Gabriela Zavaleta acaba de cumplir 31 años de vida y seis como activista. Arquitecta de profesión, su primer contacto con el activismo LGBTIQ fue en 2014, cuando se unió a la campaña Unión Civil Ya. Fue la campaña “Parejas reales” —aquella que promovía la idea de que solo las parejas heterosexuales eran las correctas— la que la impulsó a involucrarse en el activismo que siempre había llamado su atención. En esa experiencia, encontró compañeras y compañeros con quienes, en 2017, concretó la fundación de Más Igualdad, una asociación feminista que trabaja por los derechos de las personas LGBTIQ. Esta conversación nació a propósito del mes del orgullo, un mes de conmemoración y resistencia de la comunidad LGBTIQ frente al prejuicio y el maltrato.
¿En qué se enfoca el trabajo de Más Igualdad?
Primero, en la incidencia política: en el Perú, a través del contacto con el Congreso y los ministerios, y, en el exterior, con organizaciones de activistas y con la misma ONU. Tenemos también la línea de salud mental para estudiar cómo las personas LGBTIQ buscamos atención, cuáles son los prejuicios que tienen los profesionales y cuáles son los efectos de las terapias de conversión, así como una línea informativa de derechos de la población LGBTIQ.
¿Han sido bien recibidas sus propuestas en las instituciones políticas peruanas?
En la Defensoría del Pueblo, el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables y el Ministerio de Justicia, sí. En el Congreso la respuesta ha sido diversa, pues depende cada congresista, aunque debo reconocer que últimamente se han abierto más puertas. Pero, en general, hay mucha más receptividad que antes. Hay espacios más complicados, como el Ministerio de Salud, que es bastante anticuado. Les hemos presentado nuestro estudio de salud mental en la población LGTBIQ y lo han recibido, pero aún falta ver el tema de incidencia.
¿Han cambiado las causas que mueven el activismo LGBTIQ?
Han ido cambiando las formas y han aumentado las demandas conforme pasan los años, pero, en el fondo, seguimos pidiendo lo mismo: respeto a la vida, a la dignidad, a la justicia. Por ejemplo, al inicio se pedía lo básico: lograr que la homosexualidad no se califique como un crimen. Ese era el piso, lo más importante. Luego, ya empezamos a exigir leyes, que se penalicen los crímenes de odio, que se protejan la orientación sexual y la identidad de género de la discriminación. Y continuamos haciendo campaña por cambiar la mentalidad de la gente sobre las parejas del mismo sexo: ahí va lo de la unión civil; luego ya pasa el matrimonio, que es básicamente el camino que hemos estado viendo en los países que ya tienen avances. A la par se encuentra la ley de identidad de género. Son hitos alcanzables, pero que ahora, en esta época, están entrelazados con demandas más estructurales, como visibilizar el estado de marginalización en el que viven muchas personas LGBTIQ, el tema de la violencia, de la discriminación. Son cosas que siguen siendo básicas, pero que en países como el Perú todavía no se tienen en cuenta por una serie de prejuicios o estereotipos. Lo que va cambiando con el tiempo son las formas en las que se representan nuestras demandas.
¿Cuáles son los más grandes estereotipos a los que se enfrentan?
Creo que una de las líneas bases del pensamiento anti LGTBIQ viene de Con mis hijos no te metas. Cosas como que queremos pervertir la inocencia de los niños para reclutar más lesbianas o trans a nuestras filas. Esa es la línea base por la que están haciendo todas estas campañas en contra del enfoque de igualdad de género, porque en el fonndo lo que no quieren es que haya más personas LGTB aquí, en el Perú, y eso se siente en el ambiente. En el congreso anterior, los congresistas aliados de Con mis hijos no te metas, tenían ese discurso, estaban en contra del enfoque de género porque, según ellos, este va a homosexualizar a sus hijos, los va a volver travestis y se van a contagiar de VIH.
Aunque los movimientos no son homogéneos, existen puntos de consenso que los cohesionan. ¿Cuáles son los temas que reúnen a la comunidad LGBTIQ peruana?
Creo que el primer nivel de consenso es la no violencia y no discriminación, conseguir que se sancionen todos los actos de violencia y discriminación a través de medidas educativas. Yo diría que el segundo nivel es la protección de las identidades trans, que, con la pandemia, se ha hecho evidente que están en la peor situación de desprotección del país. El tercer nivel de consenso ya es la defensa de las familias y parejas LGBT.
Pero, ¿hay espacio en el movimiento peruano para todas las identidades LGTBIQ+? Lo pregunto porque hay personas, no solo en el Perú, sino en el mundo, que tienen reparos con, por ejemplo, las mujeres trans
Yo pensaria que sí. Evidentemente siempre habrán colectivos o activistas que no son tan abiertos o que tienen una idea un poco trasnochada de qué significa ser LGTB. Por eso pienso que las principales demandas que se hacen deben ser interseccionales. Si el movimiento o el activismo que promovemos es interseccional, no podemos tranzar con el Feminismo Radical Trans Excluyente (TERF, por sus siglas en inglés)y tampoco podemos permitir expresiones racistas. No podemos invisibilizar al resto de comunidades en nuestras comunicaciones o acciones.
La interseccionalidad es algo relativamente nuevo, ¿cómo lo defines en sencillo?
El concepto de interseccionalidad es relativamente nuevo, sí, pero lo manejamos mucho en los movimientos feministas, y somos las feministas quienes nos encargamos de llevar esos conceptos al trabajo de las organizaciones y eso se traduce y se ve en la manera en la que hablan las y los representantes. Dicho en sencillo, la interseccionalidad es una forma de incluir a todas las personas vulnerables en tu activismo cotidiano.
Bueno, eso es complicado para algunas personas
Ser parte de la comunidad LGBT no necesariamente quiere decir que la persona no sea racista, clasista, xenofóbica y hasta machista. No somos perfectos por ser activistas, tenemos nuestras taras y defectos, pero si pedimos justicia para nosotros tenemos que pedir justicia para todos, y tenemos que cuidar que no se cuelen discursos racistas o xenofóbicos dentro de las actividades. Esto se ha hecho evidente, por ejemplo, con la migración venezolana. Todavía hay que luchar para arrebatar esos espacios a quienes se niegan a incluir la interseccionalidad en su discurso o en su activismo.
¿Cuán tolerante se puede ser con quienes tienen o defienden discursos de exclusión?
En lo personal no soy tolerante con las posiciones extremas hacia lo perjudicial. Yo no podría dar ideas de cómo construir con personas que no te respetan o colaboran activamente con tu deshumanización. Si tienes una visión holística de la justicia entiendes que esta es para todo el mundo sin importar X características. Yo no puedo ser tolerante con alguien que insulta a las personas trans o tiene discursos racistas, y si me dicen intolerante por eso, me parece que es equivocado, pero entiendo que viene por una absurda simplificación de pensamiento.