Hace poco recibí una invitación de la curadora Florencia Portocarrero para una sesión del curso de Teoría y Crítica de Arte Contemporáneo en la Maestría de Historia del Arte y Curaduría de la PUCP. Después de un breve recorrido sobre mis obras, se generaron algunas reflexiones de los alumnos. Uno de ellos afirmaba “que el arte amazónico goza de un lugar privilegiado en la escena artística; la participación en Arco Madrid y las exposiciones periódicas en las salas de arte le otorgaban —según él— un privilegio que no gozan otras corrientes del arte contemporáneo peruano”.
Actualmente, se presentan tres muestras de arte amazónico en Lima: “El lugar de los espíritus”, de Nereyda López y Santiago Yahuarcani, en el Icpna; “Kenebo, cartografía de la ecocosmología Shipibo-Konibo”, en la sala Luis Miró Quesada Garland; y “Metsá Nete: el hermoso mundo visionario de Chonon Bensho”, en la galería de la Alianza Francesa. Todas se ubican en el distrito de Miraflores y son curadas por el artista Christian Bendayán. Estas exhibiciones tienen su origen en las mitologías, sueños, actividades cotidianas y experiencias con la COVID-19. Varias obras son críticas abiertas a las políticas del Estado, pero también abarcan grandes temas de la naturaleza, lo divino, la belleza y la conciencia de nuestra propia existencia, o la fragilidad del ser humano.
Los imaginarios que se han creado sobre el mundo indígena han sido múltiples: desde la visión romántica del buen salvaje, que ha llevado a justificar múltiples crímenes y vejaciones en nombre de la civilización y el progreso. ¿Qué función cumple el arte en la sociedad indígena? ¿Es privilegiado frente a otras corrientes de arte contemporáneo?
Materialización de lo invisible
La pintura es una actividad ancestral, mágica y espiritual. En los mitos primigenios, encontramos referencias al primer pintor o al primer escultor. Aquellos personajes de la cosmología indígena vincularon sus creaciones a los grandes acontecimientos: los bailes, los rituales de caza, de siembra o de guerra. Los cuerpos desnudos eran cubiertos por diseños abstractos inspirados en seres divinos. Las columnas de las casas, los bastones y coronas ceremoniales, los bancos y las canoas formaban parte de una perfomance mitológica que se prolongaba por días.
La pintura no era una mera actividad temporal o de ocio. Para las mal llamadas culturas “primitivas”, es la materialización de lo invisible. La representación de su forma de pensar, de su universo conceptual. Es el reflejo de la arquitectura de los sueños, ese territorio de fantasías en que no caben la lógica ni la realidad. Plasmada e ilustrada en cortezas de árboles, lienzos y paredes de cemento. Los artistas indígenas, al crear artefactos de invaluable valor estético, están moldeando la historia del arte contemporáneo sin descuidar sus orígenes. Considero que, sumado a las prácticas sagradas de la coca y el tabaco, el arte es, en efecto, una práctica sagrada más, en la que lo ancestral y lo contemporáneo convergen sin ninguna disputa.
No podemos negar la presencia del arte amazónico en la escena peruana, cada vez con propuestas más vanguardistas. Pero preguntémonos: ¿Cuántas galerías de arte representan a artistas indígenas? ¿Hay presencia indígena en las ferias de arte?, ¿en las bienales?, ¿en las colecciones de museos contemporáneos? ¿Comparten en igualdad de condiciones los espacios de arte los artistas indígenas y urbanos? ¿Cuántos curadores de arte contemporáneo se han acercado al mundo indígena con un real interés, más allá de una mirada exótica o etnográfica? Todo el siglo XX, la voz del indígena ha sido silenciada y asumida por otros. ¿Cuánto de este paternalismo ha cambiado?
El mercado de arte también es otro asunto que no debe pasar desapercibido ¿Se respeta el precio de las obras? Es un secreto a voces, en el mundo del arte amazónico, el regateo al que son condicionados muchos artistas vinculados a la Amazonía. Espero que Elena Valera, Lastenia Canayo, Nereyda López, Olinda Silvano, Roldán Pinedo, Enrique Casanto, Gerardo Petsaín y otros creadores indígenas logren un comercio justo de sus obras, porque sería una gran tragedia que sus creaciones se convirtieran en el nuevo caucho del siglo XXI.
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