Sus libros “Fahrenheit 451”, “Crónicas marcianas” y “El hombre ilustrado” fueron adaptados al cine. (Ilustación: Giovanni Tazza).
Sus libros “Fahrenheit 451”, “Crónicas marcianas” y “El hombre ilustrado” fueron adaptados al cine. (Ilustación: Giovanni Tazza).
Marcela Robles

Ray Bradbury no era de este mundo. O, mejor dicho, su cuerpo estuvo en la tierra, pero su mente siempre fue interplanetaria. Su pensamiento astral, cósmico y universal nos permitió viajar por la profecía de un futuro que él avizoraba e incluso temía, ya que además de peligros inminentes implicaba la advertencia de que no apreciábamos lo suficiente el presente que estábamos viviendo, sin prestarle la debida atención. Aunque, a fin de cuentas, su principal hallazgo terminó siendo nuestro planeta interior, el linaje de nuestra humanidad.

El término ciencia ficción fue acuñado en 1926 por Hugo Gernsbacher (que luego devino en Hugo Gernsback), editor y fundador de la revista “Amazing Stories”, un escritor luxemburgués que emigró a Estados Unidos. Su proyecto consistía en actualizar las narraciones de imaginación fantástica basada en el conocimiento científico del siglo XIX, ya que las historias de H.G. Wells o Julio Verne se consideraban capaces de difundir temas de ciencia y tecnología entre lectores no especializados. Pero Gernsback quería ir más allá del puro entretenimiento y fomentar en los jóvenes el deseo de aprender sobre materias que les fueran de utilidad.

Bradbury emergió de la llamada América profunda. Nació en 1920 en Waukegan, Illinois (parte del Medio Oeste americano) en una familia de escasos recursos que solía mudarse constantemente en busca de una vida mejor. Debido a ello solo pudo terminar la secundaria y no pasó por la universidad. Por lo tanto, la formación de Ray fue autodidacta. Gracias a su pasión por la lectura, realizada sobre todo en bibliotecas públicas, descubrió, entre otras cosas, los cuentos publicados en las revistas pulp de la época. Bradbury admitía que siempre estuvo interesado más en la ficción que en la ciencia, pero, con excepción de “Fahrenheit 451″, su más famosa novela, le gustaba considerar sus escritos como fantásticos. En 1934, cuando tenía 14 años, su familia se mudó a California, donde finalmente empezó a echar raíces y a expandir y compartir su extraordinaria creatividad y talento.

Descubrir el universo

¿Por qué escribir sobre el futuro? En una de las tantas ediciones de sus libros se menciona en el prólogo que los escritores lo hacen por cientos de razones. Porque quieren escribir sobre mundos que aún no existen, porque es mejor mirar hacia adelante que mirar atrás, porque creen que pueden contribuir a iluminar el camino que esperamos (o tememos) que la humanidad pueda tomar. Y porque se sienten en la necesidad de prevenirnos de alguna manera, de alentarnos y de imaginar lo que vendrá.

A través de la fantasía y la ciencia ficción, en un universo poblado de cohetes, naves espaciales, estrellas fugaces, casas inteligentes que devoran personas y realidades distópicas, Bradbury indagó sobre asuntos trascendentales como el avance de la tecnología, la libertad, lo complejo de las sociedades, el autoritarismo y la condición humana. Eso lo llevó a ser uno de los escritores más influyentes de su tiempo, tanto en su género como en la cultura pop del siglo XX, junto a las mentes brillantes de Isaac Asimov y Arthur C. Clarke. Sus obras inspiraron películas y series de televisión en las que también participó como guionista. Entre ellas, “La dimensión desconocida”, “Alfred Hitchcock presenta” o “Los Simpson”. Escribió nada menos que el guion de “Moby Dick”, filme que dirigió el gran John Huston.

A saber

La obra de Bradbury incluye más de 700 cuentos esparcidos en revistas, periódicos y libros, diez novelas, obras dramáticas y tres colecciones de poemas. Resulta imposible soslayar el aliento lírico que alimentan sus relatos. 

Yo era apenas una adolescente cuando lo descubrí. Lo primero que leí fueron los cuentos incluidos en “El hombre ilustrado”, y al terminar el libro me puse a perseguir todo lo que había escrito. Desde entonces comprendí que no solo había sido cautivada por sus historias (que me mantenían alucinando durante días enteros) sino que se amplió mi visión del universo, ese lugar infinito, muchísimo más vasto e interesante que el que solía imaginar. Luego vi “Fahrenheit 451″ (1966), la hermosa adaptación que dirigió François Truffaut, incluso antes de leer la novela. Y eso terminó de sellar mi amor por los libros y la lectura. La escena en la que Guy Montag, el personaje principal (interpretado por un inspirado Oskar Werner como el jefe de bomberos que incineraba libros) empieza a leer por primera vez a escondidas, con la curiosidad y el asombro de un niño, está entre las más emocionantes que he visto en el cine.

Ray Bradbury falleció en el 2012 en Los Ángeles, California, a los 91 años, en pleno reconocimiento de su extensa y magnífica obra. El realizador mexicano Guillermo del Toro se ha referido a él de esta manera: “Era un humanista antes que todo. Bradbury nutrió mis esperanzas juveniles, el vuelo de mi imaginación. Su alma era gentil, pero su imaginación era feroz”.

Contenido sugerido

Contenido GEC