¿Qué debe suceder para que un país se convierta en el invitado de honor de la Feria del Libro de Guadalajara, la más grande del continente? Marisol Schultz, editora mexicana de reconocida carrera y directora de dicho evento responde esta pregunta -y otras- a propósito de su visita en nuestra capital. Su viaje forma parte de las negociaciones para que el Perú ocupe, precisamente, el lugar de honor en dicha feria el próximo año, el 2021. Así, celebraríamos también nuestro Bicentenario en Guadalajara, teniendo a nuestras letras y otras manifestaciones culturales como protagonista de un evento que reunió el año pasado a 828,266 personas.
Pero, ¿cuáles son los requisitos? Se hace una negociación, y Guadalajara solicita al país, región o ciudad invitada: la presencia de una delegación amplia de escritores literatos, la presencia de científicos, de académicos, de editores y editoriales, la construcción de un pabellón de 1800 m2, un montaje que tiene que diseñarse y que es arte efímero, que se va a montar en menos de una semana y se va a desmontar en un día. Llevar libros, por supuesto, libros que no se encontrarían fácilmente en México y sobre todo en Guadalajara, y un festival cultural que implica por lo menos nueve noches de espectáculos en el foro FIL, dos exposiciones de artes visuales, artes escénicas, artes culinarias, un festival de cine.
¿Cómo nace la idea de tener al Perú como país invitado para el 2021?
Pues el caso de Perú tuvo mucho que ver el embajador de Perú en México, Julio Garro. Estas negociaciones empiezan con mucha anticipación, y nosotros tenemos cerca de dos años hablando con el embajador y con el área del Libro y la Lectura del Ministerio de Cultura. Cuando se acepta hay la firma de un convenio y la firma legal con abogados de ambas partes. Y en esas estamos.
El Perú ya fue país invitado en 2005. ¿Cómo ven al Perú en México 15 años después?
No soy experta en literatura peruana, honestamente, pero lo que conocí en esa época fue que muchos autores no vivían en el Perú, como Iwasaki, Roncagliolo o Vargas Llosa. Lo que veo ahora es que hay muchas voces que no son conocidas en México y que viven aquí. En todas las delegaciones se requiere un autor emblema que cobije todos los demás, pero es necesario también descubrir nuevas voces. Te pongo un ejemplo: cuando el invitado de honor fue Israel todo el mundo esperaba a Amos Oz y a David Grossman. Amos Oz no pudo ir por problemas de salud, pero Grossman sí fue, acompañando a unos 30 escritores que fueron un descubrimiento para los mexicanos, pues muchos de ellos no habían sido ni traducidos a la lengua castellana.
Difícil trabajar con un país cuya lengua no es universal.
Es complicado pero ahí uno de los requisitos es que los autores tengan traducciones por lo menos al inglés y que un grupo de esos autores ya esté traducida al español. Por eso se trabaja con dos años de anticipación, para que haya tiempo para las traducciones o las re ediciones. Nosotros ahora estamos trabajando con Perú a inicios de 2020 para ver la feria de 2021. Siempre trabajamos con tiempo para tomar nuestras previsiones.
La anticipación supone una buena ventana temporal de trabajo de promoción del país invitado, ¿no es así?
Sí, se tiene que hacer un trabajo de promoción. Claro que depende del país invitado, pero lo que suele hacerse, por ejemplo, es invitar a periodistas para que conozcan no solo al país, sino a los escritores en su ambiente natural. Cuando firmamos convenio con Portugal en Lisboa, el Ministerio de Turismo de Portugal invitó a periodistas mexicanos (ellos eligen, nosotros no) que aprovecharon para recorrer distintos puntos de Portugal y que dos periodistas entrevistaron a Lobo Antúnez, que se conocía en México, pero la posibilidad de conocer a los escritores en su entorno te cambia mucho la visión.
¿Cómo favorece las coincidencias históricas y de idiosincrasia Perú - México a este trabajo previo a la FIL?
El trabajar con países latinoamericanos es importante, pues trabajamos muchos temas desde la hermandad. En nuestro caso tenemos una idiosincrasia muy similar. Tenemos valores parecidos, historias similares, tenemos muchos puntos de encuentro. Las reuniones que he tenido con Perú han fluido muy bien, pues nos entendemos muy bien. De entrada no tenemos la barrera del idioma. Venimos de un año muy difícil para mi equipo porque tuvimos a la India como invitado de honor el año pasado y lo complejo es que uno cree que toda la gente en la India habla un inglés perfecto y en realidad son 46 idiomas oficiales, entonces el trabajo con India nos implicó muchos esfuerzos en muchos sentidos. Son también diferentes idiosincrasias, diferentes formas de entender todo. El trabajo con Perú va a ser muy grato en muchos sentidos a partir de un camino ya andado que es el de los encuentros culturales, del origen cultural que tenemos.
¿Cuáles son las posibilidades que ofrece la FIL Guadalajara para trabajar un espacio cultural sin desdeñar la tradición, dando paso a la modernidad?
Es un trabajo conjunto. En este caso corresponde más al Perú, pero nosotros podemos acompañar. Hay un punto de partida de lo que somos, un punto de partida incluso de nuestros vestigios arqueológicos.En México hemos pasado de las pirámides a Frida Kahlo o al muralismo mexicano, que son otros clichés. No dejamos de estar orgullosos de nuestras pirámides o de nuestro pasado pictórico, sobre todo en Guadalajara, donde estuvo Orozco. Claro que estamos orgullosos, pero no nos queremos quedar ahí. Hay que hablar de las vanguardias, de la gente que ya está consolidada (siglo XX y XXI). Tiene que haber una representación total, y tanto en el caso de Perú como México que no sea centralista, que no solo se hable de Lima en caso de Perú y del DF en caso de México, sino que esa representación de México lleve a todos los Méxicos posibles, lleve las lenguas indígenas, autores del norte de México, de Chiapas, de Guajaca, entonces quien hace esa curaduría enfrenta un reto, por supuesto. No me ha tocado a mí, pero sí creo que se puede lograr y que hay muchos países que lo han logrado. Equilibrios de género y de género.
La exclusión de escritores que no son de Lima, que la poesía sea menos valorada o que el gran mundo editorial no mire a las lenguas originarias son algunos de los retos del Perú. ¿Cómo es en México?
Es un poco igual. En México tenemos un premio de literatura indígena; es cierto que al público en general no le interesa mucho, pero hay muchas iniciativas gubernamentales para cambiar esto. Lo cierto es que no se ha roto con ese corsé de que las lenguas indígenas deben estar confinadas en sus espacios, y creo que tiene que ver con una cuestión ancestral. Venimos, tanto Perú como México, de grandes Virreinatos que pretendieron apagar todas las culturas indígenas, buscando que no tuvieran voz.