Desde Madrid
Martín Caparrós vive en Torrelodones, a treinta kilómetros de Madrid, en un barrio cuyas calles fueron bautizadas con nombres mexicanos. Veracruz, Cuernavaca, Michoacán. Para él es una forma simbólica de estar cerca de Latinoamérica, su territorio sentimental. Conversamos un miércoles, en la cocina de su casa, con un jugo de naranja sobre la mesa, acompañados de Tita, su gata, que olfatea la grabadora con suspicacia. Caparrós se acomoda en la silla de ruedas y, de un momento a otro, suelta: «dale, cuando quieras».
¿Qué fue más desconcertante para ti: que Javier Milei llegase a la segunda vuelta o que Sergio Massa, el ministro de economía incapaz de revertir una inflación de 140 por ciento, ganara la primera?
Fueron desconciertos sucesivos. Primero, fue muy impresionante que un señor de las características de Milei fuera apoyado por uno de cada tres argentinos. Realmente es un señor muy estrafalario, más allá de que sus ideas son siniestras en muchos casos (la venta libre de órganos, la venta de niños, la importación libre de armas, la reivindicación de la dictadura militar, etcétera). Es un personaje totalmente desquiciado, esto de que discuta sus políticas con su perro muerto a través de una médium de animales…ya debería cansar. No te digo que lo encierren, pero al menos que lo mediquen.
¿Le reconoces algún mérito?
Digamos que él consiguió sintetizar la sensación de muchos argentinos que quieren, literalmente, romper todo porque nada funciona. Muchos de sus votantes no tienen idea de cuáles son sus propuestas para después de romper todo, pero la idea de romper todo les resulta atractiva porque no soportan esta situación, esta vida de mierda que vienen dándoles los sucesivos gobiernos en los últimos veinte años.
Dices que Milei es un «Frankenstein» producido por la clase política. ¿Qué papel han cumplido los medios de comunicación en el surgimiento de la criatura?
Al principio era un tipo más comercial que político, un tertuliano particularmente payasesco, atractivo, que daba rating y decía brutalidades. Una vez que fue politizándose se partieron las aguas: hubo medios de derecha que lo propulsaron mientras otros trataron de no darle tanto espacio, pero claramente es un producto de la televisión.
En referencia a Massa has dicho: «el mal menor es malísimo». ¿Qué opción le ves para el balotaje a un hombre que, según muchos analistas, lo único que ha conseguido es desvirtuar el peronismo?
Empecemos diciendo que al peronismo no se le puede desvirtuar porque no tiene ninguna virtud. O sea, no tiene contenido preciso. El peronismo es una maquina de conseguir y conservar poder, y si para eso es necesario ser nacionalista de derecha o guevarista o neoliberal o demócrata cristiano o marea rosa, da igual, ellos han sido eso y varias cosas más. La esencia del peronismo consiste en ser absolutamente camaleónico, adaptarse a la situación y ver qué le puede dar más poder en cada momento, por eso no se puede desvirtuar.
O sea que si Massa gana…
Si Massa gana, el peronismo se va a convertir en «massismo», es decir, una incógnita. Massa tiene un plan deliberado para conservar el poder, pero me intriga lo que él creerá que le sirve para conservar el poder. Eso es lo que va a marcar la vida de la Argentina en los próximos años.
¿Crees que será decisiva la súbita adhesión de Patricia Bulrich y Macri en favor de Milei?
Macri es un político que se equivoca demasiado y es posible que aquí se haya equivocado también. Dijo que él no sabe cómo es Milei, porque nunca gobernó, pero sabe que Massa es una catástrofe. La idea de apoyar a alguien para presidente sin saber qué va a hacer es un aporte raro a la teoría democrática…ahora nadie habla de las virtudes de su candidato, sino de los defectos del contrario. Nadie te pide el voto porque su candidato es bueno, sino porque el otro es terrible.
Suena a que ya te has resignado a votar por Massa.
Creo que sí, pero muy a regañadientes, porque no tengo ninguna confianza en lo que él pueda hacer. Ni siquiera consigo imaginarme cuál es su proyecto…pero creo que cualquier cosa es válida para que Milei no gobierne la Argentina.
Hay un poco más de ocho millones de argentinos que piensan diferente…
Que haya tanta gente apoyando a Milei habla de un país que yo no conozco, que no entiendo, que no me imagino, es un país muy distinto del que pienso cuando pienso en la Argentina…
¿No tienes la sensación de que aun si Massa ganara el próximo domingo, Milei es el gran vencedor por todo lo que ya ha generado?
En cierto punto, sin duda. Su mayor victoria es haber legitimado el hiperindividualismo que mucha gente asumía con culpa. Lo que él viene a decir es: esto tiene que estar gobernado por el mercado, no tenemos que armar una sociedad solidaria sino un espacio donde cada cual trata de hacer su negocio, de sacar ventaja, de joder al otro. ¡Eso ahora está legitimado por Milei! Ese es el efecto más terrible de su irrupción.
Tomando prestada la pregunta vargasllosiana, ¿en qué momento se jodió Argentina? ¿Tienes una respuesta?
