Guillermo Porras Osores y su esposa doña Juana Barrenechea Raygada. Un incidente producido en marzo de 1899 produjo la prematura muerte de Porras. Foto: Archivo Fotográfico del Instituto Raúl Porras Barrenechea - UNMSM. Cortesía: Rocío Hilario Ramos.
Guillermo Porras Osores y su esposa doña Juana Barrenechea Raygada. Un incidente producido en marzo de 1899 produjo la prematura muerte de Porras. Foto: Archivo Fotográfico del Instituto Raúl Porras Barrenechea - UNMSM. Cortesía: Rocío Hilario Ramos.
/ Rocío Hilario
Héctor López Martínez

Atardecía el domingo 19 de marzo de 1899. El matrimonio formado por don Guillermo Porras Osores y doña Juana Barrenechea Raygada salió de su amplia casa barranquina, ubicada en la avenida Miguel Grau 205, para dirigirse al Parque Municipal situado a corta distancia, donde tendría lugar la penúltima retreta de la temporada veraniega. La familia Porras pasaba gran parte del año en Pisco, donde don Guillermo dirigía una desmotadora de algodón de su propiedad. A causa de ello uno de sus hijos, el futuro notable historiador y diplomático Raúl Porras Barrenechea nació en dicho puerto el 23 de marzo de 1897.

Ya en el parque, los esposos Porras ocuparon una banca y aparentemente guardaron sitio para amigos o parientes y por eso les desagradó, aunque no lo manifestaron de modo ostensible, que otra pareja, igualmente joven, Arturo del Campo y Plata y su esposa, ocupara el extremo del asiento. Los cuatro cambiaron un frío saludo y permanecieron en silencio durante algunos minutos. De pronto la señora Del Campo, le dijo en francés a su esposo: “Mejor es que nos vayamos, porque este señor —refiriéndose a Porras— parece ser algo descortés”. Guillermo Porras, visiblemente mortificado, replicó: “Entiendo lo que acaba de decir su señora, y yo no permito que se me den lecciones de buena educación”. Del Campo, también en todo airado, respondió: “Puede usted tomar las palabras de mi señora como guste”. Entonces Porras, fuera de control, le asestó una bofetada. Ambos hombres cambiaron bastonazos y otros golpes hasta que personas amigas lograron separarlos.

Había estallado el conflicto; los protagonistas del ruidoso lance pertenecían a conocidas y encumbradas familias limeñas. Porras era hermano del ministro de Relaciones Exteriores, Melitón Porras Osores. Los dos exigían reparaciones que solo podían darse en el campo del honor. Guillermo Porras nombró como sus padrinos a José J. Rospigliosi Vigil y Luis Astete Concha. Arturo del Campo eligió a Leoncio Lanfranco y al sargento mayor Alberto Panizo. La excitación en Lima era inmensa y todos los Diarios se ocupaban del asunto. Circulaban múltiples rumores, mayoritariamente descabellados o falsos.

Raúl Porras Barrenechea perdió a su padre antes de cumplir los dos años de edad, debido a un llamado duelo de honor. (Foto: IRPB)
Raúl Porras Barrenechea perdió a su padre antes de cumplir los dos años de edad, debido a un llamado duelo de honor. (Foto: IRPB)

El encuentro

Los padrinos de Porras y Del Campo se reunieron en dos oportunidades: “una en el Hotel Central, de Chorrillos, y la otra en el Club Nacional”. Sus esfuerzos por evitar el duelo resultaron infructuosos. Los rivales estaban empeñados en batirse. El “fatum” marchaba inexorablemente. Se acordó finalmente que el enfrentamiento tuviera lugar en un potrero del fundo Santa Beatriz a las 5:00 de la tarde del miércoles 22 de marzo de ese aciago 1899. El duelo se pactó a pistola. Tres disparos simultáneos a 25, 20 y 15 pasos. A la hora señalada llegaron puntualmente los antagonistas, sus padrinos y dos médicos, los doctores Augusto Pérez Araníbar y Daniel Espejo. Luego de los prolegómenos de rigor señalados por el Código del Marqués de Cabriñana, se dio la voz de fuego. El proyectil disparado por Arturo del Campo penetró en la cabeza de Guillermo Porras por el parietal derecho, cayendo fulminado. Dejaba huérfanos cuatro hijos de corta edad.

Médicos y testigos llevaron el cadáver a la casa del fundo y una persona salió rápidamente a Lima para dar parte de lo sucedido a la Intendencia de Policía. En la noche, en una angarilla, el occiso fue llevado a la Intendencia para el reconocimiento policial y legal. El juez permitió que el cuerpo fuera trasladado a la casa paterna, en la calle Mogollón, propiedad del médico Melitón Porras Díaz. “El desdichado padre –informó un reportero de El Comercio– presa de intenso dolor, recibió los restos de su hijo. Las personas que lo acompañaban se opusieron a que el doctor Porras lo viera; pero este, sobreponiéndose, descubrió la cara del cadáver y al verlo exclamó sollozando amargamente: ‘Hijo mío, tan noble y tan caballero’. Enseguida, sacando el pañuelo, le secó la sangre de la herida y lo besó en la mejilla”.

La Lima de fines del siglo XIX expresó su conmoción por lo sucedido con Porras Osores. Imagen  dwl penúltimo palacio de gobierno que conoció la ciudad estuvo operativo hasta julio de 1921 cuando lo consumió un incendio. Foto de fines del siglo XIX. (Foto: Archivo Vladimir Velásquez / Proyecto Lima Antigua).
La Lima de fines del siglo XIX expresó su conmoción por lo sucedido con Porras Osores. Imagen dwl penúltimo palacio de gobierno que conoció la ciudad estuvo operativo hasta julio de 1921 cuando lo consumió un incendio. Foto de fines del siglo XIX. (Foto: Archivo Vladimir Velásquez / Proyecto Lima Antigua).

La versión de este Diario

“Al tenerse noticia del fatal resultado del lance, dijo El Comercio, la viuda del señor Porras que se encontraba en el Barranco, se trasladó a esta capital por tren de las 9:00 de la noche junto con su madre política, la esposa del doctor Melitón Porras. La casa de este último estuvo hasta altas horas de la noche invadida por muchísimos caballeros de nuestra mejor sociedad, quienes acudieron solícitos a ofrecer palabras de consuelo a la familia Porras”. Los reporteros de El Comercio pudieron saber que Arturo del Campo y Plata se disfrazó pretendiendo fugar al extranjero en uno de los barcos surtos en el Callao, pero no logró hacerlo siendo detenido por los celadores. Estaba evidentemente conmocionado y dijo que su arrepentimiento por la desgracia ocurrida era sincero y grande.

El sepelio de Guillermo Porras Osores fue una manifestación imponente y espontánea de dolor y de condena a una añeja costumbre caballeresca que no pocas veces dejaba saldos luctuosos. Durante muchos años esta tragedia y sus principales actores serían recordados en la memoria colectiva de varias generaciones de barranquinos y limeños. La desgracia ocurrida en el fundo Santa Beatriz afectó muy duramente la vida del pequeño Raúl Porras quien perdió a su padre la víspera del día en que iba a cumplir dos años de edad.

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