La guerra contra el SARS CoV-2 (ese que llamamos COVID-19) también se libra en un universo microscópico, al interior del propio cuerpo humano. Es una lucha entre proteínas: la del virus que busca infectar la célula y la del organismo que busca defenderse a través de anticuerpos. ¿Cómo ayudar a nuestro cuerpo a ganar esta batalla? De eso trata la investigación emprendida por los científicos en el mundo desde que se inició esta pandemia. En dotar a nuestro sistema inmunológico de armas para vencer a este enemigo desconocido.
Hasta ahora existen más de 100 proyectos de vacunas aprobados por la Organización Mundial de la Salud, algunos más avanzados que otros, pero todos en una carrera contra el reloj para hallar el antídoto contra el SARS CoV-2. Los más optimistas aseguran que estas pueden estar listas para el verano de 2021; y otros, los más pesimistas, lanzan la siguiente pregunta: ¿Por qué debemos estar tan seguros de conseguir una vacuna contra el nuevo coronavirus si la del sida lleva años de intentos fallidos?
Pero en esta carrera existen algunos atajos que pueden conducir también al objetivo final: detener la infección y salir bien librados de esta batalla. Ahí los anticuerpos cobran protagonismo. En términos sencillos, los anticuerpos son proteínas producidas por el propio sistema inmunológico para neutralizar la amenaza de los virus a los que constantemente nos vemos expuestos.
“Lo que se busca en el caso del virus SARS CoV-2 —explica Mirko Zimic, biofísico y jefe del Laboratorio de bioinformática, biología molecular y desarrollos tecnológicos de la Universidad Peruana Cayetano Heredia— es que los anticuerpos se unan a esa proteína larga que tiene el virus y que parece un brazo extendido, la cual termina en una protuberancia como si fuera una manito. Esta manito es usada por el virus para agarrarse de la proteína de la célula humana ACE2 e infectarla. Entonces, lo que se busca con los anticuerpos es agarrarle las manos al virus para evitar el contagio”.
Una bala de plata
La pregunta es cómo hallar el anticuerpo perfecto, mientras aparece la vacuna. En Bélgica, investigadores del Instituto Vlaams de Biotecnología, de la Universidad de Gante, están probando con alpacas y llamas, las cuales producen nanocuerpos que ya han sido probados con éxito contra el SARS CoV-1, y que ahora pueden ser efectivos para pacientes con el nuevo coronavirus; y en Suecia se están produciendo anticuerpos sintéticos humanos contra el virus.
En nuestro medio un equipo de investigadores de la Universidad Cayetano Heredia, liderado por los doctores José Espinoza y Patricia Herrera, también ha venido trabajando desde hace más de ocho años con anticuerpos de camélidos como alpacas y llamas para tratar la diabetes y la fascioliasis hepática, un mal común en Cajamarca, Junín y Puno. Ahora ellos tratan de trasladar esta experiencia a buscar anticuerpos contra el COVID-19 para lo cuál están buscando el financiamiento respectivo.
“En el caso de alpacas o llamas lo que hacemos es inocular a estos animales con una proteína o mezcla de proteínas que despierten una respuesta inmunológica. No se inocula el virus vivo, no se quiere enfermar a los animales, sino que desarrollen una respuesta inmune —explica la doctora Patricia Herrera—. Lo peculiar es que estos camélidos no solo generan anticuerpos convencionales, proteínas de cuatro cadenas, sino también de solo una cadena, lo que es suficiente”. En el extremo de esta cadena los biólogos aíslan la parte del gen que reconoce y enfrenta al cuerpo extraño, y a través de técnicas de biología molecular este es expresado, finalmente, en microorganismos (bacterias o levaduras) que producen esa proteína que se enfrenta al agente extraño lo que se conoce como el anticuerpo.
