Luis Abanto Morales falleció el miércoles en la madrugada a los 93 años
Luis Abanto Morales falleció el miércoles en la madrugada a los 93 años

Antes de Sotil y después de Vallejo, Luis Abanto Morales fue nuestro cholo oficial. De sus 93 años vividos con intensidad, nos queda su voz de romántico conductor de volquete mezclada con la de un tenor popular de serenatas. Más que criollo, fue un acriollado en una Lima de los cincuenta que inventó la lengua replanera, ese argot de pícaros y palomillas jubilados. Así, Abanto hilvanó al migrante con el urbano en una simbiosis en la que pocos han reparado. Por ello, salta del vals al huaino, al tondero y hasta al mambo. Por ejemplo, es el provinciano que llega a Lima (“las locas ilusiones me sacaron de mi pueblo y abandoné mi casa para ver la capital…”) y es el provinciano exitoso que desde la capital regresa a su pueblo (“desde Lima vengo a mi Machahuay, a bailar el mambo con mi cholitay…”).

Provinciano hasta sus cachas, había nacido en Trujillo, pero se nacionalizó cajamarquino. Y no paró hasta radicarse en esa Lima de las estrellas del criollismo que se inmortalizó con la edad de oro de la radio. Admiraba a Gardel, y yo lo oí cantar magistralmente tangos y milongas. Abanto fue exitoso desde que abrió la boca y ganó dinero con sus grabaciones. Curioso, era bohemio, pero no bebía ni fumaba. Ordenado, formó una familia decente y, contrario a los galanes de la época, fue ratón de un solo hueco, como diría el gran Goyo Martínez.

Con su “Cholo soy”, cumplió con la mala maña de los criollos que se pirateaban canciones y poemas de otros. Eso le perdono. Como también su vals “Nunca podrán”: “sé que te dicen que no soy libre/ que soy un malo, tengo un pasado/ me gusta el juego y la bebida”. Pero jamás lo absolveré de su pecado mayor: que era aprista y que le cantó a Alan García. Amén.

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