El primer recuerdo de su infancia es una foto que ya no existe, pero él la describe así: se ve a un niño pequeño de unos 4 años con el pelo corto, la nariz chata, la boca alargada, los ojos hundidos y los pómulos pronunciados; en su rostro se pueden distinguir ligeros rasgos andinos. La imagen ha sido tomada dentro de una vivienda, en un ambiente poco iluminado. Él está sentado en una sillita alta de madera despintada. Mira la cámara como un gesto de tristeza o de aburrimiento. De indiferencia, quizá. La cabeza aparece recortada a la altura de la frente. Viste una sola prenda: un polo rojo muy desgastado, el polo de un adulto al que le han atado nudos a la altura de los hombros para que pudiera cubrirlo, pero sin tocar el piso. No tiene pantalones ni shorts, tampoco zapatos. El brazo está estirado hacia una mesa en la que solo hay un plato. No se puede ver lo que contiene. Imaginemos un retrato inacabado.
— El plato es de harina nomás, la diluían tipo mazamorra. eso me daban. es comida de todos los días.
El niño aún no tiene nombre porque no fue inscrito al nacer. Hoy se llama Víctor Raúl Quispe Zaga y cree tener entre treinta y seis y treinta y ocho años. Es hijo de Víctor Quispe Palomino, alias José, el principal cabecilla terrorista del Perú y el hombre más buscado del país.
La foto estaba en un cajón en la casa de su tío abuelo, Nemesio Quispe, quien vivía hasta hace poco en un asentamiento humano en Ica, al sur de Lima, junto a sus hijas. Nemesio lo acogió durante los primeros años de su vida. Lo llamaba Víctor, a veces, Victítor. Era el remiendo de la familia.
— En Ica es triste andar de mano en mano. Yo era como un extraño para ellos. Atención, nada; es triste. Allá no había amigos. Estando en la casa no hay nada. Uno se siente vacío —recuerda ahora.
Su modo de hablar y el vértigo de la memoria generan un efecto curioso: combina tiempos gramaticales, y un episodio puede contarlo en pasado y presente a la vez. Dice “estaba durmiendo en el piso” y después “frío siento”. Dice “todo el rato están muriendo” y en la misma oración agrega “daba pena”. Es como si lo que narra no hubiera terminado de suceder, como si se prolongara en un presente infinito.
Cuando fue tomada esa foto, el país vivía una intensa guerra entre las fuerzas armadas y los grupos terroristas que se desplazaban por la sierra y la selva, y que llegarían después a Lima. Él no lo sabía, pero en pocos años protagonizaría varios episodios de aquella historia. Lo sigue haciendo hasta estos días.
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En 1962 se instaló en Ayacucho un arequipeño llamado Abimael Guzmán Reynoso, bachiller en Derecho con estudios de Filosofía, quien había perdido su empleo en la Universidad Nacional San Agustín de Arequipa. Guzmán, quien además integraba el Comité Regional del Partido Comunista del Perú, había conseguido un puesto como catedrático de Historia de la Filosofía en la Universidad Nacional de San Cristóbal de Huamanga. Llegó a esta ciudad en abril. Desde entonces, y en paralelo a su actividad académica, Guzmán se propuso recomponer el Comité Regional del Partido Comunista y, después, el Comité Zonal de Ayacucho. Años más tarde, formó el Partido Comunista del Perú — Sendero Luminoso (PCP—SL) y se hizo llamar a sí mismo “presidente Gonzalo”.
Uno de los primeros adeptos que reclutó Gonzalo fue un profesor escolar ayacuchano muy humilde llamado Martín Quispe Mendoza. Él estaba casado con Irene Palomino Altamirano, nacida en Ayacucho y de origen pobre como él. Según los registros policiales elaborados a lo largo de muchos años, ambos tuvieron nueve hijos, y al menos cinco de ellos —Jorge, Víctor, Iván, Melania y Marco Antonio Quispe Palomino— fueron educados bajo los dogmas del marxismo—leninismo—maoísmo, doctrinas fundamentalistas reunidas en lo que se conoció como el “pensamiento Gonzalo”. Desde niños, Martín les leía a sus hijos los libros de Mao y los textos escogidos por su líder. Los preparados para la guerra.
