El legendario vocalista de The Cult llegará a Lima 
por primera vez para ofrecer un concierto con la banda.  (Foto: Veltrac Music)
El legendario vocalista de The Cult llegará a Lima por primera vez para ofrecer un concierto con la banda. (Foto: Veltrac Music)
Alessandra Miyagi

Ian Astbury (Cheshire, Inglaterra, 1962) es el fundador y líder de
The Cult, una banda británica que mezcló como ninguna el hard rock y el pospunk durante más de tres décadas de trayectoria. Y aunque siempre se ha mantenido alejada de lo mainstream, The Cult ha influido profundamente en la escena musical europea y norteamericana. El año pasado lanzó su décimo disco Hidden City, entrega final de la trilogía compuesta por Born into This (2007) y Choice of Weapon (2012). El 14 de setiembre se presentará en el Centro de Convenciones de Barranco (av. República de Panamá 220). .

Tienes una conexión muy fuerte con la cultura nativa norteamericana, incluso el nombre original de la banda —Southern Death Cult— proviene de ella. ¿Dónde nace tu fascinación por esta cultura?
Cuando tenía 11 años, mi familia se mudó a Canadá, y fue ahí donde descubrí esa cultura. De hecho, era parte de nuestra educación en el colegio, donde también tenía compañeros que formaban parte de esa comunidad. Aunque nunca me sentí como un inmigrante en Canadá, porque yo era un chico blanco como la mayoría, tampoco me sentí realmente conectado con los otros estudiantes. Me sentía más cómodo al lado de otros inmigrantes como yo, que venían de países como Turquía o Jamaica, y con los niños nativos; ellos eran mis pares, mis amigos. Tuve la suerte de crecer en un ambiente de bastante diversidad cultural.

Hablando de diversidad, hace años organizaste el Gathering of Tribes Festival, donde reuniste a músicos de distintos estilos con el fin de oponerse a la segregación que dominaba el mundo de la música pop. ¿Qué tipo de segregación existía? ¿Contra quién?
En ese entonces, la MTV poseía gran influencia en los medios, y empezó a hacer separaciones entre la cultura hip-hop, la comunidad LGTB, el rock, la música alternativa, el pop, etc. Hacía programas especiales donde aislaba estas manifestaciones culturales y, con ello, rompía el sentido de comunidad. Además, ya que el look es muy importante para los medios audiovisuales, la MTV empezó a controlar y determinar la manera en que los artistas debían verse. Lo cual ponía bastante presión en los jóvenes, muchos de los cuales acababan aceptando estas condiciones para no perecer en la industria, porque quien no se alineaba, era marginado. Esto, en consecuencia, acababa influyendo también en los grupos sociales porque estos son influidos por los artistas, a su vez.
De modo que mi idea era organizar un evento que celebrara la diversidad. Invitar a representantes de distintos géneros y culturas para dar un gran espectáculo al público por 10 dólares la entrada. Además, invitamos a grupos de activismo social y ambiental como Greenpeace, Amnesty International, Act Up (organización a favor de los derechos LGTB), etc. Y es que no se trataba de hacer dinero, sino de hacer comunidad, y de recobrar nuestras identidades trastocadas por la MTV y revistas como RollingStone. Pero, claro, hubo hombres de negocios que vieron el gran potencial económico del festival, y pensaron “esto se puede monetizar”. Y al año siguiente apareció Lollapalooza.

Pese a todos los cambios que ha habido en la conformación de la banda, de las dos separaciones y de los proyectos independientes que han emprendido, The Cult continúa en los escenarios. ¿Cuál crees que ha sido la clave de su vigencia?
Bueno, estamos en una industria comercial, pero tratamos de no tomar decisiones basadas únicamente en ello. The Cult ha tenido la oportunidad de ser una banda mucho más exitosa en términos comerciales, pero decidimos que nadie iba a decirnos cómo debíamos actuar, sino que seguiríamos nuestro instinto y diríamos lo que pensábamos. Quizá la autenticidad sea la clave.
Además, creo que los momentos de separación fueron positivos para nosotros.
Hay algunas bandas que se mantienen unidas, pero que al final dejan de producir música nueva porque ya no tienen nada que decir. Estas pausas son necesarias: nos ayudan a oxigenarnos, a ver otras cosas y volver con nuevas perspectivas.

¿Cómo percibes la evolución estética y musical de la banda a lo largo de estos años?
Creo que cuando uno es joven, de manera inconsciente, trata de impresionar a la gente. Al principio tratábamos de afianzar nuestra propia identidad y de mostrar que éramos diferentes, a través de nuestras presentaciones y de nuestra manera de vestir, por ejemplo. Pero, una vez superada esta etapa, nos enfocamos mucho más en el contenido y la calidad de nuestras canciones, que reflejan nuestra relación con el entorno. Nuestros conciertos siempre han sido muy enérgicos y dramáticos, con matices cinematográficos, inclusive. Pero en el nivel estético, hemos ido evolucionando hacia la creación de gráficos y escenografías más fuertes.

Cuéntame sobre el proceso creativo de Hidden City (2016), su última producción.
El nombre original del disco era en castellano, pero a la disquera no le pareció una buena idea, así que lo pusimos en inglés. La primera vez que leí esa frase fue en la camiseta de Carlos Tévez. En su último partido en la Juventus, anotó un gol y se levantó la camiseta del equipo para mostrar otra que decía “Ciudad Oculta”, que es una villa de Buenos Aires. Eso me impactó porque decidió mostrar sus raíces en lugar de mostrar al patrocinador. Ya no se trataba del futbolista exitoso, de la celebridad, sino del hombre que recuerda su barrio, que piensa en su familia, en lo que realmente le importa; a ellos les dedicaba el gol.
La gente lucha todo el tiempo por obtener más y más bienes, pero he visto gente muy pobre que no posee nada y, sin embargo, tiene una riqueza interior enorme. Y Hidden City es eso: habla de nuestro mundo espiritual e íntimo, de lo que somos realmente.
También estuve leyendo mucho a Federico García Lorca mientras trabajaba en el disco, especialmente Romancero gitano, un poemario muy hermoso que habla sobre la vida de este pueblo al margen de la sociedad y su lucha contra la autoridad.

Hay un verso en “No Love Lost” (Hidden City, 2016) que dice: “Love turns to hate when the heart loses faith”, y que me hace pensar en los nuevos brotes de violencia que vemos en todo el mundo…
Creo que en situaciones así, hay gente que escoge el camino de la violencia o de la destrucción porque busca desesperadamente respuestas fuera de sí misma; desea impactar en la sociedad o culpar a un factor externo, y no asume su propia responsabilidad. No se da cuenta de que la respuesta está en ella misma, en nuestro mundo interno, en nuestros corazones. No hay una autoridad mayor sobre nosotros. Ciertamente, estamos en medio de una crisis, y creo que la única salida es la reflexión y la meditación. Las acciones violentas solo incitan más violencia. Y las crisis son necesarias para la creación de nuevas etapas.

Justamente, este resurgimiento de problemas sociales que creíamos ya resueltos crean las condiciones para la aparición de movimientos contraculturales como el punk o el hippismo de hace unas décadas…
Por supuesto, y ya se están dando. Puede que los medios masivos de comunicación no les presten atención, pero ya está sucediendo. La gente se está alejando porque la situación actual no está poniendo comida en sus estómagos y no está llenando sus corazones.

Cuéntanos cómo será el concierto en Lima.
Presentaremos Hidden City, pero también tocaremos canciones icónicas de la banda; haremos un recorrido por los diez discos de The Cult. Estoy muy emocionado.

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