En sus Pensamientos ( 1670 ), el matemático y filósofo francés Blaise Pascal anotaba que “toda la desdicha de los hombres se debe a una sola cosa, la de no saber permanecer en reposo en una habitación”. Y añadía: “Si busca el trato de los demás y las diversiones de los juegos, es porque no sabe permanecer en su propia casa placenteramente”.
Resulta oportuno recordar esta reflexión ahora que, a causa de la pandemia generada por el coronavirus, nos vemos temporalmente obligados a vivir encerrados en nuestros domicilios y sin el contacto habitual con los otros, situación que genera reacciones diversas: desde aquellos que sienten conculcado su derecho al libre desplazamiento hasta los que se complacen con la suspensión del bullicio, el tumulto y la disipación callejeras, desde los que —conformes o no— se resignan a aceptar el “estado de emergencia” porque se trata de un decreto gubernamental hasta quienes ven este aislamiento forzado como el justificado precio que hay que pagar para evitar un mal mayor.
II
Pero volvamos a la célebre frase de Pascal, que, por cierto, no se refiere a una situación excepcional sino a lo que él considera más ventajoso, satisfactorio o apropiado para el ser humano. Al respecto, es bueno precisar que la mencionada frase se inserta dentro del contexto de una reflexión sobre la inclinación natural del hombre al movimiento y a la diversión. Entendiéndose esta última expresión en su sentido etimológico, del latín divertere que significa ‘apartarse’, ‘alejarse’, ‘desviarse de algo penoso o pesado’. En otras palabras, divertirse quiere decir ‘distraer la atención’, y de ahí deriva su acepción más conocida como sinónimo de entretener. La pregunta es la siguiente: ¿De qué necesitamos desviar nuestra atención? ¿Qué es aquello tan “penoso o pesado” que nos impele a evadirlo? Sostiene Pascal: “Nada más insoportable al hombre que vivir en pleno reposo, sin pasiones, sin quehaceres, sin diversiones, sin nada en que ocuparse. Entonces, siente su nada, su abandono, su insuficiencia, su dependencia, su impotencia, su vacío. Enseguida saldrán del fondo de su alma la congoja, el abatimiento, la tristeza, la pena, la irritación, la desesperación”.
III
En conclusión, según Pascal, de lo que buscamos evadirnos es de nosotros mismos, de “nuestra condición débil y mortal, y tan desventurada que nada puede consolarnos cuando pensamos detenidamente en ella”. Condición que explica, en última instancia, esa urgencia que conduce a los hombres a la agitación: a buscar “una ocupación violenta e impetuosa que les salve de pensar en sí mismos”, a perseguir el bienestar y la alegría en actividades y cosas que están fuera de “su casa”. Pero los hombres tienen, afirma Pascal, otro “instinto secreto que les permite comprender que la felicidad, en el fondo, se halla en el reposo, y de esos dos instintos opuestos se forma en ellos un proyecto confuso que se oculta a su vista en el fondo de su alma y que los conduce a imaginarse siempre que la satisfacción que no sienten podrán alcanzarla si, después de vencer ciertas dificultades previsibles, pueden franquear de ese modo la puerta al reposo”. Y es en esa discordante tensión que se juega día a día el destino de los hombres.
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