Los hermanos Quispe Palomino nacieron en Ayacucho y fueron criados en dos localidades andinas con una alta carga simbólica. Una de ellas es Umaru, en la provincia de Vilcashuamán, un pequeño pueblo que Guzmán había elegido para fundar la República Popular Democrática del Perú. En 1965, durante un viaje de seis meses a China, Guzmán había conocido Yenán, una región que Mao Tse—Tung convirtió en el epicentro intelectual del Partido Comunista de China. Yenán a era la ciudad modelo del comunismo maoísta, y Guzmán buscó replicarla en Umaru cuando regresó al Perú. Los hijos de Martin e Irene vivieron también en Chuschi, un distrito enclavado entre las montañas de la provincia de Cangallo. Allí, en mayo de 1980, Sendero Luminoso cometió su primer atentado: la quema de ánforas para las elecciones presidenciales. Ese primer ataque no dejó muertos ni heridos, pero sembró un miedo profundo en aquellos pueblos bucólicos de las alturas ayacuchanas.
La vida de cada uno de los personajes mencionados hasta este momento siguió un rumbo distinto. Martín Quispe, el patriarca de esta familia ominosa, permaneció en las filas de Sendero Luminoso, pero no llegó a ocupar cargos altos. A fines de los años 80, se trasladó a Selva de Oro, en la zona selvática de Junín. En 1993 fue asesinado por ronderos de los comités de autodefensa durante un enfrentamiento.
Irene Palomino vivió sus últimos años en Ate Vitarte, al oeste de Lima, junto a su hija Melania. Al menos una vez fue detenida por los policías que investigan a este clan; sin embargo, al poco tiempo fue liberada. Años más tarde, en el 2012, murió por causas naturales y fue velada y sepultada en la capital.
Melania, la única mujer de estos cinco hermanos, fue capturada a mediados de 1999 en Huancayo, cuando utilizaba el alias de Rita. En aquel entonces, integraba el grupo cercano de Óscar Ramírez Durán, alias Feliciano, como cabecilla senderista de la época. Melania accedió a colaborar con los militares que la detuvieron y, bajo esa condición, fue liberada. Ese mismo año se trasladó a Lima, donde vive hasta hoy, desvinculada por completo de la violencia armada de su vida anterior.
De los cuatro hermanos hombres, Iván estuvo preso durante una década, acusado de terrorismo. Desde el 2005 es hombre libre y vive en Lima, donde trabaja eventualmente como albañil.
Marco Antonio, quien era conocido con el alias de Gabriel, integró las filas terroristas hasta que, en el 2013, Cómo murió en un operativo de las Fuerzas Armadas en la selva alta de Ayacucho. Era el más joven del clan, también el más intrépido y arrogante: pocos meses antes de su muerte, había tenido un encuentro con periodistas en la zona selvática del Cusco, en medio del monte y apenas acompañado por un grupo reducido de hombres armados, mientras decenas de policías y soldados merodeaban muy cerca, buscándolo.
Jorge, quien ahora es identificado como el camarada Raúl, fue capturado en 1999, cuando formaba parte de las columnas de Feliciano, e inicialmente también se comprometió —al igual que su hermana Melania— a colaborar con las fuerzas militares. Sin embargo, engañó a sus captores y volvió a la selva. Hasta la fecha, Raúl es el segundo al mando del grupo terrorista.
El cabecilla principal es Víctor Palomino, quien para despistar a sus perseguidores ha tenido varios sobrenombres: inicialmente fue Carlos, después Martín y, en los últimos años, José.
José y Raúl operan desde fines de los años 90 en los territorios que componen el Valle de los ríos Apurímac Ene y Mantaro (VRAEM), que incluye distritos y provincias de la sierra y selva de Ayacucho, Apurímac, Cusco, Huancavelica y Junín. El mapa de la guerra contra el terrorismo cambió y ahora se concentra en estas regiones. También cambió el nombre de la agrupación: Sendero luminoso ya no existe, ahora la lucha es contra el Militarizado Partido Comunista del Perú (MPCP).