Cartografía animal, sala revólver
Cartografía animal, sala revólver
Max Hernández Calvo



En Cartografía animal Alberto Borea plantea un recorrido crítico por varios capítulos de la complicada historia reciente del Perú (décadas del ochenta y noventa), dando cuenta de su impronta en las generaciones que vivieron —y sobrevivieron— esa época.

La violencia política aparece en la serie “Arqueologías”, formada por cuatro grandes lienzos donde se superponen distintas vistas aéreas de escenarios urbanos de atentados como la calle Tarata o la Universidad San Cristóbal de Huamanga. Las imágenes, en blanco y negro y con grano reventado, recuerdan la fotografía de prensa de los ochenta. Los lienzos presentan perforaciones irregulares que actúan como “baches visuales” (el bache, todo un clásico peruano), y revelan otro lienzo debajo del primero y con imágenes similares: el conjunto retrata un territorio caótico y una ciudad en emergencia, pero también una suerte de excavación arqueológica en busca del sentido de la historia. Una arqueología que tiene mucho —demasiado— de antropología forense, idea reforzada por los agujeros de bala en los lienzos.

Otro eje temático es la corrupción, ásperamente graficada en “Sapito”: un juego de sapo que tiene en lugar del anfibio una figura que combina los rasgos de los presidentes de las últimas décadas (difuntos, presos, buscados por la justicia, investigados o bajo enormes sospechas; en el Perú tenemos gobernantes para todos los gustos). Y, como en el juego, este presidente-que-son-varios está a la espera de su moneda.

En el video “Cosas que no entiendo ni quiero entender”, la cámara hace un paneo de una habitación del Sheraton y, desde la ventana, observa el Palacio de Justicia. El uso del blanco y negro, la filmación nocturna y las distorsiones producto de las luces de la calle imprimen un carácter clandestino a la escena. El contrapunto entre espacio privado y poder público y el puente visual trazado entre ambos constituyen una sugerente metáfora sobre los manejos secretos de la justicia y los poderes del Estado.

La idea de la ley, vista en términos de las fuerzas del orden, aparece en “Onradez”, en la que varios bastones de policía se fusionan formando una cuadrícula: una estructura (jerárquica), una reja (cárcel) y un tramado (urbanístico). Pero su disposición en diagonal, que recuerda una grilla neoplasticista à la Theo van Doesburg, y su deliberado error ortográfico en el título, lúdicamente, sugieren una imposibilidad: sin honestidad la ley está en jaque; a fin de cuentas, los bastones han sido inutilizados en su combinatoria.

La policía también es citada en “Poesía”: un casco de policía intervenido con un enorme visor de colores (que recuerda a los cascos usados por del dúo de música electrónica Daft Punk) ironiza sobre la autoridad.

En el plano ideológico, el machismo prevalente aparece en “Liana”, formada por corbatas antiguas amarradas unas con otras, que van del piso al techo. El título mismo parece remitir a figuras hipermasculinas y bastante primitivas como Tarzán, mientras que su material cita los códigos de vestimenta y de género. La línea diagonal formada por las corbatas está pautada por las partes que cuelgan y que activan asociaciones fálicas. Al mismo tiempo, la corbata lista para usarse y que cuelga en su extremo parece una horca.

Borea ofrece una mirada de amplitud regional en “Aspiradora”. Una larguísima manguera de una aspiradora industrial, puesta junto a una pared, traza sobre el muro el contorno de un mapa de América del Sur. La máquina invita a pensar tanto en la idea de suciedad (material, moral, etc.) como en el expandido trabajo de limpieza (basado en mano de obra barata, no cualificada y mayoritariamente femenina), vinculando ambos y el continente. Pero esa limpieza es también de la historia misma, siempre en proceso de purga (el Perú no es excepción): ¿qué, quién y para quién limpia?

“Memoria” parece resumir las preocupaciones del artista: un refrigerador desvencijado cuyas puertas mal cerradas emiten luces parpadeantes azules y rojas (de patrullero policial). El desconcertante efecto, un cruce entre discoteca y redada, sugiere una memoria signada (¿traumada?) por la inseguridad.

La cartografía que Alberto Borea nos ofrece mapea una identidad generacional en la que la desconfianza y el estado de alerta son la contracara de una permanente búsqueda de algo mejor.

Revólver

Av. El Bosque 291, San Isidro. Hasta el 16 de diciembre.


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