Desde hace diez años el cantautor cubano Silvio Rodríguez lleva adelante un proyecto desmesurado: cada mes, casi sin interrupción y sin publicidad, realiza un concierto en una vecindad pobre de su país o asolada por una catástrofe natural. Bajo ese concepto alguna vez también lo ha hecho en Madrid o Buenos Aires.
Es la Gira por los barrios, que él mismo ha calificado como “interminable” y llegó a 109 shows el 28 de febrero último, cuando actuó en una zona rural del occidente de la isla. Difícilmente se encuentre otra experiencia similar en el mundo, sobre todo porque el compositor, uno de los más influyentes del Movimiento de la Nueva Trova del siglo anterior y de toda Hispanoamérica, no cobra tickets para estos espectáculos y asume los gastos de gran parte de la producción.
Como un evangelista de esa religión de estado en que se ha convertido la revolución caribeña, Rodríguez llega y cuela de contrabando algún poema de los días en que Fidel Castro tomaba el poder. O invoca el nombre de alguna figura histórica perdida en la memoria y bastante ajena a los afectos de los ciudadanos de hoy. Pero la gente, casi siempre, agradece la música.
Un ambiente de feria se instala desde temprano en los sitios escogidos, con venta de comida, gaseosas y cervezas. Los barrios sacan a su favor que la autoridad municipal procura maquillar con alguna pintura el entorno, recoger los escombros o la basura.
Las familias se reúnen para tan insólita ocasión: abuelos y padres, el público original de Silvio, se mezclan con jóvenes para quienes el trovador de 73 años es más lejano, o que han incorporado su obra mediante la nostalgia de los mayores de su familia.
Hablamos de lugares en su mayoría al borde del derrumbe arquitectónico y moral, o apartados de todo centro cultural y político. Son barrios donde se escucha sobre todo (incluso por encima de la salsa o la dura “timba”) los últimos hits de los traperos puertorriqueños, o a los insolentes exponentes cubanos de un subgénero underground del reguetón conocido como “reparto”.
Por los barrios picantes
Allí llega Silvio Rodríguez con sus canciones de días y flores, mujeres con sombrero o unicornios azules, discursos bastante más introspectivos y metafóricos que la banda sonora habitual de la isla. Los pobres, acostumbrados a que la élite revolucionaria los mire poco o nada, ponen pausa a sus vidas duras y estridentes para aceptar la guitarra y el evangelio del trovador, tradicional defensor de las políticas gubernamentales.
El espectáculo tiene una liturgia bastante estricta y comienza con el trovador agradeciendo a cada una de las personas que colaboraron en la preparación. Como ya dije, hay poemas y se donan libros a escuela locales. Luego Silvio, aficionando a la fotografía, se retira a capturar imágenes desde la perspectiva del escenario antes de su momento, mientras actúan algunos de los músicos que le sirven de teloneros.
Una bandera cubana muy grande es la escasa decoración del show. Discretas luces, la guitarra y la leyenda de Silvio hacen lo demás. Y su banda acompañante, un dream team con algunos de los mejores del país.
He estado en varios momentos de la “gira interminable”, entre ellos en el de su pueblo natal de San Antonio de los Baños, y en los números 100 y 101 de marzo y abril de 2019. Este último, contó con la asistencia del Miguel Díaz-Canel, sucesor de los hermanos Castro al frente del estado cubano. A lo largo de esta década entre los invitados también se ha visto, en el público o encima de la tarima, al expresidente uruguayo Pepe Mujica, el futbolista Diego Maradona, el salsero Isaac Delgado o la rapera chilena Ana Tijoux.
La Corbata, Tamarindo, El Fanguito, Jesús María, El Palenque, Punta Brava, han sido algunas barriadas “picantes” de las que muchos cubanos se enteraron y miraron de frente a su profundo abandono gracias a estos conciertos.
Esa revelación, que al principio fue una sorpresa hasta para el propio autor, es el saldo inesperado de la gira. Ha hecho a los cubanos un poco más conscientes del desastre en que están inmersos. Luego de desmantelado todo el aparataje del concierto, poco queda de la noche de música y el barrio regresa a su vida precaria. Y nada más.