“El valor de una información se basa en el número de sitios que te dirigen hacia la misma: y, en consecuencia, en la velocidad con que quien la busque vaya a encontrarla”.
“El valor de una información se basa en el número de sitios que te dirigen hacia la misma: y, en consecuencia, en la velocidad con que quien la busque vaya a encontrarla”.
Pedro cornejo

I

Hoy en día todos usamos internet. Y lo hacemos de manera tan asidua que nos hemos vuelto completamente dependientes de la red, sea para comunicarnos (vía correo o Facebook); obtener o intercambiar información de cualquier índole; descargar documentos, archivos y aplicaciones, etc. Todo con el propósito de acceder, mediante unos sencillos clics, al saber, la cultura, el entretenimiento y los servicios que pone a nuestro alcance el universo online. Y la llave para entrar a este reino virtual se llama Google, el motor de búsqueda más famoso y utilizado del mundo. Pero ¿cuál es la lógica que subyace al funcionamiento de Google? Como se sabe, una de las críticas más frecuentes que se le hace a internet como fuente de conocimientos es que no parece ofrecer criterio alguno para discernir lo que es más pertinente (o ‘verdadero’) en la infinidad de sitios web que existen en la red y que nos inundan con información tan masiva y diversa como contradictoria y, muchas veces, errónea.


II

Según explica el escritor italiano Alessandro Baricco en Los bárbaros. Ensayos sobre la mutación (2008), a mediados de los años noventa, dos jóvenes estadounidenses, Larry Page y Sergey Brin, se dieron cuenta de que el problema principal no era otro que “la clasificación de los resultados: cómo darle un orden jerárquico a las toneladas de páginas que aparecían si uno realizaba una búsqueda”. Se dedicaron entonces a observar el comportamiento de los mejores motores de búsqueda existentes en la época. Y descubrieron que la clave estaba en las palabras, o frases, que aparecían subrayadas, es decir, en los links: si uno hacía clic en ellos era llevado directamente a una página web. La conclusión a la que llegaron Page y Brin —los creadores de Google— fue que las páginas más relevantes eran aquellas a las que se dirigía un mayor número de links.



Las páginas más relevantes eran aquellas a las que se dirigía un mayor número de links.

III

Lo explica bien el Colectivo Ippolita* en su libro El lado oscuro de Google (2010). Dentro de la comunidad académica o científica, “cuanto más positiva es la acogida que un artículo recibe por parte de otros científicos (que se supone trabajan de forma independiente), tanto más el artículo se considera importante y meritorio. Page traslada a su campo de búsqueda este enfoque y desarrolla la teoría según la que el número de links que conducen a una página es una forma de evaluar el valor de la página y, en cierto sentido, su calidad”. La consecuencia de este razonamiento es que un sitio es más confiable en la medida en que es más citado. Por tanto, un link es más significativo que otro(s) porque hay miles de links que te dirigen hacia él. De este modo, Google estableció el criterio de ‘verdad’ o, si se quiere, de mayor verosimilitud para orientarse en la red. En palabras de Baricco: “El valor de una información se basa en el número de sitios que te dirigen hacia la misma: y, en consecuencia, en la velocidad con que quien la busque vaya a encontrarla”.


*Ippolita es un colectivo de investigación interdisciplinario activo desde 2005. Sus temas de interés son las “tecnologías de la dominación” y sus efectos sociales.

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