Felipe Rosete, editor de Sexto Piso.
Felipe Rosete, editor de Sexto Piso.
Jorge Paredes Laos

Por Jorge Paredes Laos

Entonces ninguno tenía más de 25 años. Todos eran estudiantes de Derecho y Ciencias Políticas de la UNAM, y tenían la misma dificultad: no podían encontrar en México los libros necesarios para desarrollar sus carreras. Entonces decidieron crear una editorial para traducirlos y ponerlos a la venta. De esta manera, Eduardo Rabasa, Luis Alberto Ayala, Rafael López, Francisco de la Mora y Felipe Rosete fundaron hace 15 años Sexto Piso, un sello independiente que con el tiempo se ha convertido en uno de los más importantes de América Latina, con una sucursal en España, y más de 350 títulos publicados.
     En el 2004, Sexto Piso recibió el premio International Young Publisher, en la Feria del Libro de Londres, y ahora sus fundadores se alistan para participar en la FIL Lima. Al respecto, conversamos con Felipe Rosete, en el espacioso Centro Cultural Elena Garro, ubicado en el tradicional barrio de Coyoacán, en Ciudad de México.

Muchas veces el trabajo de un editor solo se nota cuando un libro no está bien trabajado. ¿Cómo defines esta actividad?
Yo creo que eso es cierto. El trabajo del editor es hacer que destaque el autor, que sobresalgan los libros… y diría que eso ha sido lo que hemos intentado en estos 15 años. Una de las fortalezas de nuestro proyecto ha sido que, desde el principio, lanzamos un mensaje claro: solo íbamos a publicar textos de altísima calidad. Nuestro criterio no iba a ser meramente comercial, sino estaba relacionado con la calidad de los textos y los autores.

Las dos colecciones más grandes que tienen son las de narrativa y ensayo. ¿Cómo se fueron gestando?
Yo creo que lo que nos ha caracterizado siempre es que hemos concebido la lectura como un acto estético. Hemos pensado los libros como objetos que puedes tocar, disfrutar… Detrás de nuestros títulos existe un cúmulo de intereses, de pasiones, de gustos, que hemos intentado compartir con los lectores. Tanto en México como en España, la editorial tiene cierta fama de publicar libros raros, inaccesibles. Afortunadamente, hemos podido demostrar que la calidad también vende y que es posible mantener, en el mercado hispanoamericano, un proyecto editorial no regido por criterios comerciales.

¿Por qué el nombre Sexto Piso?
En aquellos tiempos éramos muy jóvenes, y muy tontos también. Entre nosotros teníamos la muletilla de decir “sexto piso” para todo aquello que no podíamos o no queríamos hacer. Y eso surgió porque, en una noche de juerga, Rafael López se sentía tan mal que dijo: “Prefiero no hacer nada, solo lanzarme de un sexto piso”. Y la frase quedó entre nosotros. Por eso, cuando estábamos buscando un nombre para la editorial y todos nos parecían muy acartonados, decíamos: “Ese no, sexto piso; ese otro tampoco, sexto piso”. Y así fue quedando el nombre. Después encontramos una diseñadora que entendió muy bien el mensaje y creó el logotipo —un hombrecito lanzándose de un edificio—. En el fondo era medio suicida, ¿no? Hacer una editorial fue como tirarnos al vacío.

Editorial Sexto Piso
Editorial Sexto Piso

Las ferias siempre son espacios para compartir experiencias. ¿Qué expectativas tienes de la FIL Lima?
A mí, particularmente, me gustan mucho estos espacios. Una editorial es un proyecto muy subjetivo, y de lo que se trata, en el fondo, es de compartir tus gustos con el público. En estos encuentros uno comparte experiencias, como dices, pero también puede tender puentes. Por ejemplo, yo puedo sacar un título en México y en España; pero otros pueden publicarlo en Argentina, Chile o Perú, y de esa forma se comparten gastos… resulta mejor para el autor y para el libro. Platicando con los editores en Lima, nos haremos una idea más concreta de cómo está el mercado… A lo que voy es que estos encuentros son la mejor forma de hacer crecer un proyecto como el nuestro y viceversa.

Los proyectos editoriales normalmente funcionan cuando existe un mercado de lectores, y en el Perú esto es siempre problemático. ¿Cómo percibes esta dificultad en México?
Es difícil. Es un tema complicado porque no es una cuestión que dependa tanto de los editores sino de políticas de Estado, de programas de lectura, de educación. Aquí, en México, afortunadamente existen ciertas políticas estatales que apuntan a la generación de nuevos lectores. La Secretaría de Educación Pública hace tirajes bastante grandes de títulos que ellos seleccionan para ser distribuidos en las escuelas del país, y nosotros hemos participado de manera sostenida en estas convocatorias. Fuera de ello, lo que podemos hacer son libros buenos, que digan algo, que nos hablen del momento que estamos viviendo, o que nos hagan pensar o disfrutar. Estoy convencido de que siempre la cultura ha terminado jugando un papel importante en las transformaciones históricas.

¿Quiénes son los autores más representativos de la editorial?
Hay muchos pero me gusta siempre poner algunos ejemplos. Uno de ellos estuvo hace poco en México y tuvo mucho éxito, me refiero al israelí Etgar Keret, de quien publicamos su primer libro en México, en el 2005. Era un autor que encajaba en el espíritu de la editorial: era poco conocido y de mucha calidad. Han pasado 12 años y el crecimiento con él ha sido tremendo. Hemos publicado siete títulos suyos, y hay algunos que van en la quinta o sexta edición, como Extrañando a Kissinger. Ha sido un proceso muy padre porque se ha tratado de un crecimiento conjunto, tanto del autor como de la editorial. Otro caso parecido es el del serbio Goran Petrovic. Llevamos cuatro o cinco títulos suyos publicados, y está entre los más vendidos de la editorial. Y lo mismo, cuando lo empezamos a publicar aquí en México nadie lo conocía. Todo esto ha estado acompañado de un trabajo muy sostenido de difusión, de visita de los autores, etcétera.

Contenido sugerido

Contenido GEC