El célebre monitor Huáscar en la base naval de Talcahuano, al sur de Santiago, en Chile. Foto: archivo.
El célebre monitor Huáscar en la base naval de Talcahuano, al sur de Santiago, en Chile. Foto: archivo.
Daniel Parodi Revoredo

El Perú y Chile no han aplicado políticas de reconciliación sostenidas en el tiempo para que la memoria de la Guerra del Pacífico, como señala Szvetan Todorov, pase de ser una memoria de contigüidad, cuyo dolor se siente en el presente como si el evento hubiese ocurrido recién, a una memoria ejemplar, periférica en el presente, pero que nos deja una enseñanza.

Eso no quita que haya habido gestos de reconciliación entre ambos países. Por ejemplo, en 2007 y 2017, Chile devolvió al Perú los libros saqueados de nuestra Biblioteca Nacional por las tropas de ocupación en Lima. Asimismo, el 20 de septiembre pasado se develó un busto en Paracas al libertador chileno Bernardo O’Higgins, quien financió buena parte de la expedición sanmartiniana y proveyó casi la mitad de sus soldados. De esta manera, el Perú incorpora al libertador de Chile como uno de sus próceres libertadores.

Respecto del celebérrimo monitor, del inútil tironeo de devolverlo o no, y la destemplada idea de hundirlo, fundamentada en la última voluntad de sus combatientes —hay que comprender que hoy el Huáscar ya no es un barco sino un museo y que los museos no se hunden en el mar— deberíamos pasar a un esquema más imaginativo e integrador, del que ambas sociedades realmente pudiesen acercarse y, de tal manera, verse favorecidas.

Es en tal sentido que yo he propuesto que, manteniendo el Huáscar en donde está (Talcahuano-Chile), y preservándose como propiedad del Estado chileno, con lo que nos evitaríamos álgidas e interminables discusiones, pasemos a un esquema de administración del Huáscar como la de un museo binacional de la Guerra del Pacífico, de hecho, el primero con esas características. De esta manera, al costado de la bandera chilena flamearía la bandera peruana y dos cadetes, uno chileno y otro peruano, acompañarían a los visitantes en cada recorrido por el navío.

Héroes del Perú y Chile

El impacto positivo de esta experiencia consistiría en enseñar a sus visitantes, principalmente a los niños y generaciones jóvenes, cómo nuestros países han superado y resignificado la Guerra del Pacífico al punto de poder mostrar juntos a sus connacionales y al mundo la reliquia mejor conservada del conflicto, aquella en la que, además, murieron heroicamente los héroes de las marinas del Perú y de Chile, Miguel Grau y Arturo Prat, respectivamente.

Como dato, ya existen experiencias análogas en Europa por lo que lo único que nos falta es la voluntad política para implementarlas. Un ejemplo emblemático es el memorial franco-alemán de la Primera Guerra Mundial “Le Vieil Armand”, inaugurado en 2014 por los presidentes François Hollande y Joachim Gauck, de Francia y Alemania respectivamente. Este fue un lugar inexpugnable de la Gran Guerra donde decenas de miles de jóvenes de ambas nacionalidades dieron la vida y ahora es un sitio de la reconciliación para los ciudadanos de ambos países, cuyas agencias turísticas promueven visitas conjuntas.

Como idea, la devolución del Huáscar, o su hundimiento, remiten a viejos nacionalismos, cuando no a populismos oportunistas. Al contrario, el viejo monitor tiene mucho que ofrecernos, si realmente le damos la oportunidad de cumplir el rol que le ha reservado la historia para acercar a dos pueblos.

* Daniel Parodi es docente en la PUCP, la UARM, y la U. de Lima


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