Hernando Colón, el hijo bastardo de Cristobal Colón.
Hernando Colón, el hijo bastardo de Cristobal Colón.
Jorge Paredes Laos

En el primer tercio del siglo XVI, aún quedaba un Colón sobre la tierra que quería pasar a la posteridad. Su nombre era Hernando y tenía un sueño: levantar en Sevilla, a orillas del río Guadalquivir, una fabulosa biblioteca que contuviera todos los libros de su época. Para ello, había agotado su vida y su poca fortuna en cruzar por mar y a caballo Roma, Amberes, Bruselas, Venecia, Génova, Colonia, Basilea y otras ciudades de la Europa renacentista para comprar todo el material impreso que estuviera a su alcance: hojas, manuscritos, folletines, relaciones, poemas, estampas, mapas, bitácoras, diarios, textos de todas las lenguas y religiones conocidas. Si su padre —el almirante Cristóbal Colón— había circunnavegado el mundo para buscar nuevas rutas hacia las Indias, él quería realizar otra proeza: construir un repositorio que abarcara todos los saberes existentes.

Pero su empresa era inalcanzable. Peor aún, cuando en 1522, naufragó la nave en la que se transportaban 1.637 libros que había adquirido en Venecia. Lo más valioso de su biblioteca fue a parar al fondo del mar. El golpe fue durísimo, pero Hernando no se resignó. Inmediatamente, se puso a redactar un memorial de los libros perdidos con la idea de comprar otra vez dichos volúmenes. Una década después, volvía a Roma, Milán y Venecia para adquirir más materiales impresos. Llegó incluso a catalogar y ordenar unos 10.000 libros —de los cerca de 20.000 que había almacenado en Sevilla—. Sin embargo, la vida ya no le alcanzó para tanto.

Sala de la Biblioteca Colombina de Sevilla
Sala de la Biblioteca Colombina de Sevilla


Redescubrimiento del otro Colón

Edward Wilson-Lee es profesor en Cambridge, y un coleccionista de incunables y libros antiguos. Esta afición lo llevó a redescubrir a Hernando Colón y a tratar de restaurar en pleno siglo XXI su perdida biblioteca. “¡Recupero un libro cada día!”, dice con entusiasmo. Y cuenta que esto es posible porque el hijo menor de Colón no solo tuvo la obsesión de acumular libros, sino también el buen tino de ficharlos, marcarlos y poner en ellos información precisa sobre los sitios en los que los compró y el precio que pagó por cada ejemplar. Estas marcas han permitido a Wilson-Lee rastrear estos volúmenes en anticuarios y bibliotecas europeas.

En Memorial de los libros naufragados: Hernando Colón y la búsqueda de una biblioteca universal ( Ariel, 2019 ), Wilson-Lee narra la vida de Hernando Colón, y construye un relato sobre una época de grandes viajes y descubrimientos cuando el hombre europeo comenzó a sentirse fascinado por la imprenta. Hernando queda así impresionado por las lecturas de Utopía, de Tomás Moro, y por las obras de Erasmo, de quien llegó a registrar 185 obras. Aun así, Hernando fue un personaje incomprendido en el siglo XVI —tomado incluso por loco—, pero cuya existencia es revalorada ahora en épocas de internet, y después de que el mundo ha conocido a Borges y Eco.

El menor de los Colón no solo reunió miles de libros, sino también adquirió una gigantesca colección de estampas (3.204, según el investigador británico) y de plantas, pues también quería construir el primer jardín botánico del mundo.

“Fue un visionario —señala Wilson-Lee—, alguien que intuyó la importancia que iban a tener la imprenta, el libro y la información en la historia”.

Edward Wilson-Lee se ha propuesto recuperar la biblioteca perdida de Hernando Colón.
Edward Wilson-Lee se ha propuesto recuperar la biblioteca perdida de Hernando Colón.

Protagonismo en la historia

La vida de Hernando Colón ha sido poco abordada por los historiadores. Se sabe que nació en 1488, en Córdoba. Su madre, Beatriz Enríquez de Arana, era hija de un tejedor y conoció a Cristóbal Colón cuando este pasó por dicha ciudad buscando fondos para sus viajes. Según los cánones de la época, Hernando fue un hijo ilegítimo, pues Colón ya estaba casado con Felipa Moniz, dama de la corte portuguesa, con quien tenía un vástago, Diego, ocho años mayor.

“Colón jamás hizo diferencias entre sus dos hijos”, cuenta Wilson-Lee. “Diego y Hernando fueron instruidos en las cortes de los reyes católicos, e incluso fue Hernando, y no Diego, quien a los 13 años acompañó a su padre en el cuarto y último viaje a América”. Los pormenores de este viaje ocupan casi todo un capítulo del libro.

Hernando fue, además, quien más luchó por reivindicar el nombre de su padre. En los llamados juicios colombinos, cuando la corte castellana no quiso reconocer a los herederos del navegante los derechos sobre las tierras descubiertas, Hernando tomó la representación de su familia y redactó una biografía en la que enalteció la figura de Colón.

Los investigadores consideran que exageró hechos y construyó una imagen legendaria del almirante, pero esta fue necesaria para sus propósitos. “Es Hernando quien inventa al Colón que todos conocemos”, añade Wilson-Lee.

A la muerte de Cristóbal Colón, en 1506, el patrimonio familiar fue repartido entre los dos hermanos. Hernando, por su condición, recibió menos que Diego, pero adquirió un tesoro que lo acercaría más al espíritu de su padre: su colección de libros, papeles, cartas y mapas. “Con la biblioteca —sostiene Wilson-Lee—, Hernando quería demostrar que había heredado el espíritu grandioso de su padre.

Era como una prueba para decir que era hijo suyo. Por eso ideó este proyecto: si su padre había querido rodear el mundo físico, él quería rodearlo de información”.

Lamentablemente, Hernando no tuvo hijos y, a su muerte, la mañana del 12 de julio de 1539, sus libros fueron heredados por su sobrino Luis (hijo de Diego), quien los desatendió. Muchos de estos ejemplares se perdieron, otros terminaron en las hogueras de la Inquisición y los demás llegaron a la catedral de Sevilla.

Actualmente, menos de cuatro mil libros de esta fabulosa biblioteca universal del siglo XVI se conservan en un ala de la catedral sevillana, resguardados por la Institución Colombina. Todos ellos llevan las marcas y fichas de alguien que —cinco siglos antes de Google— ya había querido reunir toda la información del mundo.

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