“Hemos generado anticuerpos contra dos proteínas de hepatitis, con una de ellas estamos haciendo pruebas para generar kits de diagnóstico para humanos. La idea es producir anticuerpos eficientes y económicos a nivel local. Y hemos desarrollado otro contra una enfermedad llamada fasciola hepática, provocada por un parasito más grande, un gusano, que ataca al ganado, alpacas, carneros, vacas y seres humanos”, añade. Ella cuenta que han llegado a tener una biblioteca de nanocuerpos como seguro la tienen también los científicos belgas, quienes están probando cuál de ellos funcionan para el COVID-19. Claro hay una gran diferencia entre lo que funciona en un laboratorio y lo que puede ser efectivo en la realidad. “Nadie puede decir que tener un nanocuerpo es tener ya la bala de plata. Todos quisiéramos tenerla, pero primero hay que probarlo”, enfatiza Herrera.
El método más sencillo parece ser utilizar la sangre de quienes se enfermaron con COVID-19 y se recuperaron. Por ahora se sabe que una persona que se infecta con el virus puede tardar entra una a dos semanas para generar anticuerpos contra el mismo. Algo que, en algunos casos, puede ser tarde, pues en ese periodo el virus ya se replicó y dañó las células del pulmón, corazón, intestinos o cerebro. Sin embargo, los pacientes recuperados mantienen los anticuerpos en la sangre, los cuales pueden ser aislados y aplicados a otros nuevos infectados para ayudarlos en su lucha contra el virus.
“El problema es —advierte el doctor Zimic— que estos anticuerpos tienen un tiempo de vida limitado y si se quiere sostener un tratamiento se tendrían que agregar nuevas dosis de anticuerpos a la sangre de los pacientes, algo complicado porque una persona que tuvo COVID-19 y se curó, solo podría ayudar a dos personas como máximo, pues no se le puede sacar demasiada sangre”.
Una posible Esperanza
El doctor Zimic, conjuntamente con el médico veterinario Manolo Fernández, lleva ya varios años en la investigación y desarrollo de vacunas veterinarias. A raíz de la pandemia, ellos a través de la empresa Farvet y el apoyo de la Universidad Cayetano Heredia, han iniciado el proceso para crear una vacuna contra el SARS CoV-2, la cual está todavía en su fase inicial. Sin embargo, han inyectado la proteína RBD del virus (“la manito”, como dice el doctor Zimic) a gallinas —a la primera de ellas bautizaron como Esperanza— para que estas generen anticuerpos. La idea de los investigadores es purificar los mismos y transferirlos a pacientes humanos en estado grave para tratar de salvarles la vida.
La investigación, que ya ha dado la vuelta al mundo, consiste en algo tan sencillo como efectivo: esperar a que la gallina se inmunice, genere anticuerpos en su sangre y que estos pasen a sus huevos, específicamente a la yema. “Si inmunizamos a miles de gallinas, podemos tener miles de huevos de los cuales podemos purificar una gran cantidad de anticuerpos para poder suministrar a los pacientes con covid”, agrega con entusiasmo el especialista.
Para ello habrá que esperar, sin embargo, unas semanas más: primero las gallinas deben producir las yemas inmunizadas (algo que debe suceder en unos días); luego estas serán administradas a ratones por vía subcutánea y oral de tres maneras: cruda, concentrada y con el anticuerpo purificado. Después, el análisis se repetirá en cerdos para comprobar, finalmente, si en la sangre de los chanchos aparecen los anticuerpos generados por la gallina. De ser así la sangre de estos animales será llevada a analizar al extranjero para comprobar lo más importante: que estos anticuerpos tienen la capacidad de neutralizar el SARS CoV-2.
Recién en ese momento, se podrán probar fase experimental en pacientes con COVID-19. “Y debemos demostrar, no podemos asegurarlo aún, que los pacientes que reciben la yema de la gallina inmunizada se pueden recuperar y salir más rápido de las unidades de emergencia”, afirma el doctor Zimic. Luego, hace sumas y restas, y dice que eso podría suceder a fines de julio. “¿Para Fiestas Patrias?”, le preguntamos: “Ojalá”, dice el biofísico.
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