Ilustración: Giovanni Tazza
Ilustración: Giovanni Tazza
Pedro Cornejo

En la , vimos que la nostalgia es un anhelo, un deseo cuya satisfacción es imposible porque está referida al pasado, es decir, a un tiempo perdido, a una ausencia. En efecto, como sostiene Pilar Gilardi en un artículo titulado “A propósito de la filosofía, la nostalgia y el dolor: una aproximación a Heidegger y Novalis”, “la nostalgia es expresión de una pérdida que, en toda su singularidad e irrepetibilidad, es señal de una pérdida inmemorial, de igual forma que toda ausencia individual y concreta es recuerdo de una ausencia constitutiva”.

De ahí que, para Heidegger, la nostalgia sea un temple filosófico, porque, a partir de la pérdida de lo particular, nos coloca frente a la totalidad de lo existente (el Ser). Por ello, retomando la frase de Novalis, citada en Los conceptos fundamentales de la metafísica, “la filosofía es nostalgia, ese impulso de querer estar en todas partes en casa”. Como explica Heidegger: “No solo aquí y allá, tampoco solo en cada lugar, en todos juntos uno después de otro, sino que estar en todas partes en casa significa ser siempre y sobre todo en un conjunto. A este ‘en un conjunto’ y a su totalidad los llamamos el mundo”. Y añade: “Hacia allí, hacia el ser en su conjunto somos movidos en nuestra nostalgia”.

El mundo, así entendido, es la casa, el hogar, la morada, el “lugar” donde es posible habitar, echar raíces. Empero, a la vez que la nostalgia hace patente el apego a la casa, pone de manifiesto el dolor del desarraigo presente. Por eso, la echamos de menos; por eso, la nostalgia es deseo de retornar, pero también dolor por no poder hacerlo; y, por eso, la filosofía, según Heidegger, es una forma radical de la nostalgia. Ahora bien, es propio de la filosofía el anhelo por reencontrar la totalidad de lo que es, porque solo “ahí” el hombre puede sentirse “en casa”. Sin embargo, para emprender semejante búsqueda, el filósofo debe afrontar —afirma Heidegger— una exigencia superior: “el retiro a la soledad en el que todo hombre llega por primera vez a la proximidad de lo esencial de todas las cosas, al mundo”.

En tal sentido, la filosofía es, para el autor de Ser y tiempo, un viaje solitario a la dimensión más íntima de lo que es, un viaje que nunca está exento de peligro e incertidumbre. Filosofar es, pues, siempre un riesgo porque nos saca de nuestra zona de confort y, de ese modo, nos hace perder el equilibrio embarcándonos en una odisea intelectual y vital cuyo destino es imprevisible. Como señala Heidegger, la filosofía “es un preguntar en el que preguntamos en el conjunto de lo ente, y en el que preguntamos de tal modo que nosotros mismos, los inquirientes, somos puestos conjuntamente en la pregunta, somos puestos en cuestión”.

Contenido sugerido

Contenido GEC