El problema es que tengo varias. Una, la más fácil, es hablar de abril de 1976, cuando Henry Kissinger, secretario de Estado norteamericano, mandó a su embajador en Buenos Aires a que intentara convencer a los nuevos gobernantes (el golpe se había producido en marzo de aquel año) de que Argentina vuelva a su viejo papel agroexportador. Eso configuró el país totalmente. Pero mucho antes que eso, en los años treinta, la década en que Argentina era un país supuestamente poderoso, los argentinos ya convivían con una sensación de crisis, de desastre, de fin de ciclo, así que quizá se había jodido mucho antes.
¿Cómo puede medirse la responsabilidad del kirchnerismo en la actual crisis después de haber gobernado tres períodos?
Yo los criticaría más por omisión que por acción. Néstor Kirchner desaprovechó el periodo quizá más próspero de las últimas décadas de la Argentina, con el incremento de precio de las materias primas, pero en lugar de usar ese dinero extraordinario para sentar las bases de un desarrollo que beneficiara a las mayorías, hizo una política clientelar que consistió en distribuir dádivas para asegurarse lealtades. No es que jodieron lo que había, sino que no construyeron lo que habrían podido, y despilfarraron. En lo político, además, entraron en la lógica de construir enemigos (como el diario Clarín, por ejemplo, que había sido su aliado absoluto) y pudrieron mucho la vida argentina…
Reconoces entonces que la izquierda también ha contribuido a la polarización…
Sí, muchísimo, pero recuso la idea de que el kirchnerismo sea de izquierda. Me parece un rótulo infundado.
Tú te sentaste en la Mesa del Hambre al lado del presidente Alberto Fernández. ¿Te arrepientes?
No, no me arrepiento. Lo que lamento es que haya funcionado tan mal. Pero si X, Y o Z me convocaran cien veces más para tratar de hacer algo para aminorar el hambre, iría, y si no funciona, no funcionó, pero hay que intentarlo.
¿Recuerdas la última vez que un proceso político te entusiasmó?
En las últimas décadas, no. Viví con entusiasmo la elección de Alfonsín, de la que ahora se cumplen cuarenta años. Era extraordinario, por ejemplo, hacer radio en esa época y poder hablar diciendo lo que quisiéramos. Ese entusiasmo, además, va creciendo retrospectivamente, porque visto lo que siguió, ese fue el mejor momento de la Argentina en los últimos cincuenta años.
Vives en España hace una década. ¿Dirías que la distancia te ha dado perspectiva para entender a la Argentina?
No lo sé. Están pasando cosas que realmente no entiendo, pero tampoco las entienden mis amigos que viven en Argentina. Yo me fui por hartazgo, porque sentí que perdía el tiempo, quería mirar más el mundo, globalmente, en conjunto, fuera de los límites argentinos.
LA INEFICACIA DE LA DEMOCRACIA
¿Crees que en nuestros países, como ya ocurre en el Perú, pueda volverse una tendencia elegir presidentes en función de su facilidad para destituirlos o derrocarlos?
No sé si tanto como una tendencia, pero en Ecuador, por ejemplo, donde estuve hace tres meses, se hablaba de la «peruanización» de la política. Efectivamente están pasando disparates, situaciones muy confusas.
¿Qué hacemos entonces con la democracia? ¿Hay que protegerla o más bien reinventarla?
En América Latina las sociedades están en retroceso. Cada vez hay más gente a la que no le importa la democracia, porque la democracia es el sistema en el cual vivió casi toda su vida, una vida que no les gusta, una vida que sienten que no se merecen. Para un viejo como yo, la democracia era una aspiración, fue difícil recuperarla, pero para todo menor de cincuenta años, en Argentina y otros países, la democracia no ha sabido responder a sus necesidades, entonces, por qué van a defenderla si no les sirve. El eslogan que Alfonsín repetía en sus mítines del 83 era: «con la democracia se come, con la democracia se cura, con la democracia se educa». Esa era la expectativa. Ahora sabemos que hay mucha gente que con la democracia ni come, ni se cura, ni se educa. Eso es terrible. La democracia solo va a reformularse si solucionan los problemas.
Si está en riesgo la democracia, ergo, está en riesgo la libertad de la expresión…
Sí y no. Lo que se suele pensar como la gran crisis del periodismo en las últimas décadas es, sobre todo, una crisis del modelo del siglo veinte, muy hegemonizado por los grandes medios, que antes definían qué era cierto y qué no. Hoy lo que hay es una dispersión de pequeños medios, lo cual puede dar resultados extraordinarios, pero también otros espantosos.
¿Qué diferencia existe hoy entre un periodista y un usuario de redes con capacidad de divulgar información?
Lo que nos diferencia es que contamos mejor. Tenemos gimnasia narrativa, contamos de otra manera, preguntamos, averiguamos. Y lo otro es que sabemos poner en contexto, sabemos analizar, hacemos seguimiento a temas. Eso no lo hace cualquiera.
