Tal diferencia en el desempeño intelectual, social y físico tiene un nombre: cronotipo.
Tal diferencia en el desempeño intelectual, social y físico tiene un nombre: cronotipo.
/ SeventyFour
Juan Luis Nugent

Que algunos funcionamos mejor por las mañanas que por la tarde/noche y viceversa es una constatación a la que se llega simplemente viviendo. Pero, para quienes indagan con un poco más de rigor científico, tal diferencia en el desempeño intelectual, social y físico tiene un nombre: cronotipo.

Los cronotipos, además, cambian a medida que vamos envejeciendo. Así, el jet lag social —esa sensación de somnolencia y aturdimiento por la que pasan aquellos que empiezan la jornada antes de sus mejores horas— tiende a manifestarse con mayor frecuencia en la mañanas para los adolescentes, puesto que, en ese momento de sus vidas, son biológicamente más “nocturnos”, por así decirlo.

Un artículo de Ars Technica explica que determinar cómo el horario escolar afecta el rendimiento de los adolescentes es difícil, pues, en la mayoría de países, las clases son solo matutinas y no se puede comparar el desempeño a otras horas. Sin embargo, una investigación en Argentina ha hurgado con mayor precisión en este aspecto al comparar hábitos y horarios de sueño versus rendimiento académico en alumnos de tres turnos distintos: mañana, tarde y noche. Entre los hallazgos más resaltantes, se constató que los más perjudicados con el jet lag social son los del turno matutino.

“(...) No es solo el cronotipo lo que se asocia con un mejor rendimiento académico, sino que la sincronía entre el cronotipo y el horario escolar es también importante: cuando coinciden es cuando se da el horario más adecuado para el aprendizaje”, explica en una nota de prensa la neurocientífica María Julia Leone, quien dirigió al equipo de investigadores. Aunque falta profundizar en la prueba, plantearse abandonar el horario escolar matutino en favor del bienestar de los adolescentes suena como el siguiente paso lógico. Ya toca.


Señales de radio

A 500 millones de años luz, una misteriosa señal de radio es captada en nuestro planeta, ¿qué significa?
A 500 millones de años luz, una misteriosa señal de radio es captada en nuestro planeta, ¿qué significa?
/ cemagraphics

Se llama ráfaga rápida de radio (FBR, por sus siglas en inglés) a las fugaces señales radiales del espacio exterior que se pueden captar con un radiotelescopio en la Tierra. reporta que radioastrónomos canadienses han logrado identificar una FBR que se repite cada 16 días y que se calcula debe salir de una galaxia a 500 millones de años luz. Entre setiembre de 2018 y octubre de 2019, la misteriosa señal se manifestó en ráfagas durante cuatro días, para desaparecer por doce y reaparecer en el día 16. Pero no nos adelantemos; es casi improbable que esas señales provengan de alguna civilización alienígena. La teoría más aceptada señala que proviene de sistemas binarios en los que existe una gran estrella (como el Sol) y una estrella de neutrones (como será el Sol cuando se apague, digamos), y esta última emite señales que llegan a nosotros de manera intermitente por interferencia del viento estelar. Para encontrar alienígenas en la radio, felizmente, existen programas locales que cubren esa demanda.


Como en la biblia

Uganda lucha contra una plaga de langostas incontrolable.
Uganda lucha contra una plaga de langostas incontrolable.
/ texturis

Moisés lo advirtió en su momento y el cambio climático también viene haciendo lo propio, pero ahora el problema es incontrolable. Reuters reporta que, desde enero, una plaga de langostas asola la zona conocida como el Cuerno de África, al extremo nororiental del continente. Somalia, Etiopía, Kenia y, recientemente, Uganda han sido asoladas por este flagelo.

Se calcula que un enjambre de estos insectos puede abarcar una extensión de 40 kilómetros de ancho y 60 de largo, y que solo en un kilómetro cuadrado pueden llegar a consumir tanta comida en un día como el equivalente a 35.000 humanos, explica un artículo de Wired. Café y otros granos de vital importancia se ven amenazados por las langostas. Duros recordatorios periódicos de que este planeta nunca perteneció a los humanos.


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