Mi gratitud y reconocimiento a mi maestro Carlos Alberto Seguín proviene del privilegio de haber participado de una relación significativa y trascendente como su discípulo desde 1952. Viajé a Londres a fines de 1963 a continuar con mi formación psiquiátrica y psicoterapéutica en el Instituto de Psiquiatría de la Universidad de Londres y a iniciar mi formación psicoanalítica en el Instituto de la Sociedad Británica de Psicoanálisis, regresando al Perú a fines de 1969 a cumplir con mi anhelo de iniciar el movimiento psicoanalítico en nuestro país, cuyo introductor teórico fue el profesor Honorio Delgado y su precursor indudable el profesor Seguín, con quien durante mi ausencia, mantuve un contacto epistolar permanente.
Lo que percibí en Carlos Alberto Seguín, como persona y psicoterapeuta, tiene que ver con mi identificación e internalización de su ideología consciente e inconsciente, su Weltanschauung sigue viva y estimula mi interioridad, en una mutualidad creativa de estar juntos, diferenciados, individualizados y separados. En nuestra concepción del ser humano y de la psicoterapia los acuerdos son mucho mayores que los desacuerdos.
El contenido ético de la psicoterapia
Lo que sigue es una síntesis de nuestro vínculo en el que aprendí mucho de aspectos de él y míos unidos en un Eros y Tánatos psicopedagógicos, psicoterapéuticos y humanos. La psicoterapia requiere situarse frente a uno mismo ante la inquietud y la incertidumbre humanas. La fuerza del poder destructivo en el hombre en nuestras realidades intrapsíquicas, intersubjetivas y transubjetivas es de tal magnitud que es indispensable fortalecer nuestro espíritu, con nuestro Eros integrado a nuestro Tánatos para alcanzar así libertad e intimidad personal y social dentro del medio circundante. El diagnóstico adquirirá una carga de trascendencia en el nosotros que es indispensable comprenderla, siendo necesario previamente comprenderse a sí mismo. La psicoterapia es una actividad de persona a persona, de alto contenido ético.
Seguín no solo sabía, sino que sabía enseñar. Decía que la vida había que vivirla, como dice Goethe, “En la integridad, la plenitud y la belleza”, con ansia de descubrir, con una pasión lúcida como digo yo, y con el intento de encontrar respuesta a interrogantes, enigmas y misterios. Esta alivia el sufrimiento del hombre no solo físico sino espiritual y psíquico. Es importante comprender la destructividad de uno, del otro y del nosotros, intentar superarla con una intención de resonancia social.
El psicoterapeuta es un hombre de ciencia, pero también un artista y su manera personal es insustituible. Al integrar lúdicamente su Eros y su Tánatos terapéuticos con sensibilidad y vibración afectiva creadora logra el placer y satisfacción de ayudar a otro ser humano. Hay que ser capaces de dar y de darse; es decir, de amar, pero también saber hacer pensar. Esto logra el inmenso disfrute de despertar vida interior. Así, se hace de la existencia algo trascendente, buscando si no la cura la mejora del alma, integrando pasado y presente, favoreciendo el futuro.
El psicoterapeuta como ser humano
Para Carlos Alberto Seguín era tremendamente importante el papel del médico en su relación con el paciente. En el V Congreso Internacional de Psicoterapia realizado en Viena en 1961 presentó por primera vez sus contribuciones e ideas básicas: el psicoterapeuta como ser humano con un significado trascendente, dando importancia a las fuerzas inmateriales y a los aspectos no objetivables de la realidad, readquiriendo conciencia de su humanidad como solución a lo que la ciencia deshumanizada no había podido ofrecerle. Es con el genio de Sigmund Freud y el psicoanálisis, que la psicoterapia constituye el método con mayor base y formación sistemática.
Seguín vio en la psicoterapia una forma especial de relación humana que actúa en virtud de la dinámica de la relación interpersonal en todas sus sutiles características y que lo llevó a plantear como posible definición que la psicoterapia es una forma de relación interpersonal en la que a través de experiencias emocionales correctivas se modifican rasgos indeseables de la personalidad. Es con Freud que se empieza la consideración seria de las fuerzas irracionales y de la afectividad como básicas en la conducta humana. La psicoterapia tendría como propósito hacer conscientes hechos y fenómenos reprimidos y así esa concienciación permitiría que esos hechos y fenómenos se pudieran contemplar y manejar a la luz de la razón.
Una generación de discípulos
Quiero recordar y agradecer la trascendencia del vínculo que une a los colegas y amigos que formamos parte del grupo del doctor Seguín; con ellos compartimos un mutuo y auténtico aprendizaje humano. Recordar entre ellos a Óscar Valdivia, a Sergio Zapata, José Alva, Carlos Crisanto, Enrique Ghersi, Renato Castro, María Antonieta Castro, Oscar Ríos, Humberto Napurí, Max Hernández, Mario Chiappe, Moisés Lemlij, Andrés Cáceres, Max Silva, Alberto Péndola, Elia Izaguirre, Rubén Ríos, Marcos Gheiler, y Alberto Perales quien merece una especial mención, no solo por haber logrado, por méritos propios, llegar a ser Presidente de la institución médica más relevante del país, la Academia Nacional de Medicina, sino por su persistencia y consecuencia en su auténtico compromiso creativo, amante de la medicina, del Perú y de la vida.
*El presente texto es una selección de fragmentos del artículo “Seguín y la psicoterapia. Aspectos de su vida y obra”, cedido por el autor de su libro “Ideología inconsciente” (2018)