El viernes 5 se revelaron los nombres de los 39 narradores nacidos después de 1978, provenientes de toda Latinoamérica, que componen la selección Colombia39 (C39). Se trata de una nueva versión del recordado Bogotá39 (B39) que, organizado por el Hay Festival, reunió en esa ciudad a los integrantes de una primera “promoción” hace ya diez años. María José Caro (Lima, 1985) es una de les tres representantes peruanas —junto con Juan Manuel Robles y Claudia Ulloa Donoso—. Conversamos con la autora de Perro de ojos negros a pocas horas de la publicación de la lista.
La reunión demuestra que existen muchos buenos autores jóvenes en el continente, pero salvo eventos como este, la mayoría no cruzaría fronteras. Pese a la tecnología globalizadora, ¿por qué no nos leemos más?
Supongo que porque la mayoría de los “nuevos” publica en editoriales jóvenes, independientes, más arriesgadas, pero que por sus mismas características no cuentan con un buen sistema de distribución. Ello, sin embargo, está cambiando, y si estás interesado podrás encontrar la oferta. Por ejemplo, yo acabo de leer Nuestro mundo muerto, de Liliana Colanzi [boliviana, también incluida en C39] publicada en nuestro país por Santuario. Los libros están viajando más: fíjate en el stand de editoriales independientes peruanas en la FIL de Buenos Aires, o esfuerzos como el de la feria La Independiente, del Ministerio de Cultura. Mi novela salió por Alfaguara, que es de Penguin Random House. A través del programa “Mapa de Letras”, ha terminado siendo editada también en Chile.
Más allá de que cada uno puede leer lo que le plazca, ¿te da algo adicional leer autores latinoamericanos?
He leído a Diego Zuñiga, Liliana Colanzi, Juan Manuel Robles, Claudia Ulloa, Carlos Fonseca y Samanta Schweblin. Todos con una voz propia marcada y en mi caso eso es lo que más valoro. Creo que en la mayoría hay temas recurrentes como la familia, y el retorno a la infancia o adolescencia para mostrar una realidad más compleja. Dos ejemplos claros son Camanchaca (Zúñiga) y Nuevos juguetes de la Guerra Fría (Robles). Creo que en esta nueva selección no está tan presente el rollo metaliterario.
Es una generación posconflictos armados…
Y globalizados, millennials. Una generación más influida por el pop, las redes sociales —que aparecían recién en el 2007, a la par de C39—, los multimedios, el bombardeo informativo, sin vergüenza de haber crecido rodeada de marcas. Eso no significa que todos hagan lo mismo: siempre habrá aves raras, como el portorriqueño Carlos Fonseca.
¿A quiénes tienes más presentes de B39?
A Alejandro Zambra, pues hallé afinidades entre lo que quiero hacer y su mundo interior, el tema de la familia, que me tocó mucho. A Junot Díaz, que también es un caso raro porque es dominicano y estadounidense, un poco como Daniel Alarcón, que, además, gusta saltarse las plataformas, como sucede en su podcast RadioAmbulante. Me interesan especialmente Álvaro Bisama, Guadalupe Nettel y Rodrigo Hasbún… creo que todos tienen presente el tema de la familia.
Tras la exposición mediática y —espero, de verdad— el incremento de lectores y ventas, ¿qué pasará con el grupo?
Nos han pedido un texto para un volumen que se presentará en enero próximo, junto con una serie de charlas, conferencias entre Bogotá, Medellín y Cartagena: el Hay Festival de dicha ciudad será esta vez el gran marco del grupo, además del hecho de compartir y conocer más y mejor a mis colegas.
¿Te imaginabas estar en la lista?
No. La verdad es que me parece rarísimo. Cuando supe que estaba preseleccionada, envié un fragmento nuevo que me pedían, pero pensé que no pasaría nada; mi obra, en realidad, aún es muy pequeña. Mi filosofía siempre es prepararme para el peor escenario, pero lo mandé igual, y luego me llamaron. No me llego siquiera a imaginar allá; siento que todas esas personas se conocen y que yo me quedaré sola, sin hablar con nadie.
A partir de ahora llevarás encima la etiqueta de “escritora”, y pronto se esperarán cosas nuevas de ti. ¿En qué estás trabajando?
Yo he vivido con mi mamá y su esposo desde que tuve 11 años. Me llevó muy bien con él, congeniamos mucho, somos muy cercanos. Un día, cuando tenía 15 años, estábamos caminando por el malecón de una playa cuando no sentamos y me dijo: “Te voy a contar algo que tu mamá no quiere que sepas”. Resulta que había sido monaguillo del Opus Dei, se fue de su casa, trabajó como embalador de cajas en una empresa, se hizo sindicalista, trotskista, estuvo preso… tenía toda una vida desconocida que mi mamá, por miedo a “contaminarme”, mantuvo en secreto… Pues pienso escribir sobre eso. De hecho comencé a pensar en ello, pero antes estamos preparando la reedición de La primaria e incluyendo seis relatos nuevos. El libro ya no llevará el membrete de “literatura juvenil”. Si todo sale bien, saldría a fines de año.
Tienes todavía tela por cortar con el personaje de Macarena…
Sí. Cuando escribí Perro de ojos negros, le había puesto otro nombre al personaje, pero luego me di cuenta de que se trataba de la misma voz. Alguna vez alguien dijo que terminaría repitiéndome, y la verdad es que no creo que repetir los temas, las obsesiones, los intereses sea malo. No me voy a poner a escribir sobre cosas que no conozco. No.