Instalación "Un jardín en el cielo", de Antonio De Loayza, que busca reflexionar sobre la figura del ladrillo en la construcción de la ciudad y el país. Foto: Juan Pablo Murrugarra
Instalación "Un jardín en el cielo", de Antonio De Loayza, que busca reflexionar sobre la figura del ladrillo en la construcción de la ciudad y el país. Foto: Juan Pablo Murrugarra
/ Juan Pablo Murrugarra
Jorge Paredes Laos

El jardín de Antonio De Loayza (Lima, 1993) está hecho de ladrillos, de miles de ladrillos cortados, quebrados, rotos, triturados, dispersos como piezas de un inmenso puzzle que se expande por el centro de la sala del ICPNA de San Miguel. Ladrillos forman columnas bíblicas, como las de Babel, o ruinas que parecen antiguas cavernas o huacas, pequeñas representaciones de esos espacios que abundan por la ciudad y que nos recuerdan que este país es también milenario y pluricultural.

Las piezas de la instalación “Un jardín mirando al cielo” forman, como dice el artista, un puente entre el pasado, el presente y el futuro, y reflexionan sobre la manera en que hemos habitado este territorio en el tiempo, a partir de los materiales usados.

“El ladrillo es un símbolo de construcción de ciudad, material que mezcla arcilla, agua, cemento, elementos que aluden a Lima desde tiempos milenarios. Esta es una ciudad de restos, de huacas, pero huacas vivas, de historias vivas, y para mí ese es uno de los principales motivos por los que hice esta instalación”, dice De Loayza.

El artista Antonio De Loayza ha empleado cerca de 3.000 ladrillos en la ejecución de sus obras. El material lo llevó a conocer el mundo de las ladrilleras de Huachipa. Foto: Archivo personal
El artista Antonio De Loayza ha empleado cerca de 3.000 ladrillos en la ejecución de sus obras. El material lo llevó a conocer el mundo de las ladrilleras de Huachipa. Foto: Archivo personal
/ Antonio de L

“Sentía la necesidad de mirar el pasado desde el presente, pero no con una mirada corta, sino con una gran proyección, en la que resurja la voz del Perú, y eso tiene mucho que ver con el material, pues vas a encontrar ladrillo en todas las regiones”, agrega.

Esta instalación dialoga con otras piezas en las que los ladrillos pandereta y King Kong forman un mapa del Perú; o la silueta de la piedra de los doce ángulos del Cusco; o los ondulantes movimientos de la yakumama, la serpiente amazónica; o los apus andinos; además del cactus San Pedro, la planta alucinógena sagrada. La exposición se completa con el video “Como si fuésemos paisaje”, grabado en Iquitos; con otras obras hechas en colaboración con la artista shipibo-konibo Wilma Maynas; y con telares, realizados en conjunto con artistas de Huancayo.

Finalmente, en uno de los extremos de la sala, se ingresa a un espacio onírico, llamado “Espíritus del paisaje”, en el que cuelgan diversas figuras trabajadas con mallas usadas en la construcción de edificios.

Instalación “Espíritus del paisaje”, de Antonio De Loayza, en la que cuelgan diversas figuras trabajadas con mallas de construcción. Foto: Juan Pablo Murrugarra.
Instalación “Espíritus del paisaje”, de Antonio De Loayza, en la que cuelgan diversas figuras trabajadas con mallas de construcción. Foto: Juan Pablo Murrugarra.
/ Juan Pablo Murrugarra

País en construcción

“El ladrillo en el Perú representa la ilusión en el progreso, el sueño de tener un hogar; pero también la fragilidad. Por eso solo funciona enganchado con otros, con miles de ladrillos”, comenta De Loayza. Él ha trabajado durante seis años esta exposición y dice que lo más interesante de esta experiencia ha sido el diálogo con los obreros de las fábricas ladrilleras de Huachipa, de donde extrajo las piezas para armar la muestra.

“Cada uno de ellos tenía una visión distinta, algunos me ayudaron, por ejemplo, a realizar la parte estructural. Yo he trabajado de manera intuitiva, sin ningún boceto previo. Lo que me parece genial es haber podido proyectar mi experiencia de estar a diez metros bajo tierra en una ladrillera, donde realmente se está creando la ciudad, con gente que es, en su mayoría, migrante. Por eso el título ‘Jardín en el cielo’, porque en la ladrillera todo es seco, pero está lleno de vida, y quería generar una mirada poética, pero no desde la ruina, sino desde una huaca viva, cargada con saberes e historias”, dice De Loayza.

Pieza por pieza

Para armar la exposición se han empleado alrededor de 3.000 ladrillos. De Loayza cuenta que muchos se cayeron y rompieron mientras armaba las esculturas, las cuales no llevan soportes ni bases, sino fueron creándose a partir del corte y del ensamblado del propio material. Cada pieza se encuentra numerada y eso hace que las esculturas puedan ser desarmadas y levantadas en otro lugar.

Detalle de la instalación Un jardín en el cielo, al fondo se observa la obra "Fragmentos del paraíso", con ladrillos flotantes pintados de colores. Foto: Juan Pablo Murrugarra.
Detalle de la instalación Un jardín en el cielo, al fondo se observa la obra "Fragmentos del paraíso", con ladrillos flotantes pintados de colores. Foto: Juan Pablo Murrugarra.
/ Juan Pablo Murrugarra

“Para mí todo esto tiene que ver con el hogar —añade el artista—, con los vínculos que creamos y que nos sostienen, por eso me interesa trabajar lo modular, porque revela esa construcción constante, y el Perú es un país en construcción. Necesitamos mirar hacia adentro de manera urgente, yo creo que todos los problemas que ha habido en estos 200 años es porque no hemos sabido o no hemos querido mirar hacia adentro, hacia nosotros mismos”

Más información

La exposición “Un jardín en el cielo” se puede ver hasta el próximo 5 de diciembre en el Icpna de San Miguel. De martes a sábado de 10:00 a 18:00. “Antonio De Loayza nos presenta un Perú imaginado en forma de huaca ceremonial, un espacio sagrado, una ciudad en el limbo que desde el rito artístico presagia la lluvia que irrigará un jardín de nuevos lenguajes visuales para la persistencia de la memoria”, escribe Christian Bendayán, en el texto curatorial de la muestra.

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