Un escritor con problemas de salud y cierto grado de cinismo quiere hacer una exposición sobre su obra en la Casa de la Literatura. Y mientras va recuperando objetos, inverosímiles y delirantes, para esta hipotética muestra, reconstruye también escenas de su aprendizaje vital e intelectual, con tres amigos de infancia y juventud, con quienes se reúne para jugar Nueve Vidas, un juego de cartas inventado por ellos mismos. Este es el disparador de la historia que Leonardo Aguirre presenta en su última novela, en la que acomete contra cierto tipo de literatura, y busca recuperar algunos espacios de Lima de las décadas de 1980 y 1990. Como él dice, el libro es una especie de “parodia de autoficción”.
En el libro llaman la atención dos cosas el lenguaje oral con el uso continuo de la jerga, y la estructura, en este caso insertas una entrevista al propio autor-personaje. ¿Como ha sido el proceso creativo de esta novela?
Primero, quería hacer un libro en el que ya no hubiera tanto sexo como en Interruptus (su novela anterior). Luego, también quería dosificar las jergas que en mi anterior libro eran abrumadoras, esta vez quería crear más bien un lenguaje híbrido, por momentos huachafo, por momentos técnico y por momentos vulgar, callejero. Quería que sonara más como una conversación que una narración. De hecho, en un primer borrador el personaje le contaba la historia al director de la Casa de la Literatura Peruana, al Chupón de Piraña, al personaje este, todo iba dirigido hacia él, tenía pues ese tono de conversación. Después, obvié ese recurso, pero me gustó que quedase el tono conversacional, digamos. De hecho, Julio Ortega, que ya leyó el libro, le llama a eso prosa conversada. Eso me interesaba como estilo. Además, no me gusta la idea que la gente o algunos escritores tienen sobre qué es escribir literatura, piensan que es escribir bonito, acumular adjetivos, imágenes limpias, ese tipo de prosa no me interesa. Dentro del mismo libro me burlo incluso de esa visión de la literatura.
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Tu libro tiene humor, algo poco frecuente en la literatura peruana …
El humor, creo, no es una tradición literaria peruana. Son escasos los narradores que hacen esto, y dentro de eso habrá que ver cuáles me hacen reír realmente. Yo he usado el humor toda la vida, a veces con más fortuna que en otras, pero esa siempre es mi búsqueda, además es un humor contra los demás y contra el narrador mismo.
No creas narradores solemnes ni malditos, porque te burlas también de esa etiqueta.
El protagonista no se toma en serio, como yo no me tomo en serio a mí mismo y ni siquiera a la literatura. En uno de los fragmentos de los diálogos hay un discurso a favor de burlarse absolutamente de todo, incluso de lo más sagrado. No tiene por qué haber ningún tipo de censura ni de autocensura, hay libertad absoluta en el arte.
Hablando de eso, tus libros son políticamente incorrectos, este personaje es misógino, homofóbico, machista, racista, ¿te preocupa eso?
Yo creo que ese narrador personaje es un ejemplo del limeño real promedio, no del limeño que está en mis contactos de Facebook. En el mundo real, en el limeño promedio, según he podido constatar, todas estas taras existen y gozan de buena salud, además. Existe la homofobia, el racismo, el machismo, el clasismo, tal cual como hace 200 años. Este personaje es un limeño real promedio. Por supuesto, yo no tengo un ánimo de denuncia ni mucho menos, simplemente así es el personaje.
Barrios limeños
El libro se mueve en escenarios de clase media tradicional y marginal si se quiere, en esta novela se muy viva la ciudad.
Eso me interesa mucho. Cada vez creo me estoy acercando más al objetivo principal que es hacer la novela de Lima. En Interruptus había algo de Lima también, ahora hay más lugares, estoy abriendo la cancha. Pero, por supuesto, no puedo ser deshonesto ni artificial, por eso trato de buscar rincones de Lima que tengan una conexión sentimental conmigo. No soy de los escritores que dicen ahora voy a escribir sobre Ayacucho y viajan a Ayacucho, yo no escribo así. Necesito una conexión emocional con el material con el que estoy trabajando. En este caso he tratado de cubrir una gran parte de Lima. Hay mucha literatura peruana sobre Miraflores, San Isidro, Barranco, también en mi libro, claro, pero aquí tenemos también Lince, Monterrico, El Agustino, Ventanilla, Chorrillos, Jesús María, Surquillo, San Miguel, Pueblo Libre, San Borja, Ate. Hay esta intención por recuperar lo que se está perdiendo, quiero mantener vivos esos lugares escribiendo sobre ellos.
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En esa larga entrevista al personaje escritor hay varios tópicos que pueden rastrearse como tus intenciones a la hora de escribir, por ejemplo, sobre por qué escribes…
Viene a ser una especie de poética, un manifiesto. Hemos hablado de la honestidad, por ejemplo, el escribir sobre aquello que tiene conexión emocional con uno, no subirse al coche de lo que está de moda, no escribir sobre el terrorismo, sobre la migración que son temas sobre los que todos están escribiendo, en fin. Sencillamente, son temas que no tienen una conexión emocional conmigo y no me provoca escribir sobre eso.
Sin embargo, en esta novela mencionas un atentado terrorista que curiosamente el narrador no recuerda.
Claro, lo pongo justamente así porque el narrador no recuerda que estuvo ahí. Y fue tal cual, un amigo me contó que yo estaba ahí, y que lo vi, pero yo no lo recuerdo. Eso dice mucho de mi relación con el tema, creo. Por alguna razón (el terrorismo) no me afectó, me tocó un apagón a la semana, tal vez, pero yo recuerdo esas épocas como muy felices.
Lenguaje callejero
Sobre el uso de la jerga y localismos no crees que pueden ser contraproducente para lectores foráneos o de otras generaciones, porque lo que haces es recuperar también jergas de los años 80 y 90.
El lector que pienso cuando escribo soy yo. Ese lector tiene caprichos, manías y gustos personales, entonces escribo a partir de mis gustos, no puedo escribir a partir de los gustos de la crítica, de los lectores extranjeros, no puedo escribir pensando si se va a traducir o no, todo eso me parecen objetivos quizás abyectos, no artísticos.
Esa novela de aprendizaje, en la que un personaje cuenta cómo se hizo escritor es un tópico amplio en la literatura, aquí también lo haces…
Pero en clave de parodia, ojo.
Una bildungsroman paródica
Ese personaje es un ridículo, por qué se tiene que hacer una exposición de esos objetos, además objetos ridículos (risas). Cajetillas de cigarros, cálculos renales, es también una parodia de una exposición artística, del arte, está la idea de Duchamp en el fondo, por eso hay un recetario en forma de inodoro, por eso se habla de la exposición de Yoko Ono, yo creo que el libro también pone esas cosas en cuestión, qué cosa es arte, qué cosa no lo es, qué cosa es literatura, qué cosa no lo es. ¿Será literatura escribir con jerga? ¿Será literatura escribir bonito? ¿Qué cosa es literatura y arte general? Estas ideas también flotan en este libro.
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La novela “Nueve vidas” ha sido publicada por la editorial Peisa, en su Serie Río Hablador.
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