Julio César Mateus (Foto: Diego Panta)
Julio César Mateus (Foto: Diego Panta)
José Tsang

El celular es un órgano humano más que propicia acciones cotidianas. Reenviar noticias falsas, por ejemplo. Pasó hace poco, cuando se impulsó la búsqueda de una bebe inexistente y se movilizó hasta a ministerios del Estado. Los medios de comunicación (el cine, la radio, WhatsApp o TikTok) pueden condicionarnos; urge interactuar con ellos de un modo más crítico y creativo. Por ello es necesaria una educación en este tema. Tópicos parecidos son planteados en el libro “Educación mediática: emergencia y urgencia de un aprendizaje pendiente” (Fondo Editorial de la Universidad de Lima, 2022), de Julio César Mateus, docente, investigador y especialista en educomunicación.

No estaría mal usar Instagram de un modo menos inocente. Conversamos con Mateus sobre asuntos afines y por qué la educación mediática es fundamental incluso en el futuro de la democracia.

—La educación mediática no es un concepto conocido. ¿Cómo definirla?

Es cierto. La escuela peruana, a pesar de esfuerzos aislados y a diferencia de otros sistemas educativos en el mundo, aún no se compra el pleito de alfabetizar mediáticamente. Esto supone un peligro y un desperdicio. Un peligro porque es imposible pretender formar ciudadanos que viven zambullidos en un mar de tecnologías prescindiendo de ellas. Y es un desperdicio porque los medios tienden puentes hacia temas que interesan a las personas y que son excluidas arbitrariamente de esa burbuja escolar que muchos se esfuerzan en vigilar. Los medios tienen una gran potencia para estimular capacidades críticas y creativas; eso es lo que la educación en medios propone.

—Con tantas noticias falsas y opiniones digitales iracundas, todo parece tender a que “más es menos”. ¿Cómo no sentir que el fomento de la educación mediática es una batalla perdida?

Varios autores e instituciones piden no hablar de noticias falsas, porque degradan el concepto de lo que es una noticia. Estoy de acuerdo con ellos. Creo que es mejor hablar de desinformación y del derecho a una comunicación de calidad. En ese sentido, el contexto del COVID-19, en el que hemos intensificado nuestra relación con los medios, nos ha permitido generar mejores argumentos a favor de la batalla por educar mediáticamente. La escuela no puede resignarnos al analfabetismo mediático. Si no sabemos cómo funcionan los medios, si no conocemos sus lenguajes, sus técnicas de producción, lo que pasa en nuestros cerebros cuando los usamos o sus modelos de negocio, nos convertimos en seres más vulnerables, en ciudadanos incompletos. Si no sabemos distinguir, filtrar, evaluar o expresar con libertad, quedamos disminuidos frente a un volumen tan grande de información.

—Pongamos un caso: el megalómano Elon Musk acaba de comprar Twitter. Sin educación mediática, ¿los usuarios quedarían a merced de las decisiones del magnate?

Hay que matizar esa idea de que los medios son muy poderosos y las personas somos víctimas de sus impactos. Desarrollamos filtros y mecanismos intuitivos. Lo triste es que lo hacemos de manera autodidacta, porque esto no es parte de los planes curriculares. Pero es más dramático aún que hoy la manipulación sea voluntaria. Somos los usuarios de medios quienes optamos por consumir solo aquello que dice lo que queremos escuchar y actuamos como caja de resonancia. Estamos renunciando a muchas cosas: a la pluralidad de fuentes, a la polémica, a la deliberación pública y a la exigencia de medios de calidad, sobre la que tenemos un doble discurso evidente. La escuela tiene un rol importante que cumplir ahí, formando capacidades mediáticas en los estudiantes, de lo contrario la comunicación pasará a ser un derecho a la utopía.

—Diversos autores afirman que la democracia depende de la educación mediática. ¿Cómo se establece este lazo decisivo?

Precisamente por lo que supone ser ciudadano. Una persona que participa en la vida social necesita información de calidad para formar opinión y decidir. Y necesita también desarrollar criterios éticos para producir información. Leo que varias personas ponen en sus cuentas sociales que “solo comparten” la información que reciben, sin importar si es cierta o no. Eso equivale a lo que hacen los canales de televisión cuando dicen que no se responsabilizan por sus contenidos. ¿Quién es responsable entonces? La ciudadanía es tanto el ejercicio de derechos como el cumplimiento de obligaciones. Lo mismo pasa con los medios, que casi siempre desconocen su rol como parte del sistema educativo.

Ya hay docentes que usan tecnologías en la escuela. Pero, ¿educan mediáticamente?

A pesar de las barreras institucionales y la falta de políticas públicas, muchos docentes están interesados en el tema, con iniciativas geniales. Pero, ojo, no basta con utilizar los medios para educar mediáticamente. Ahí hay una confusión permanente. Muchos docentes usan los medios de forma instrumental, como un apoyo didáctico. Eso está muy bien, pero al uso de la tecnología hay que añadirle una capa reflexiva, de análisis crítico. Me preocupa que numerosas personas prefieran delegar la responsabilidad de dudar o cuestionar a terceros: a organizaciones o a software de inteligencia artificial…

Dices en tu libro que, precisamente, los medios tecnológicos se esfuerzan en crear mecanismos de “servidumbre digital voluntaria”.

Históricamente los medios tecnológicos han querido entrar al aula por un interés comercial, pero la pedagogía tiene la capacidad de resignificar ese interés y aprovecharlo para crear aprendizajes relevantes y conectarlos con los intereses y las capacidades que adquieren los estudiantes fuera de la escuela. Para eso tenemos que formar docentes que conozcan cómo funcionan unos medios cada vez más fáciles de usar, pero más difíciles de entender por dentro. No podemos reproducir los discursos tecnofetichistas que delegan a la tecnología la responsabilidad de resolver todos los problemas educativos. Los medios tienen un rol, sí, pero nosotros como usuarios también, y es nuestra tarea como docentes demostrarlo.

El libro

“Educación mediática: emergencia y urgencia de un aprendizaje pendiente” se presentó en la Feria del Libro Ricardo Palma.

El libro está a la venta en librerías a S/37.


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