Jorge Kantor tenía una voz cálida que dejaba un eco en cada frase y una sonrisa amplia y generosa. Solía llamarlo o buscarlo en su consultorio para conocer su opinión sobre uno de los temas que más lo apasionaba: el cine. Alguna vez, sobre su admirado Charles Chaplin, me dijo: “Fue un genio para liberar algunas fuerzas inconscientes en la gente”. Y a más de una semana de su inesperada partida, escuchando lo que opinan sus familiares, pacientes, colegas y amigos, se puede decir que él también tenía esa genialidad. Tenía ese talento para comprometerse con su profesión de psicoanalista y con la vida de sus pacientes, con quienes llegó a crear un vínculo especial, algo que se ha hecho sentir en estos días en columnas periodísticas y en las redes.
Su hijo mayor, Daniel Kantor, quien también está formándose como psicoanalista, dice que el último encargo que le dio su padre fue que llamara a cada uno de sus pacientes para que cerrara el círculo con ellos. Es lo que él ha venido haciendo en estos días, y ha descubierto lo importante que era su padre en la vida de estas personas. “Así como era con ellos también era con mi mamá, conmigo y con mis dos hermanos”, cuenta. “Hasta el último momento, cuando sabía que se estaba yendo, quiso dejarnos a todos un bonito recuerdo”. Ahora, Daniel siente cada vez más precisa la cita de Freud que le dijo su papá hace unas semanas: “La ciencia moderna aún no ha producido un medicamento tranquilizador tan eficaz como lo son unas pocas palabras bondadosas”.
Vida institucional
El interés de Jorge Kantor por el cine se explica por el legado familiar. Sus padres —Oscar Kantor y María Esther Palant— fueron dos reconocidos cineastas que vinieron a Lima en la década del sesenta invitados por el presidente Fernando Belaunde para hacer algunos documentales. Entonces, Jorge tenía diez años, y mientras sus padres se comprometían cada vez más con la vida artística y cultural limeña, él se decidió por la psicología. Se graduó en la Universidad Católica como psicólogo clínico y tras realizar una maestría en Educación, en Harvard, Estados Unidos, se inclinó por la formación psicoanalítica. En paralelo a su práctica como analista, se involucró en la vida institucional de la Sociedad Peruana de Psicoanálisis, donde ocupó los más altos cargos: fue secretario científico, tesorero, presidente y hasta sus últimos días se desempeñó como director del instituto, la entidad encargada de formar a los nuevos psicoanalistas.
Pilar Gavilano, presidenta de la Sociedad Peruana de Psicoanálisis, lo recuerda como un director muy querido y creativo, al que se le ocurrían cosas novedosas, “por ejemplo, trabajó la relación entre psicoanálisis y matemáticas”, dice. Ella destaca el interés de Jorge Kantor por contar la historia de la práctica psicoanalítica en el Perú. Por años, se dedicó a entrevistar a los fundadores de la sociedad, en videos que pueden ser vistos en YouTube. Jorge Kantor tuvo, además, una participación destacada en la Asociación Psicoanalítica Internacional fundada por Freud en 1910, donde fue durante cuatro años uno de los representantes de Latinoamérica en el Board (junta) de la institución.
Talento clínico
“Por siete, ocho años, yo fui su analista didáctico”, dice el psicoanalista Moisés Lemlij. Recuerda que en ese tiempo se veían cuatro o cinco veces a la semana, y eso creó un vínculo especial entre ellos. “Él tenía mucho talento clínico y sensibilidad. En ese caso, el alumno superó al maestro, por la capacidad que tenía para compenetrarse con sus pacientes”, dice Lemlij.
A inicios de septiembre, Jorge Kantor lo llamó por teléfono para invitarlo a almorzar en una trattoría donde solían reunirse. Cuando se sentaron en la mesa, le soltó esta frase: “Bueno, me voy a morir antes que tú”. “Me había citado para despedirse”, dice Lemlij, todavía afectado por el fallecimiento de su colega y amigo.
Otro de los grandes mentores de Jorge Kantor, fue el psicoanalista Max Hernández, quien lo recuerda como el colega y amigo con el que compartió muchas inquietudes en torno a la teoría psicoanalítica y a la práctica clínica. “Siendo yo mayor que él —dice— desarrollé un afecto y un respeto por su talante intelectual, su bonhomía y su permanente curiosidad”.
Hernández destaca, sobre todo, su sonrisa permanente. “Era un sonrisa absolutamente transparente, generosa y abierta. Alguna vez, leí el maravilloso poema de Federico García Lorca a la muerte de Torrijos, el gran militar y revolucionario español. Ahí decía: ‘la muerte con ser la muerte / no deshojó su sonrisa’. Yo me imagino —apunta Hernández— que a Jorge la sonrisa no le pudo ser deshojada ni por la muerte. Sus hijos y Livia, su esposa, me han contado de su extraordinaria entereza, de su capacidad para mantener el sentido del humor hasta los últimos tramos de su vida”.
A pedido de Lemlij, Daniel Kantor ha empezado a reunir los artículos de su padre para un futuro libro, con el que se completará el perfil de un psicoanalista interesado por la cultura de su tiempo, por la música, por los Beatles, por la nueva trova y el cine, por esa gran herencia visual que le dejaron sus padres.
Más información
Jorge Kantor (Buenos Aires, 1956- Lima, 2021). Psicólogo clínico por la PUCP, formado como psicoanalista en el Instituto Peruano de Psicoanálisis. Fue profesor en la maestría en estudios teóricos en psicoanálisis de la PUCP, donde dictó el curso de Cine y psicoanálisis. Fue padre de tres hijos. Estuvo casado 38 años con Livia Benavides Matarazzo.
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