En la televisión de los años setenta, en programas enlatados de contrastado blanco y negro, un niño rubio y pecoso hacía preguntas a un científico de mandil blanco, porte amable y respuestas paternalistas. Eran los tiempos en que aún eran populares los juegos de química, donde tubos de ensayos, el manual de química básica, el matraz y su mechero esperaban por el niño que iniciaba una vocación científica.
Una década siguiente, Carl Sagan, un astrónomo y profesor de la Universidad de Cornell, de peinado a lo Beatle, saco de pana y chompa con cuello Jorge Chávez, nos invitó a viajar por el espacio con un libro y una serie homónimas: “Cosmos”. Apelando a los aspectos más sencillos de la vida cotidiana, el entrañable científico nos explicaba las complejidades del Big Bang o la edad del universo. Otros autores se sumaron en la renovación de la divulgación científica, como su paisano Stephen Jay Gould o el británico Matt Ridley. En el Perú, Óscar Miró Quesada de la Guerra, el popular Racso, puede ser considerado el precursor del periodismo científico. Y su versión más contemporánea es, sin duda, Tomás Unger, quien tras casi medio siglo de puntuales colaboraciones entrega hoy su última página para El Comercio, decidiendo cerrar un ciclo. Estas líneas no celebran solo su notable continuidad periodística, sino cómo esta despertó la vocación de generaciones de hombres y mujeres de ciencia en el Perú.
Vocación como la de la bióloga Fabiola León Velarde, destacada académica de la Universidad Cayetano Heredia y expresidenta del Consejo Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación Tecnológica (Concytec). Para ella, tanto sus columnas como su serie de libros “Ventana a la ciencia”, que en la Feria del Libro de Lima convocaban a legiones de lectores que pugnaban por su firma, resultaban una tabla de salvación frente a la anomia. “Para quienes estábamos interesados en la ciencia desde pequeños, con muy pocos incentivos en el colegio o el hogar, Unger era un salvavidas. Cada semana podías encontrar los temas más cotidianos analizados con un enfoque científico, con claridad y siempre despertando el interés, sea sobre física o astronomía, biología o paleontología. ¡Qué tema no ha tocado Tomás!”, exclama.
“Para nosotros, Unger ha sido un personaje que nos ha ofrecido compañía y ejemplo, nos permite ver cómo la ciencia ha ido avanzando. Con su sencillez característica, ha calado en nuestra sociedad. Ojalá hubiera más autores como él”, añade León Velarde.
Despertar la vocación
La expresidenta del Concytec y profesora principal del Departamento de Ciencias Biológicas y Fisiológicas de la Facultad de Ciencias de la UPCH sabe bien que la divulgación científica es clave para definir las políticas necesarias para que un país haga suya la ciencia y la tecnología. Fabiola León Velarde imagina un futuro en que niños y jóvenes tengan contacto con revistas de ciencia, ferias y museos especializados. Sin embargo, la especialista lamenta que ese tiempo aún resulte lejano. “En el Perú no existe un solo museo de ciencias. Y mientras en Europa existen doctorados en Divulgación Científica, en nuestras universidades ni siquiera hay una maestría”, señala.
Con todo, hay razones para mantener la esperanza. No contaremos con más páginas de Tomás Unger, pero el periodista de 92 años sigue siendo visitado por nuevos divulgadores que, sea en papel o en YouTube, reconocen su magisterio, y que suman seguidores tanto en redes sociales como en ferias del libro. Y concluye León Velarde: “Tomás no solo ha despertado vocaciones de científicos, sino también de divulgadores y periodistas de ciencia en los últimos años. Siempre es para todos una inspiración”.
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