LIBROS, MESSI & ESPAÑA
Para escribir El Hambre viajaste por Kenia, Sudán, India, Bangladesh, Níger, entre otros países. ¿Qué fue lo más duro que te tocó ver durante el trabajo de campo?
Es una pregunta que me han hecho muchas veces, pero mi respuesta siempre cambia. Ahora pienso en una señora de Daca, capital de Bangladesh, que me recibió en una choza levantada sobre pilotes, en medio de aguas estancadas, y me contaba que, cuando sus tres o cuatro hijos tenía hambre, ella ponía piedras en una cacerola con agua caliente y les mentía diciéndoles que les avisaría cuando la sopa estuviera lista con la esperanza de que se durmieran antes.
¿Por qué hay en el mundo mil millones de personas que no comen lo que necesitan?
Básicamente porque no nos importa. A diferencia de los problemas ambientales, que nos afectan a todos, el hambre es algo que le sucede a otros, gente que está lejos. La única manera de solucionarlo es que nos importe.
Cómo reaccionaron los lectores españoles a tu libro Ñamérica, donde planteas que América no fue conquistada sino inventada.
La reacción más fuerte ocurrió en el Congreso de la Lengua de Cádiz de marzo pasado. Ahí yo dije que me sorprendía que, en una época en la que se reivindican tan celosamente las identidades, existan tantos países en el mundo que llamen a su lengua con el nombre del país que los conquistó (español, francés, inglés, etcétera), y que, en nuestro caso, ya venía siendo hora de buscarle un nombre a nuestro idioma, que no tenía sentido que se llamara como el gentilicio de un país (español) o el de una región minoritaria del otro lado del océano (castellano); entonces dije que yo lo llamaría «Ñamericano», pero aclaré que la propuesta era mala y que había que buscar otras mejores. Pero al final el periodismo simplificó la idea y armaron la polémica.
Cada vez que llega el 12 de octubre vemos en las calles españolas gente celebrando el día nacional y gente protestando por lo ocurrido hace 500 años. ¿De qué lado estás tú?
De ninguno. Lo que me parece curioso es que España haya decidido fijar su día nacional en el momento en que empezó la conquista de un territorio que después perdieron. Me parece raro que no hayan encontrado otra fecha.
¿Fue conquista o genocidio?
La conquista fue muy letal (enfermedades, masacres, explotación), pero no hay que olvidar que si los españoles pudieron entrar en América fue porque había muchísimos locales que pensaron que esos españoles les iban a servir para sacudirse de las tiranías horribles bajo las cuales vivían, donde había sacrificios humanos y esclavitud. Es falaz hablar de una especie de edad de oro precolombina donde todo era maravilloso hasta que llegaron los malos.
Hace un año y medio te diagnosticaron una enfermedad neurológica que te impide caminar. ¿Cómo se ha visto afectado tu estilo de vida? ¿Qué has descubierto desde que vives con estas limitaciones?
Muchas cosas son mucho más difíciles ahora. Yo siempre anduve mucho por ahí, siempre viajé y caminé mucho, y ahora no puedo hacerlo de la misma manera. Eso me apena, pero trato de no dejarme ganar por una pena excesiva. Esto es lo que hay, así que trato de vivir lo mejor posible sentadito.
Pero no ha afectado tu trabajo creativo…
No, al revés. Ahora escribo más. Es una catástrofe. ¡Tengo nueve libros inéditos! Mi editor está muy preocupado.
Hablemos de fútbol. Tú fuiste muy crítico con Messi cuando se fue de Barcelona, pero ha terminado siendo campeón del mundo y alzando su octavo balón de oro. ¿Sigues pensando que cometió un error?
A ver, lo de la selección le salió muy bien. Pudo dar el paso que le faltaba gracias, entre otras cosas, a un equipo que jugó para él y gracias a que Maradona ya se había muerto, y la sombra terrible de Diego Armando ya no planeaba sobre su cabeza. Más allá de eso me sigue pareciendo un error que se fuera del Barcelona por temas económicos. Si él hubiera dicho «juego por un euro al año», habría ganado mucho más de lo que quería: se habría convertido en un héroe, un mito, un duque japonés asediado por todas las firmas del mundo. No entiendo por qué no lo hizo.
¿Te emocionó el campeonato en Qatar?
No me emocionó extremadamente, pero me gustó que Argentina ganara. Lo que me molestó mucho fue que la mayor movilización de la historia argentina (cinco millones de personas en las calles) se haya producido por eso, por unos tipos que patean la pelota mejor que otros.
¿Celebraste 1985, la película sobre el juicio a los militares argentinos?
No. Celebré que pusiera aquel juicio sobre el tapete, porque fue muy significativo, pero no me gustó que se mostrara el proceso tan holywoodianamente, destacando el empuje de un señor y diez muchachos, cuando en realidad lo que hubo fue mucha gente en la calle exigiendo el juicio y un presidente (Alfonsín) que prometió llevar a juicio a esos militares. Eso no aparece.
¿Te reprochan mucho el hecho de radicar en España?
Sí, pero no me importa. Vivo aquí porque mi papá nació acá, porque me gusta y porque me da la gana.