos damos cuenta de que estaban totalmente equivocados aquellos que pensaban que el Internet iba a destruir al libro y a alejar a los jóvenes de la lectura. Todo lo contrario. Han surgido montones de booktubers que cuentan a los jóvenes del otro lado de la pantalla sus experiencias con los libros. Estos chicos han llamado poderosamente la atención, y la industria se ha visto absolutamente asombrada con el fenómeno. Y claro, los críticos, los culteranos, los que hablan desde cajitas de jabón, dicen “pero leen por moda”, y yo les contesto siempre que también se leyó a Jean Paul Sartre por moda, a Susan Sontag, a Vargas Llosa... Porque lo que estás leyendo, insisto, no es solamente el libro, sino el tiempo; el espacio; el momento político, social, cultural que se está viviendo. Lo que hay que quitar es la connotación negativa que le ponen a la palabra moda, desde mi punto de vista.

Cuéntame un poco sobre este show que montas con tu hermano, donde cada uno representa un personaje literario. ¿Cómo nació? ¿Es algo que suelen hacer?
Fue un invento mío al cual luego Paco se sumó. Todo partió de una frase de Tomás Eloy Martínez, gran amigo nuestro, que dice “Somos, así, los libros que hemos leído. O somos, de lo contrario, el vacío que la ausencia de libros ha abierto en nuestras vidas”. Me puse a pensar, y es cierto, soy quien soy por lo que he leído, gracias a la otredad que me ha provocado la literatura. Yo soy Ana Frank, el Corsario Negro, Aureliano Buendía, Garabombo… Entonces, empezamos a hacer ese juego, que es completamente improvisado. Ha funcionado muy bien con los adolescentes que se acercan por primera vez y dicen “Coño, ¿todo eso puedes ser sin necesidad de moverte de tu asiento?”. Y cuando descubres eso, pues estás descubriendo el reino.

Además de novelas, has publicado también libros enfocados en la promoción de la lectura…
Sí, después de una novela histórica que me llevó mucho tiempo y esfuerzo, decidí escribir desde el alma, como mi padre me hubiera recomendado si hubiese estado vivo. Y publiqué Persona normal (2011), cuya intención era hacer una suerte de agradecimiento a los libros que cambiaron mi vida, a la literatura. Los jóvenes lo recibieron con mucho entusiasmo y, pese a que nunca tuvo la pretensión de ser un manual para comenzar a leer, acabó cumpliendo un poco esa función.

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