Dice Arnold Hauser en su Historia social de la literatura y el arte: “En esta fase [el Paleolítico], no hay nada que pueda justificar la presunción de que el arte sirviera para otro fin que para procurar directamente el alimento”. Como tal, tenía un carácter mágico y una función concreta. Las representaciones plásticas eran una parte del aparejo técnico de esa magia; eran la “trampa” en la que la caza tenía que caer. O mejor, eran la trampa con el animal capturado ya, pues la pintura era al mismo tiempo la representación y la cosa representada, era el deseo y la satisfacción del deseo a la vez.
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