Tomás Unger Golsztyn

Ha pasado más de medio siglo desde que empecé a escribir sobre ciencia. En este tiempo y a lo largo de mis 92 años de vida he sido testigo de enormes cambios, cada vez más ligados a la política y a otros aspectos de la vida cotidiana. Si damos una mirada atrás, y pensamos en el siglo XX como época de cambio, no hay en la historia ningún otro periodo que se le compare.

Al inicio del siglo XX no había aviación y el automóvil solo existía como un invento curioso, con tres ejemplares funcionales en todo el mundo. Ya se había inventado la radio, pero su potencial como medio de comunicación aún no había sido vislumbrado por nadie.

Uno de los primeros autos a motor. Londres, 1907. (Photo by English Heritage/Heritage Images/Getty Images)
Uno de los primeros autos a motor. Londres, 1907. (Photo by English Heritage/Heritage Images/Getty Images)
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Hacer un resumen de los todos los adelantos del siglo pasado es una tarea imposible, porque el número y extensión de los campos en los cuales se han hecho descubrimientos, inventos y avances es enorme.

Este panorama incluye los avances científicos que cambiaron nuestra visión del universo. Simplemente la ecuaciónc2, que explica la energía atómica, causó un cambio radical en la base teórica de la física. Hemos abierto la puerta de una nueva ciencia que conserva el nombre de “Física”, pero que es distinta a lo que era la física antes.

Expandiendo horizontes

Tanto en la física como en otros campos, nuestra imaginación se quedó corta. En mi vida, los descubrimientos han sobrepasado lo que los científicos más adelantados maquinaron. Un ejemplo es la astronomía, donde todos los límites cuantitativos de hace un siglo desaparecieron y nuestra imagen del universo se expandió, al punto que hoy estamos estudiando agujeros negros y supernovas en otras galaxias.

Tenemos telescopios gigantes descubriendo el nacimiento de galaxias cuya luz y radiación nos llegan después de unos 14 mil millones de años.

Hemos caminado en la Luna, y Marte ha pasado de ser un globo borroso con posibles civilizaciones a ser un territorio mapeado al detalle y mejor estudiado que el fondo marino. Este año se logró con éxito la desviación de un asteroide, dando por primera vez a la humanidad la capacidad de defender a nuestro planeta contra impactos cataclísmicos.

Apollo 11 - NASA, 1969. El astronauta Buzz Aldrin camina sobre la luna. (Photo by Heritage Space/Heritage Images via Getty Images)
Apollo 11 - NASA, 1969. El astronauta Buzz Aldrin camina sobre la luna. (Photo by Heritage Space/Heritage Images via Getty Images)
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De mi infancia a los bisnietos

Quienes visitan el aeropuerto Jorge Chávez pueden ver una réplica del avión que usó nuestro pionero: una obra de arte con maderas y tela, tanques de metal y manivelas, donde el piloto se las jugaba al descubierto. A los 7 años en Polonia, poco más de dos décadas después que Jorge Chávez cruzara los Alpes, volé en uno de los primeros aviones de pasajeros: un avión a hélice con cabina cerrada de metal, que despegó de un campo de pasto.

Cuarenta años después pude ver el Concorde, avión supersónico de pasajeros con una figura, materiales y propulsión inconcebibles en mi niñez. Este año una compañía japonesa ha presentado las primeras “bicicletas voladoras” (Hoverbike Xturismo).

En 1938, vine al Perú de la única manera en que se podía hacer entonces: en barco. Medio siglo después, tuve el honor de viajar en el BAP Humboldt con el Instituto del Mar del Perú (Imarpe) y nuestra Marina a la Antártida. El barco mismo, a grandes rasgos, no parecería tan diferente del barco en que viajé de niño; los avances extraordinarios los llevaba mayormente por dentro—sonares, radares, equipos de comunicación y posicionamiento satelital, etc.—dándole capacidades antes impensables. Tras las transformaciones que he visto en unas pocas décadas, sé que ni puedo imaginar lo que verán mis bisnietos cuando crezcan.

Circuitos y satélites

La electrónica y sus aplicaciones es donde se han dado algunos de los más grandes avances, y donde se puede apreciar el efecto multiplicador de la combinación de descubrimientos científicos. En un siglo hemos pasado de la transmisión telefónica de una vibración de sonidos por cable metálico a comunicaciones audiovisuales intercontinentales usando computadoras inalámbricas de bolsillo con más capacidad de procesamiento que las computadoras del proyecto Apolo.

