Puede sonar como una ocupación extremadamente deprimente o dolorosa, pero la doctora británica Kathryn Mannix asegura estar agradecida por los casi 40 años que ha pasado trabajando con pacientes en agonía. Ella es especialista y una de las pioneras en cuidados paliativos en el Reino Unido, trabajando para ofrecerle una muerte lo más serena posible a personas con enfermedades incurables e irreversibles.
Tras haber presenciado la muerte de más de 10.000 pacientes a lo largo de su carrera, Mannix escribió el libro Cuando el final se acerca, un recuento de experiencias clínicas, pero escrito con una prosa emotiva y vibrante que detalla su forma de lidiar con la muerte de otros. Y dentro de un par de semanas, ella llegará al Perú invitada al Hay Festival Arequipa 2019, del 7 al 10 de noviembre.
Antes de eso, Mannix responde a nuestra entrevista desde Londres y vía Skype, con una voz tan tersa que parece entrenada para la difícil profesión que ejerce. También parece calcular con mucho tino sus opiniones, como cuando se le consulta si cree en Dios: "Esa es una pregunta que he elegido no responder a nadie", afirma con una sonrisa.
¿Cómo decidió comenzar a trabajar en cuidados paliativos?
Yo comencé trabajando en medicina general y en tratamiento de cáncer, y descubrí que estaba mucho más interesada en cómo la gente que tenía alguna enfermedad incurable podía lidiar con su diagnóstico y con el hecho de seguir viviendo, a pesar de la inminencia de la muerte. En los años 80, cuando yo empecé mi carrera médica, existía muchos menos tratamientos contra el cáncer de los que existen ahora, por lo que veíamos a mucha gente muriendo prematuramente. Más o menos por esa época ingresé a trabajar en un hospicio, que se había construido cerca de mi casa, donde se aplicaban cuidados paliativos. Primero iba como voluntaria, pero luego me di cuenta de que ese trabajo estaba mucho más enfocado en la totalidad de la persona: su familia, sus emociones, sus dimensiones espirituales, así como sus padecimientos. Y desde ese momento amé dedicarme a ello.
Después de ver a tantas personas que llegan al final de su vida, ¿es posible que se pierda cierta sensibilidad frente a la muerte?
Creo que no se pierde sensibilidad. Pienso que si le preguntaras a una obstetra sobre qué siente cada vez que entrega a un recién nacido a los brazos de su madre en lágrimas, ella te diría que cada una de esas ocasiones es especial. Y lo mismo pasa para quienes trabajamos con aquellos que llegan al término de su vida.
¿Es más difícil tratar con los pacientes en agonía o con los familiares o personas cercanas de los pacientes?
Esa es una gran pregunta. Y depende mucho. Muchas veces son los familiares quienes buscan proteger al paciente y te piden no revelarle al enfermo que va a morir. Desde luego, todos actúan de esa manera por amor y bondad. Pero es una situación muy difícil. Una vez conocí el caso –y lo relato en el libro– de una mujer que estaba muriendo, pero no quería contárselo a su esposo. Pero él sí sabía lo que le pasaba a la mujer, pues se lo habían contado en el hospital, y aun así decidió fingir que ignoraba la situación. Era un caso en el que ambos asumían su soledad al no poder compartir un momento tan difícil. Eso te muestra cómo hay muchos familiares que no quieren lidiar con la inminencia de la muerte. Por eso hay que tratar esos casos con mucha delicadeza, evitar las divisiones dentro de la familia y hacerlos sentir que están ayudando a la persona que aman.
Como profesional en medicina, ¿cómo confronta las complejas y misteriosas dimensiones de la muerte? Por ejemplo, las creencias religiosas de los pacientes.
