El video de Gillete ha sido reproducido millones de veces en YouTube, con una gran mayoría de reacciones negativas.
El video de Gillete ha sido reproducido millones de veces en YouTube, con una gran mayoría de reacciones negativas.
Natalia Molina

“¿Es esto lo mejor que un hombre puede ser?”. La pregunta la plantea la marca Gillette en un reciente spot publicitario cuya narrativa propone que los hombres dejen de lado actitudes violentas —perjudiciales tanto para ellos como para las mujeres—, y asuman un nuevo modelo de masculinidad enfocado en el respeto y cuidado. Aunque a muchos la premisa les parezca sensata, el anuncio generó polémica mundialmente, y originó debates entre quienes defendieron el mensaje y quienes consideraron “una ofensa representar a la masculinidad de manera negativa”.

La masculinidad y la femineidad son construcciones sociales, por lo que pueden modificarse. En esta línea, el anuncio plantea que los hombres “pueden ser mejores”, es decir, pueden cambiar. Los estudios etnográficos revelan que existen tipos de masculinidades diferentes en el mundo y que estas cambian y se construyen a través del tiempo. Antropológicamente, factores como clase y edad son relevantes al hablar de prácticas masculinas o relaciones de género.

—El machito afectado—
Tan cierto como que Gillette presenta principalmente características masculinas negativas, es que existe consenso en que uno de los rasgos vinculados al rol masculino en distintas culturas es la fuerza física, la cual les permite ejercer poder sobre las mujeres y otros hombres.

Sobre esa base, surge el concepto de masculinidad hegemónica, en contraposición a otro tipo de masculinidades, más bien subordinadas, y cuyas características pueden variar, pero que generalmente se vinculan a la violencia. R. W. Connell y J. W. Messerschmidt explican que se trata del tipo de masculinidad reverenciado, que marca la pauta de cómo ser un hombre, y que generalmente se asocia con rasgos violentos. El anuncio de Gillette apela a un tipo de masculinidad hegemónica negativo, pero invita a cuestionarlo.

Quienes se quejaron del anuncio apuntan al distanciamiento personal de este tipo de hombre, que en Perú podríamos identificar como ‘el machito’. “No todos somos así”, protestan. En realidad, siguiendo la teoría de la masculinidad hegemónica, puede que muchos hombres no formen parte de ese modelo, pero sí de la masculinidad cómplice, que también recoge los beneficios de las sociedades patriarcales.

Los autores citados afirman que, si bien existen muchas características masculinas negativas, una de las críticas que se le puede hacer erróneamente a la teoría de la masculinidad hegemónica es que deje de lado las características positivas. Para ellos, solo un análisis simplista ignoraría el hecho de que algunos rasgos asociados con el sexo masculino sí son apreciados en sus grupos sociales y en su interacción con las mujeres. Pero ese no es el caso en el vasto análisis académico existente sobre el tema.

Equiparar la masculinidad solo con toxicidad podría ser reduccionista. Aunque podamos —y debamos— rechazar la violencia y la agresividad, otras características, como las de proveer o proteger, podrían ser apreciadas en las dinámicas de género. La respuesta de muchos hombres frente al debate sobre la masculinidad revela preocupaciones y angustias. Esto no sorprende si consideramos que los varones se ven obligados a probar su hombría desde adolescentes, en muchos casos mediante rituales de virilidad.

Según la psicoanalista Irene Meler, la masculinidad está asociada con el estrés por la presión constante que les demanda a los hombres afirmar su identidad haciéndose cargo de tareas peligrosas. “No es tan fácil ser hombre”, dice la académica y expresa una preocupación por el futuro de la construcción de la masculinidad y los aspectos que quizás debamos conservar o las características prototípicas que deberían perderse. “Solo podremos sostener una mayor democracia entre los géneros si tanto los varones como las mujeres experimentamos mayor bienestar a través de arreglos flexibles para la familia, el amor y el trabajo”, afirma.

El anuncio de Gillete ha iniciado un debate necesario y pertinente. Queda pendiente analizar las representaciones de masculinidad locales y las reacciones a las mismas.

La publicidad y la ficción están dando paso a necesarias discusiones.

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