De chico, las noticias urgentes llegaban por telegrama: docenas de palabras por minuto transmitidas por golpes de electricidad a través de alambres de cobre y señales de radio. Hoy vemos las noticias ocurriendo en tiempo real donde se den, gracias a microondas, satélites y cables submarinos capaces de transmitir señales digitales con millones de datos e imágenes por segundo a miles de kilómetros.

Todos estos logros son resultado de una combinación de incontables avances en física, química, astronomía, mecánica, geografía, ingeniería civil y electrónica, y múltiples otras ramas de la ciencia teórica y aplicada.

(Ilustración: Giovanni Tazza)
(Ilustración: Giovanni Tazza)

Genética y vacunas

Otra área donde la combinación de descubrimientos científicos y logros tecnológicos está resultando en avances acelerados y beneficiosos, es la medicina. Mis hijos ya no tuvieron que vivir bajo la amenaza de enfermedades devastadoras como la polio y la viruela que conocí yo. La microscopía electrónica que permite identificar átomos individuales, la espectrometría que identifica sustancias químicas, más descubrimientos en genética, resonancia magnética, laparoscopía, vacunas diseñadas alrededor del material genético de patógenos y otros avances están permitiendo diagnósticos, tratamientos y curas de enfermedades que en mi niñez dependían de un milagro.

Con la tecnología en desarrollo, hasta el hambre podría pasar a la historia. Si invertimos en los descubrimientos en genética y técnicas de producción terrestre, hidropónica y acuática, podrían desarrollarse cultivos cada vez más productivos y resistentes a plagas y desastres climáticos.

Una trabajadora de la salud prepara una dosis de la vacuna contra el coronavirus en el hospital Sant'Andrea en Vercelli, Piamonte, Italia, el 15 de abril de 2021. (MARCO BERTORELLO / AFP).
Una trabajadora de la salud prepara una dosis de la vacuna contra el coronavirus en el hospital Sant'Andrea en Vercelli, Piamonte, Italia, el 15 de abril de 2021. (MARCO BERTORELLO / AFP).

Ciencia y conciencia

En mis 92 años de vida he sido testigo de avances extraordinarios en la ciencia y en su aplicación. Todo campo de actividad humana ha visto transformaciones, desde cosas cotidianas como la disponibilidad de alimentos frescos o llamadas telefónicas, hasta proyectos de escala épica como el envío de sondas más allá del Sistema Solar.

Es cierto que también nos han traído al borde del abismo, con la amenaza de una guerra nuclear y un cambio climático acelerado. La ciencia, el conocimiento que nos da y las posibilidades que nos presenta, podrían considerarse un arma de doble filo.

Un ejemplo es la transformación energética a fuentes limpias y renovables—como la energía solar, geotérmica y eólica. Tras milenios de enfocar la ciencia en la combustión de recursos naturales y fósiles y haber generado un efecto invernadero que amenaza nuestra supervivencia, ahora estamos desarrollando medios para evitar, controlar e incluso revertir los daños del cambio climático, y gozar de un futuro sostenible. Todo es cuestión de conciencia y voluntad, tanto política como colectiva.

Uno de los más importantes cambios que he visto en mi vida es la creciente participación de las mujeres en todas las áreas científicas. Ya no hay límite –o ciertamente no hay excusa para que haya límites– para el trabajo y los logros de las mujeres en la ciencia.

"Ya no hay excusa para limitar la presencia de las mujeres en la ciencia" (Getty Images)
"Ya no hay excusa para limitar la presencia de las mujeres en la ciencia" (Getty Images)
/ SDI Productions

Un adiós final

El éxito del trabajo científico depende en gran parte de su divulgación, que permite su aceptación y apoyo, y el progreso tecnológico y social que conlleva. Esta es mi última página de ciencia, que termina casi medio siglo de periodismo científico.

El Comercio ha sido un aliado extraordinario de la divulgación científica todos estos años. No puedo terminar esta despedida sin mencionar a quien considero responsable de que esta página haya cumplido medio siglo: este es ‘Jan’, Alejandro Miró Quesada. Él fue quien me llamó para proponerme escribir una página de Ciencias.

Felizmente, la manera de cultivar el conocimiento está cada vez más al alcance de todos gracias a los medios digitales. El deseo de entender el cómo y el porqué de las cosas nace en los niños, pero la curiosidad, el interés y la fascinación se pueden alentar y saciar hasta el final de nuestra vejez. Tengo la esperanza que todos los medios de comunicación, agencias publicitarias y demás participantes de la comunicación social le dedicarán espacios y esfuerzos a la divulgación científica.


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