He aprendido que es muy importante respetar las creencias de cada persona. He atendido pacientes que creen profundamente en la vida después de la muerte, y también a ateos convencidos de que no hay nada más allá. Y lo que te puedo decir es que en ambos casos he visto mucho alivio gracias a sus creencias, ya sean cristianos, musulmanes o simplemente ateos. En cambio, he visto más angustia en aquellos que, por ejemplo, no sabían si debían llamar a un sacerdote o no; aquellos que no tenían sus ideas definidas, algo claro en lo que aferrarse, sea cual sea su fe o falta de fe.
Sé que usted no tiene una opinión definida sobre la eutanasia. Justamente por ello, ¿cómo lidiar con una persona que expresa su deseo de morir en un país donde no es legal?
Ese es un tema muy complicado. Aquí en el Reino Unido, como en la mayoría de países, la eutanasia no es legal y por eso no podemos ayudar a nadie a morir. En vez de eso, sí puedes hacer que alguien recupere las ganas de vivir. Algo que veo a menudo es que la gente tiene mucho miedo de la muerte. Imaginan mucho dolor y angustia, y eso es totalmente comprensible. Pero la verdad es que la muerte es un proceso mucho más gradual y apacible. Y eso es algo que nosotros los especialistas aprendemos a explicar a la gente para transmitirles paz mental. Sí es cierto que hay muertes dolorosas, pero estas son considerablemente menores a las muertes naturales. Entonces, si bien es lógico que la muerte es un hecho triste, creo que no tiene por qué ser algo a lo cual temerle.
Imagino que la situación varía entre países, pero ¿cree que el sistema de salud hace lo suficiente para proteger nuestro derecho a morir en paz?
Veamos, en el Reino Unido, los cuidados paliativos surgieron como una respuesta a los agresivos tratamientos contra el cáncer. En los años 60 estaba casi por completo enfocado en eso. Gradualmente fue cambiando y moviéndose a otras áreas, como los problemas cardiacos, las enfermedades pulmonares, la demencia. Hoy en día, en el Reino Unido, la mitad de pacientes que reciben cuidados paliativos no sufre de cáncer. En cambio, en otras partes del mundo sigue siendo muy difícil tener acceso a cuidados paliativos si no tienes cáncer. No sé cuál es la situación en el Perú, pero sé que en Chile, por ejemplo, es una especialidad de la oncología y para pacientes con otros males es muy complicado acceder a esos cuidados. Otra gran diferencia es que aquí es muy común tener a médicos generales con preparación en este campo. Por eso, lo que solemos promover no es tener más especialistas en cuidados paliativos, sino más bien tener los suficientes médicos, en cualquier especialidad, con la preparación para atender las necesidades de los pacientes en ese estado.
Por último, ¿cuál sería, en su opinión, la mejor manera de terminar nuestra vida? Para simplificar: ¿cómo le gustaría a usted morir?
Creo que me sentiría muy frustrada si no tuviera un lecho de muerte. También me gustaría que mi mente no se vea afectada por mi enfermedad; la demencia, por ejemplo, pienso que es algo muy duro. Pero sobre todo me gustaría tener la oportunidad de despedirme y de decir “gracias”, “lo siento”, “te perdono” y “te quiero”. Ten en cuenta que uno nunca puede tener la garantía de poder decir esas cosas una última vez. Así que le diría a cualquier que lea esta entrevista, que no espere a su lecho de muerte para decir esas cuatro cosas. Que las diga hoy, las repita la próxima semana, y ya luego podrá volver a decirlas justo antes de morir si le alcanza el tiempo.
EN EL HAY FESTIVAL AREQUIPA
- “Cuando el final se acerca”. Kathryn Mannix en conversación con Gonzalo Mendoza del Solar. 9 de noviembre a las 12 m en el Centro Cultural Peruano Norteamericano (auditorio).
- “Cuando el final se acerca. Kathryn Mannix”. 9 de noviembre a las 20:00 en la Universidad Católica de Santa María (auditorio William Morris).
- El Hay Festival se desarrollará del 7 al 10 de noviembre. Puedes adquirir tus entradas en www.hayfestival.org/arequipa